Antonio Vázquez Ortigueira, a sus 105 años, es posiblemente el vecino más longevo de Vigo. Nació en el mismo año que el ex presidente estadounidense Richard Nixon o que el fotoperiodista de guerra Robert Capa.
Cantero de profesión, también labrador, barbero aficionado y zoqueiro en sus ratos libres, Vázquez Ortigueira lleva a sus espaldas un siglo de historia. Natural del municipio pontevedrés de Rodeiro, nació meses antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, de que Thompson inventara la metralleta que segaría miles de vidas en la Guerra Civil. Evidentemente tuvo que esperar mucho a ver la primera televisión y, por supuesto, a que se inventara el marcapasos que hoy ordena los latidos de su corazón.
Aunque no nació en Vigo, buena parte de su vida, más de 40 años, los ha pasado en la ciudad. Junto a él, su hijo, Suso Vázquez, y su nuera, María Rosa Quintá. Aunque durante décadas vivieron junto al estadio de Balaídos, hoy habitan uno de los nuevos bloques de viviendas levantados en Navia. El vecino más longevo de Vigo vive en el barrio más joven de la urbe.
¿La receta? Comida, la justa y sana, sin excesos, y siempre su vaso de vino a la comida. “Ah, y un chupito de whisky en las fiestas que no falte”, explica su nuera. Lo cierto es que, aunque su alimentación es admirable y apenas probó el tabaco, “trabajó muchísimo, tuvo sus años duros”, reconoce su hijo.
Nacido en una familia de siete hermanos, hoy es el único que todavía sopla las velas. Este pasado 29 de marzo llegó a 105, pero espera poder continuar con su salud envidiable. “Cuando vamos al pueblo le gusta mucho salir a pasear”, reconoce su hijo.
A pesar de tan longeva vida, apenas una hernia y una úlcera de estómago, cuando era joven y no había los medios de hoy, se registran en su historial médico, eso y su marcapasos. “En el hospital se asustan de lo bien que está”, bromea María Rosa.
De los tiempos más jóvenes queda su afición por la música y su don para bailar, especialmente muiñeiras y jotas que lo convertían en el más deseado de las fiestas. Hoy, Antonio Vázquez Ortigueira disfruta del merecido relax junto a su familia después de una dura vida de trabajo con el beneplácito de una genética que le ha llevado a ser el abuelo de la ciudad.