La hostelería de Vigo lanza un grito de auxilio: "Estamos machacados y destruidos"

Protesta en el Casco Vello de Vigo en noviembre // Adrián Irago

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Nueve brotes. Esa es la cifra oficial que se ha registrado en la última semana en bares, cafeterías o restaurantes de toda España. Concentran un total de 49 contagios. En reuniones familiares o de amigos se registran 376 brotes con 2.196 casos. Son datos del Ministerio de Sanidad y a ellos se agarran los hosteleros para reafirmar que son espacios “seguros”. Con todo, se consideran “perseguidos” ya que sobre ellos recaen las principales medidas de restricción que amenazan con arruinar a un sector atomizado y que se caracteriza por estar protagonizado por pequeños autónomos. En Vigo, la gota que colmó el vaso llegó este viernes con la prohibición de reuniones de personas no convivientes por parte de la Xunta de Galicia. El Casco Vello se llenó de pequeños empresarios avisando de su ruina. En Metropolitano.gal realizamos una radiografía del sector en la ciudad.

Estamos machacados, lo veo todo muy negro, si seguimos así más del 60% desapareceremos”. Son palabras de Amadeo da Silva, propietario de uno de los míticos locales de Vigo en cuanto a tapeo se refiere. El Imperial, situado en la calle Colombia, era otrora un espacio lleno hasta la bandera en el que las tapas y las cañas “volaban” a velocidad de relámpago. Ahora, las facturación se ha reducido a menos de la mitad y “la gente ya no viene a cenar, todo desapareció”, atestigua Da Silva.

La misma opinión tienen en A Mina, otro de las tabernas con más solera de la urbe viguesa. “Se ha notado mucho bajón y hay muchas familias muy tocadas con gente en ERTE y ayudas que no llegan”, explica Cristina García, su gerente.

Cristina se apoya en lo datos sobre contagios, “que dicen que no está habiendo más casos en eventos culturales y restauración”, para mostrar su incredulidad ante las medidas de restricción. “Nos sentimos un poco demonizados, los hosteleros estamos haciendo las cosas bien y habrá pocos sitios más seguros que un bar porque la desinfección es brutal”, asegura. Entiende el miedo al contexto alcohólico, “porque al beber algunos bajan la guardia” pero insiste en que “la gente cumple y el hostelero hace cumplir, aunque no nos corresponda el papel de policía”.

La situación en tabernas como A Mina o Imperial, donde el contexto es “estar un poco en follón codo con codo” hace que sean las primeras perjudicadas en un contexto como el actual. Pero la crisis está llegando a todos. Javier Areal, de uno de los restaurantes más concurridos de la ciudad, Tapas Areal, es especialmente pesimista. “Vamos a pasar mucha hambre, pero no solo los hosteleros, lo veo muy complicado para todo el mundo, cuando se acaben los ERTE… quisiera pensar lo contrario, pero es lo que observo”, explica con un tono en el que se intuye una enorme preocupación. “Este miércoles tuvimos diez personas cenando con una plantilla de ocho, eso es insostenible”, argumenta en el mismo sentido Víctor Barreiro, de Follas Novas.

La desescalada y la buena situación del verano ayudó a que la hostelería no se hundiera y pudiera resurgir tras meses cerrado, pero esta segunda ola amenaza cualquier recuperación. “Conozco gente que pidió préstamos del ICO y ahora tiene que empezar a devolverlos, con el restaurante vacío y sin facturar”, cuenta Barreiro. La situación de hosteleros incapaces de hacer frente a los pagos es otro de los problemas que amenazan a un sector “totalmente destruido”, en palabras de Marco Pérez do Camiño, de Casa Marco, que se muestra “incapaz de ser optimista”.

En Vigo, los hosteleros pasaban un mes tradicionalmente malo como octubre para iniciar la recuperación de la caja con el encendido de las luces de Navidad y el enorme atractivo turístico con hoteles llenos. “Todo eso se acabó, está destrozado”, coinciden todos los hosteleros. Sin expectativas de recuperación navideña, con las cenas de empresa desaparecidas y los turistas confinados, llega otro problema. El frío y la lluvia. “Estamos en Galicia, la gente solo quiere estar en terraza, pero con el mal tiempo y la gente asustada se notará mucho bajón”, predicen desde A Mina.

Sobre la iniciativa para adelantar cenas a las 20:00 horas la mayoría se muestra especialmente escéptico. “Es una petición estupenda, pero complicada de ejecutar. Aquí no tenemos horarios europeos, la gente está trabajando a las 20:00 horas”, lamenta Cristina García. Opinión con la que coincide el resto de hosteleros. El gerente de la Federación Provincial de Empresarios de la Hostelería, César Ballesteros, apunta que “para cenar a las ocho hay que comer a la una y no conozco a nadie que lo haga”.

En este sentido, desde Feprohos, argumentan que han “hecho sus deberes y cumplen estrictamente” y aún así, las medidas se ceban con ellos. Piden además ayudas directas ante los cierres obligatorios. “Alemania obliga estos días a cerrar pero compensa con el 75% de la facturación del año pasado”, explica Ballesteros para recordar que un restaurante con 25 años de historia en la ciudad ha cerrado ya las puertas. “Su dueño se prejubila y se queda con una deuda de 30.000 euros de los créditos ICO, eso está pasando”, explica.

La patronal de hosteleros pide acabar con la “falta de sensibilidad” y que se lancen medidas efectivas para reducir los impuestos que pagan. “En algunas ciudades nos están pasando tasas del 100% a pesar de que estuvimos cerrados, no es legal”, lamenta a la vez que pide más implicación en el caso de la urbe gallega. “De Vigo hemos conseguido descuento proporcional al tiempo que hemos estado cerrados y teníamos ya una exención en la tasa de las terrazas del 95%”, pero “esperamos mayor implicación de un Concello con un enorme superávit”.

Los hosteleros avisan, no podrán aguantar mucho más tiempo y el sustento de miles de familias pende de un hilo. “Lo estoy viviendo fatal, psicológicamente me está afectando muchísimo, no sé cuánto aguantaré”. Con estas palabras, Amadeo da Silva, de El Imperial, resume la situación de gran parte del sector. “Es desolador”, resume Cristina García, de A Mina. Quisiéramos finalizar este reportaje con un adjetivo de esperanza, pero fue imposible encontrarlo en la boca de sus protagonistas. La pandemia amenaza ya con salirse de control. Siguen sumándose muertos y las medidas continúan escalando en mayores restricciones. Ahora, muchos solo piensan en cómo aguantar.

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