Cuando Diego Calvo (San Sadurniño --A Coruña--, 1975) tenía 18 años y empezó en Novas Xeracións, el expresidente del Consejo de Estado José Manuel Romay Beccaría era el presidente provincial del PPdeG. Con una vocación política fuera de dudas y que le llevó pronto a presidir la organización juvenil ligada al PPdeG, ha tocado todos los palos en el partido y en la política hasta abrir la última puerta en Galicia: la del Consello de la Xunta. Y con categoría de vicepresidente segundo.
Igual que Alberto Núñez Feijóo considera a Romay su padre político, para Diego Calvo, que ha sido concejal, delegado territorial de la Xunta, presidente de la Diputación de A Coruña, diputado y vicepresidente primero del Parlamento --cargo que ocupaba hasta ahora y para el que habrá que buscar relevo--, lo es el exalcalde de A Coruña Carlos Negreira, de quien siempre destaca todo lo aprendido y bajo cuya ala creció en el partido hasta tomar las riendas del PP provincial coruñés cuando su mentor dio un paso al lado en 2016.
El único nombre nuevo del primer Gabinete de Rueda es licenciado en Ciencias Económicas, especializado en Hacienda Pública y Sistema Fiscal; y tiene un máster en Desarrollo Local y Comarcal. En 2009, tras la primera victoria electoral de Feijóo, fue el primer delegado territorial de la Xunta de Galicia en la provincia de A Coruña. Posteriormente, entre 2011 y 2015 estuvo al frente de la Diputación de A Coruña.
Pero antes de entrar en las administraciones había arrimado el hombro en el partido. El primer mitin grande en el que participó y que le ha quedado en la memoria lo pronunció ante un millar de personas en la Feria de Muestras de Ferrol en el año de 2001, cuando ya iba en las listas de las elecciones autonómicas con Manuel Fraga como candidato a la Xunta.
En aquellos comicios no entró en el Parlamento por poco y rememora que fue al recuento del voto emigrante para comprobar si había votos para ganar un escaño. Finalmente, accedió a la Cámara autonómica en 2003 a raíz del nombramiento como delegada provincial de otra parlamentaria popular de la delegación coruñesa, Elisa Madarro.
Su estreno en el Pazo do Hórreo coincidió con el primer día en el que Feijóo ejercía de vicepresidente y Xosé Cuíña, hasta hacía poco tiempo 'delfín' oficial de Fraga, de diputado raso. Siempre bromea, según su entorno, con que dada la coyuntura los periódicos no le dedicaron ni unas pocas líneas.
Papel clave en la sucesión
Casi 20 años después de poner el pie en el hemiciclo como diputado por primera vez, ocupará el despacho que hasta ahora tenía Alfonso Rueda en San Caetano y tendrá que encargarse de áreas como la judicial y la de relación con otras administraciones. Aunque no son las de mayor proyección de imagen --y Rueda se ha quedado Turismo--, son áreas que permiten conocer el funcionamiento de la Administración por dentro.
Además, Calvo, quien tuvo un papel clave en la negociación interna de la sucesión de Feijóo y llegó a reivindicar un congreso para que la militancia decidiese, no entra como conselleiro raso, sino que lo hace como vicepresidente segundo, inmediatamente situado en el escalafón tras el responsable económico, el ascendido Francisco Conde, lo que le confiere un peso político objetivo.
Habrá que ver cómo se gestiona dentro del Consello de la Xunta el peso político del dirigente coruñés y el perfil que adquiere en el Ejecutivo, sobre todo en un contexto en el que, tras años de híper liderazgo de Feijóo, el ahora presidente debe impulsar una carrera de proyección con la vista en las elecciones autonómicas de 2024, y no necesita, a priori, 'delfinato' alguno. Él ha recibido el encargo, según fuentes de su entorno consultadas por Europa Press, "muy agradecido, ilusionado y honrado" por poder servir a Galicia.
Dirigente leal
Sus colaboradores dicen de él que tiene una lealtad fuera de cualquier duda y que es una persona que madura las decisiones antes de pronunciarse. Por ello, afirman, no es un político "de promesas rápidas", como podían comprobar los representantes municipales o de asociaciones que se reunían con él en su etapa de la Diputación.
"Pero cuando dice que sí es que sí", sostienen quienes conocen a Calvo, divorciado y con un hijo, Matías, que cumplirá 14 años en agosto y su opción favorita para compartir el tiempo libre que le deja la actividad política. También le gusta la pesca y el deporte, sobre todo correr, y va al gimnasio. Y "la debilidad" del político coruñés son sus padres.
"Exageradamente puntual" --por ver está si considera esta costumbre en la Xunta o adquiere el hábito de su antecesor--, siempre reivindica que es un "revolucionario" ya que entró en el PP en cuanto pudo afiliarse por edad y entonces "lo que estaba de moda" entre los jóvenes era ser del BNG o del PSOE.
Procedente de las bases populares, le sigue gustando estar pendiente de todo, aunque ahora dirija el partido en el ámbito provincial. Colaboradores ponen como ejemplo la romería que el PP de A Coruña organiza en O Pino, donde vigila "desde el pulpo al palco de la orquesta". Es "exigente", dicen, y "siempre" encuentra algo que ve mejorable y propone cambiar.
Diego Calvo conserva amigos desde la infancia y asegura que es capaz de distinguir cuándo alguien se acerca a él "por la política". La capacidad de observación y de relacionarse le resultará fundamental al frente de un departamento que juega un papel clave en la coordinación interna de la Xunta con el Parlamento y con el resto de administraciones, desde los ayuntamientos al Gobierno central.