Un segundo puede cambiar toda una vida y en este caso un desprendimiento inesperado de una roca a casi 70 metros de altura dio un giro radical a la del procurador gallego Ramón de Uña. Este aficionado al alpinismo desde los 12 años encontró fortuitamente en su pasión a su mayor desgracia, ya que debido a la grave caída que sufrió durante una ruta por una de las grandes aristas de los Picos de Europa, la cresta Madejuno-Tiro Llago, quedó parapléjico y ahora ve la vida desde una silla de ruedas. Lejos de hundirse en el desánimo, el coruñés regresó a la ciudad hace cinco meses, ha recogido recientemente el reconocimiento por sus 25 años de ejercicio durante el acto de celebración de San Ivo, el patrón de los procuradores, y piensa volver a los Juzgados en un futuro no muy lejano.
Después de un duro año de recuperación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo “sin ningún fin de semana en el que le faltasen las visitas de amigos o familia”, Uña vuelve poco a poco a la rutina desde su casa, teletrabajando gracias a un compañero que es sus manos frente al ordenador y acompañado de su mujer, hijo y su fiel cuidador perruno Rosco. Su accidente lo recuerda con nitidez, porque fue consciente en todo momento y ahora acepta su nueva realidad. “Es un milagro haber sobrevivido, además de no haber tenido lesiones internas ni haber perdido órganos”, cuenta De Uña con alivio, a lo que añade que el lugar donde sucedió el fatal suceso “era una zona de andar” y que todo fue por mala suerte ya que “no tenía ninguna lógica que se desprendiese la roca en aquel punto y habiendo pasado por allí segundos antes y sin problemas el amigo que le acompañaba”.
Fueron 35 metros de caída y 30 más de rodar por el empedrado, según cuenta el procurador, que rememora con cierta filosofía y positivismo el momento en que fue consciente realmente de lo que había sucedido. “Se me desprendió la roca del pie e intenté agarrarme a la pared lateral con las manos pero me fui abajo. Hubo un instante que desconecté, pero volví a conectar cuando ya estaba en el suelo y cuando vi mis piernas y mis brazos ensangrentados con golpes y cortes, ya supe que algo no iba bien”, reconoce. Le rescató un helicóptero y fue trasladado al HULA de Asturias, donde le dieron la peor de las noticias: la inmovilidad permanente de piernas y brazos. “Cuando me comunicaron lo que me pasaba todo me pareció un poco irreal. Llegas al hospital y lo que haces es procurar sobrevivir día a día, con una imagen distorsionada de lo que realmente ocurre y de cómo está la situación”, explica, mientras recuerda que según fue pasando el tiempo desde la caída consiguió ser más consciente de “cómo estaba y que había dejado de estar como siempre”.
“Te enfrentas al mundo cuando por fin sales del hospital y te encuentras la vida real, ahí es cuando empiezas a asumir tu nueva vida”, dice De Uña, que admite a su vez que “nunca se había imaginado lo que era la vida de un parapléjico antes de que le pasara a él” y que “es fundamental que tras lo ocurrido tu entorno te trate como si siguieses siendo el mismo de antes”.
Tras la tempestad siempre llega la calma y eso es de lo que disfruta Ramón poco a poco cada día. Gran parte de su mejoría, aparte de la ayuda de los suyos, se debe a su vuelta al mundo laboral, ya que comenta que “el trabajo ayuda a centrarte en otros problemas que no son los propios físicos”. “Me ayudan a gestionar las labores desde el ordenador ya que teclear no puedo, dicto y voy dando indicaciones. Por la mañanas suelo ir al gimnasio, porque gran parte de la lesión es la rehabilitación a través de la fisioterapia”, dice. Los próximos tres años serán determinantes para él, ya que según le indicaron los médicos es importante que trabaje duro en este tiempo para fortalecerse y así intentar recuperar la mayor sensibilidad posible en las partes del cuerpo afectadas.
Volver a empezar
A pesar de lo ocurrido, como aclara su mujer, “la montaña es una forma de vida” y el procurador ya busca la manera de seguir vinculado al alpinismo en el futuro pese a sus limitaciones (la falta de riego sanguíneo en algunas extremidades le provoca que tenga más frío). “Compañeros de la montaña han buscado y encontraron que existen sillas 'monorueda' que se pueden llevar por el monte, además de que algunas asociaciones organizan rutas que son más de caminar pero factibles para recorrer con una silla”, afirma optimista.
Uno de los mejores momentos tras su vuelta a casa fue en el acto organizado por el Colegio de Procuradores, en el que admite que fue toda una sorpresa “el baño de masas”. “Estaba totalmente superado por la emoción porque de repente a un acto al que suelen ir como máximo 30 personas me encontré con compañeros que no suelen acudir y abogados que trabajaban conmigo que asistieron expresamente. Me convirtieron en el protagonista de este evento y no me lo esperaba para nada”, recuerda con una sonrisa.
Cuando se produzca su regreso a los pasillos de los Juzgados es de esperar que el recibimiento sea similar o incluso mejor que el que experimentó durante San Ivo, ya que su trayectoria de superación personal emociona a compañeros de profesión y desconocidos. Una historia que engancha ya que Ramón no pierde sus ilusiones y tiene pocos indicios de querer alejarse del hombre apasionado por el alpinismo que vivió experiencias en los Alpes, los Andes y Kazajistán que era y que sigue soñando con algún día poder viajar a las imponentes cumbres del Himalaya.