Coloso, personaje del Universo Marvel, y uno de los miembros de los X-Men le decía a Deadpool en la primera parte de la saga de películas protagonizadas por Ryan Reynolds que un verdadero héroe se definía por "cuatro o cinco momentos", que ser un héroe no es un trabajo a tiempo completo. Pues bien, parece que Williot Swedberg se ha tomado muy en serio las palabras del gigante metálico y durante los últimos meses las ha aplicado al pie de la letra. El atacante sueco ha sabido elegir esos momentos en los que aparece para convertirse en la estrella que guía al Celta cuando se encuentra perdido en la oscuridad que le plantea el rival. Es la luz que guía al equipo de Claudio Giráldez - antes lo hizo con Rafa Benítez - cuando la niebla y oleaje propios de una tormenta casi perfecta parecen condenar a los celestes a una deriva y un naufragio inevitables.
El partido contra el Alavés disputado el pasado viernes es una nueva muestra de ello. El camino no ha sido fácil para un chico que llegó hace ya dos años al conjunto olívico de la mano de Luis Campos. Su periplo en el Celta no empezó bien. Fue denostado por Eduardo Coudet, que declaró públicamente que era una lástima que aquel adolescente escandinavo recién llegado no pudiese jugar con el filial. Bajo el técnico argentino Swedberg vivió sus peores momentos como celeste. No disponía de minutos, pero quizás, con la perspectiva del tiempo, aquella falta de confianza haya sido clave en su carrera. El curso acelerado de madurez mental que supuso para aquel adolescente flacucho el ostracismo al que le sometió El Chacho y posteriormente Carlos Carvalhal - que le hizo debutar en su primer partido como entrenador del Celta en Balaídos más como un gesto cara a una grada ansiosa por ver jugar a la primera apuesta de la nueva dirección deportiva que como una apuesta real - despertó en Williot un ansia por mejorar y no rendirse para triunfar en el equipo que le había dado la oportunidad de enrolarse en la Liga española.
El verano siguiente a la marcha del técnico luso, el sueco tuvo varias ofertas de importantes equipos europeos. Se dice que el histórico Ajax de Ámsterdam intentó hacerse con sus servicios. No parecía mal destino: un club acostumbrado los últimos años a pulir y a hacer brillar a jóvenes diamantes llegados de toda Europa. Swedberg rechazó toda oferta y decidió quedarse en el Celta bajo la batuta del flamante nuevo entrenador celeste Rafa Benítez. Ya en pretemporada se percibió un cambio físico en el talento sueco: su tren inferior había ganado musculatura, sus piernas eran potentes y le permitían desbordar a los rivales que intentaban frenar sus frenéticas carreras. También lució en el cuerpo a cuerpo en las disputas por el balón, más de un rival salió literalmente rebotado yendo al choque contra una locomotora rubia e imberbe.
Comenzada la temporada El Kraken, como cariñosamente se le conoce entre la afición celeste, no dispuso de muchos minutos, pero los aprovechó casi todos. Goles decisivos, concretamente cinco, disputando apenas 434 minutos repartidos en quince partidos. Cuatro o cinco momentos para convertirse en héroe.
El pasado viernes Williot Swedberg lo volvió a hacer. 45 minutos le bastaron para desarbolar al conjunto babazorro. Primero con un gol en el que con un simple gesto sin apenas controlar el balón se desembarazó de su marca para enfilar la portería defendida por Antonio Sivera. Con un remate antológico acariciando el balón con el exterior de su bota derecha alojó el esférico en la portería situada en la flamante nueva Grada de Marcador. Un remate al alcance de muy pocos por el recurso técnico que supone, la plasticidad del movimiento y el resultado final.
Minutos después El Kraken, que se mueve como pez en el agua en las zonas del campo en las que los atacantes se vuelven indetectables para las defensas rivales, alzó los brazos para indicarle a Óscar Mingueza que se encontraba completamente solo en la frontal del área de los vitorianos. Recibió el balón y con un primer toque prodigioso su nacionalidad sueca se transformó en danesa. Williot se transformó por un instante en Michael Laudrup, maestro de los pases filtrados a la espalda de los defensas, acababa de recibir sin saberlo un homenaje en el Val do Fragoso. Iago Aspas se quedó solo frente al portero y sentenció el encuentro en favor de los de Claudio Giráldez que firmaban los primeros tres puntos de la temporada.