El colegio de A Guarda que fue campo de concentración del franquismo

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Benedicto Pedreira Puentes, vecino de San Miguel de Oia, fue uno de los más de 5.000 presos y represaliados que pasaron por el Campo de Concentración de Camposancos, en A Guarda, durante la Guerra Civil española. Tenía 23 años y era obrero de la industria conservera en Vigo. Su historia la rescató el vigués Bernardo Vázquez, mientras investigaba sobre los Consejos de Guerra en el área de Vigo.

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Desconocido por muchos, en el municipio baixomiñoto de A Guarda se ubicó uno de los campos de concentración para represaliados del franquismo más grandes del noroeste peninsular. Fue uno de los más destacados junto a otros reconocidos como el de la isla de San Simón, en Redondela.

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Tras la caída del frente republicano de Asturias, el 21 de octubre de 1937, el Colegio de los Jesuitas, ubicado en Camposancos frente a la costa del Miño con Portugal, comenzó a recibir miles de personas que huían de su fatal destino a manos del ejército sublevado y que finalmente caían en su injusticia.

Los republicanos, traídos en barco hasta el puerto de Baiona, recorrerían en torno a 50 quilómetros hacinados en camiones hasta el propio colegio, reconvertido ahora en un escenario de terror. “Hasta allí llegaron miles presos en una situación terrible, con más de 260 mujeres junto a ellos, algunas embarazadas que tuvieron que dar a luz en el propio recinto en condiciones infrahumanas”, cuenta el experto en historia local José Antonio Uris.

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Según las cifras más benevolentes, desde julio del 1938 y hasta agosto del mismo año fueron fusiladas 171 personas, aunque “murieron muchas más por enfermedades e infecciones”, apunta Uris. Más tarde los fusilamientos fueron trasladados fuera de la localidad, a Pontevedra y, especialmente, a Tui, donde ahora se ubica la alameda de la ciudad.

A cargo del campo se encontraba Luís de Vicente Sasiaín. El que fuera censor de prensa extranjera durante la dictadura de Primo de Rivera e incluso presidente del Real Club Celta de Vigo entre 1932 y 1933 volvió al Ejército –tras dejarlo durante el período democrático- para ponerse al frente del Tribunal Militar Nº1 de Gijón, el único tribunal “itinerante” y el que se instaló en el Campo de A Guarda. En dos meses, este tribunal dictó 225 penas de muerte con acusaciones de todo tipo y sin ningún precepto legal, según señala Bernardo Vázquez, quien explica como a los republicanos encerrados allí “se les acusaba por rebelión militar o deserción en sumarios condenatorios sin fundamento jurídico alguno”.

Homenaje en el cementerio de Camposancos en la fosa común donde se encuentran 49 republicanos fusilados

Hoy, el antiguo Colegio de los Jesuitas languidece entre especulaciones inmobiliarias y el abandono de los años. Las malas hierbas y la maleza se adueñan del edificio que vivió los horrores de la dictadura. Junto a él, urbanizaciones de veraneo a orillas de la costa del río Miño. Tras sus muros, su historia sigue oculta a los ojos de los turistas que recorren parte del camino portugués de la costa que cruza frente a su fachada.

Hace unos días, 79 años más tarde de aquellos terribles acontecimientos, en el Cementerio de Sestás, en Camposancos, un centenar de vecinos volvió a rendir homenaje a los hombres que perdieron la vida en su lucha por defender los valores democráticos. Allí, con una humilde placa, se rinde tributo a 49 de los enterrados en una fosa común del cementerio. Es el caso Francisco Poo Fernández, 23 años y natural de Posada de Llanes, Avelino Martínez, 34 años y procedente de Mieres, o Felipe Menéndez, 37 años y vecino de Oviedo. Así hasta llegar a 49. Todos ellos permanecen juntos por el explícito deseo de la Asociación de Viudas Republicanas Rosario de Acuña y Villanueva. Y allí siguen, como testigos del duro coste que tuvo para ellos la lucha por la libertad y la democracia.

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