Iván Ferreiro y el Náutico, el idilio perfecto

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Ver a Iván Ferreiro en el Náutico de San Vicente do Mar es constatar que sus canciones son de arena y océano, de sal y puestas de sol. El del Val Miñor lleva mucho tiempo haciendo del escenario su “Casa” allí dónde va, pero ayer jugaba claramente en su terreno. Entre el público había amigos, caras conocidas y fans; pero no fue un concierto para cumplir, fue un regalo de una banda que en cada directo se supera y un repertorio de canciones escogidas para ser coreadas hasta el extremo.

“Estamos dispuestos a tocar todo el rato que podamos”, aseguró Ferreiro al poco de empezar. Ayer ofreció más de dos horas de recital junto con su hermano Amaro Ferreiro, Emilio Saiz, Pablo Novoa, Ricky Falkner, Marta Toro y Xavi Mole. “Me toca tirar”, del segundo disco de la etapa post Piratas “Las siete y media”, fue el tema que abrió la fiesta en O Grove.

Y el sol desapareció por la playa de A Barrosa. Mientras, en ese ecosistema idílico que es el Náutico, llegaron “Tupolev” [“el norte nunca olvida…”] y “Casa”, canciones de su último trabajo. No había prisa, el tiempo se congeló cuando sonaron las primeras notas.

“Hoy es el día más largo en el Valle Miñor, cada destello en la costa y el cielo es mejor. Hoy celebramos que el mundo no para y que tú te estás acercando y se anuncia un verano perfecto”, así empieza “El Bosón de Higgs” (de ese disco en forma de viaje que es “Val Miñor - Madrid: Historia y cronología del mundo”). “¿Estáis bien?”, preguntó Ferreiro. Imposible no estarlo, sus canciones tienen más sentido al lado de la playa.

“M” comenzó a sonar casi por sorpresa. Por muchas veces que la cante, siempre parece la primera. Hubo tiempo para todo. El concierto fue un ir y venir a través de veinte años de canciones, aunque sin espacio para la nostalgia. Sonaron “Promesas que no valen nada”, “Años 80” y esa joya que es “El equilibrio es imposible”; también “S. P. N. B”, “N. Y. C.”, “Toda la verdad” y “Farsante” con Iván solo con su teclado.

Son los gestos, esa forma de retorcerse sobre sí mismo, de colocar los brazos de una forma determinada para explicarte lo que está queriendo decir con esa estrofa exacta… Eso es lo que te impide desconectar en sus directos. A veces se habla de que un concierto es frío, el gallego no sabe lo que es eso. Además, arropadas por esos músicos sus canciones brillan todavía más.

Muchas veces ha dicho que si no la siente, no tocará una canción porque sí. Ese amor/odio es el que siente con “Turnedo”. “Ya sabéis que hay una canción que ya no tocamos. La metemos en la lista pero no la tocamos, por rebeldía”, bromeó. ¡Y la cantó! Porque no hay mejor despedida que ese “y digámonos adiós”. Abrazo a siete sobre el escenario, reverencia al público y a seguir con la fiesta en el mismo sitio: mañana los hermanos Ferreiro repiten en el Náutico, esta vez con Leiva.

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