Sería algo así como el gol de la victoria en el último minuto. Ese “in extremis” que sucede tantas veces en el fútbol y que le otorga ese carácter épico es a lo que se agarra Vigo para ser una de las sedes que acojan el Mundial 2030, el torneo más importante del deporte rey. El alcalde de la ciudad, Abel Caballero, ha intensificado en los últimos días esa pelea por lograr ser una de las localidades anfitrionas de la competición, algo que ya sucedió en 1982 cuando Balaídos pudo ver, curiosamente, los tres partidos de la fase de grupos de la que acabaría coronándose como la reina del mundo, la Italia de Paolo Rossi.
Si las opciones de Vigo fueran un partido de fútbol, tendrían a Abel Caballero como ese jugador talentoso enviando sus mejores centros al área en busca del compañero que marcara ese anhelado gol. Algo así como el Iago Aspas que en aquel partido histórico contra el Espanyol regaló el gol a Natxo Insa para sellar la milagrosa permanencia en Primera. Aquello fue el triunfo de la cofradía del 4%, lo de ahora es distinto. Es más política que deporte, y el encargado de recoger la indignación que expresa el máximo mandatario municipal de forma reiterada lo ha recogido el presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Rodríguez Uribes, que ayer jueves señaló durante una comparecencia en el Senado que su objetivo es que Vigo sea sede del Mundial 2030. El responsable del organismo perteneciente al Gobierno defiende que España disponga de 13 sedes y no de las 11 que propone la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).
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La medida por la que apuesta el CSD pasaría por incluir a Vigo y Valencia como ciudades anfitrionas a la propuesta que la RFEF remitió a la FIFA y cuya decisión final se conocerá en el mes de diciembre. Las palabras de ayer de Rodríguez Uribes no sorprenden. Tal y como informó este diario, el CSD ya remitió una carta en la que apostaba por la inclusión de Vigo y Valencia para repartir entre el mayor número de lugares del país las bondades que supone albergar un evento deportivo de dimensión mundial.
La mala relación entre RFEF y el Gobierno provocó que la Federación hiciera caso omiso. Excluyó a Vigo y Valencia, provocando que Abel Caballero pida las puntuaciones de cada una de las sedes, denunciando “oscurantismo” y amenazando con ir a los tribunales. En sus críticas, un destinatario: Rafael Louzán. El presidente de la Federación Galega de Fútbol fue el encargado de avanzar la decisión de la RFEF que optaba por situar a A Coruña como sede y a Vigo como subsede. De momento, Vigo está excluida. Pero, tirando de tópicos, mientras hay vida, hay esperanza. Hay partido.