Castrelos cerró su "modo nostálgico" con un Roger Hodgson que decidió entregarse al público. A esa máxima de es el público el que manda. El británico nunca busca su interés personal. La diversión de su gente está por encima de su ego. Y anoche lo demostró ante las miles de personas que volvieron a abarrotar este verano el auditorio al aire libre del parque vigués. El músico de Portsmouth arrancó con "Take The Long Way Home" sentado al piano. Era una simple toma de contacto, una presentación que fue el prólogo perfecto para establecer su primera conexión con su legión de fans. Hipnotizado por la vista que tenía desde el escenario, en la que incluso pidió la luz para ver de nuevo, dio un consejo a los asistentes. Como si fuera un psicólogo. "Los problemas de cada uno me gustaría que quedaran fuera del auditorio".
El "doctor" Roger Hodgson abandonó el piano para ponerse a los mandos de la guitarra. Tocaba "School". Algo más animado antes de interpretar uno de los grandes clásicos de Supertramp. "Breakfast in America" terminaba por encender al público y viajar a otra época. Precisamente, el británico celebra en esta gira que anoche recaló en el Auditorio de Castrelos los 40 años de un álbum que, para muchos, es uno de los mejores de la historia de la música. La música aprovechaba la acústica que ofrece el Auditorio de Castrelos. Un lujo. El escenario se entremezclaba con el entorno con un decorado en el que Hodgson y su banda tenían de fondo una pequeña vegetación, toda una declaración de intenciones, una defensa de la naturaleza en tiempos en los que el cuidado por el medio ambiente tiene tanta importancia.
El fundador, excantante y alma de Supertramp lanzó un claro mensaje. Quería que el público fuera feliz. Hodgson, todo un veterano sobre el escenario, sabía cómo conseguirlo. Optó por presentar su dilema. "Puedo tocar lo que me apetezca o interpretar las clásicas para que todos seáis felices". Hodgson optó por lo segundo. Al contrario de lo que hizo Serrat hace unos años en el mismo escenario, el británico decidió ser pragmático. Regalar a las miles de personas que llenaban la platea y las gradas del recinto del parque vigués con los temas que convirtieron a Supertramnp en una formación mítica.
Roger Hodgson, que ya había advertido de su "poquito castellano", brindaría una de las anécdotas de la velada en "Death and Zoo", momento en el que decidió sacar su móvil y emplear el traductor de Google para que los asistentes entendiesen bien el mensaje. La comunión era total. Era un amor mutuo. El británico y el público siguieron caminando juntos durante la más de hora y media que duró el concierto. Sin embargo, Hodgson quería más. Con el recital bastante avanzado, el de Portsmouth quería más diversión. Ordenó varias veces a la gente que estaba en las sillas que se acercase a la primera fila. Buscaba esa imagen de entrega para cerrar el espectáculo. El público cumplió el mandato en "Dreamer", uno de los grandes clásicos de Supertramp".
La locura ya estaba desataba para esa recta final de show en la que Roger Hodgson justificaría su aura de leyenda. El británico ya tenía al público de pie. Ya no había excusas para disfrutar en una zona de pago que, al igual que sucedió con Tom Jones, contó con 2.500 asientos.
Hodgson se despedía por primera vez tras una memorable interpretación de "Fool's Overture", el tema ideal para ejercer una demostración de fuerza no solo del británico, sino de la banda que le acompañó sobre el escenario del Auditorio de Castrelos. El de Portsmouth regresó para regalar un "bis" con otros dos himnos de su trayectoria musical, "Give A Little Bit" y "It's Raining Again". Era una despedida por todo lo alto después de 100 minutos recordando lo que un día fue Supertramp. De todo el repertorio, Hodgson solo incluyó dos de sus canciones en su etapa en solitario, "Death and Zoo" y "Had a Dream (Sleeping With The Enemy)". El británico daba las gracias a su público y dejaba un mensaje claro y directo. "Nos vemos pronto. Espero volver pronto a Vigo".