Los proyectos que prometieron revolucionar Vigo y se quedaron olvidados en un cajón

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Vigo es la ciudad condenada a no ejecutar nunca sus grandes proyectos transformadores. Ni los históricos bocetos de Antonio Palacios para convertir a Vigo en una ciudad monumental, a costa eso sí de acabar con el Casco Vello, ni la eterna promesa para construir un metro que mejore el tortuoso servicio público de transporte llegaron nunca a completarse. Sin embargo, estos son solo dos ejemplos de la multitud de megaconstrucciones que se llegaron a proponer para la ciudad y que, en algunos casos, estuvieron a un paso de hacerse realidad, pero nunca lo hicieron. No obstante, la maldición de la ciudad hace que los grandes cambios se queden en muchas ocasiones en una simple infografía. A continuación repasamos seis grandes proyectos que hubieran cambiado para siempre la ciudad -para bien o para mal- y que se encuentran irremediablemente en el olvido.

Centro Beiramar

Con un presupuesto de 134 millones de euros, Caballero presentó en 2006 cuando era presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo una reforma global del frente marítimo en Beiramar. Se actuaría en 24.000 metros cuadrados para reformar una fachada al mar de 400 metros que incluiría un llamativo edificio que buscaba representar los componentes de la Ría, con la ondulación de las olas, las bateas, los faros, las velas…

Firmado por Árgola Arquitectos, se presentó como el “World Trade Center del Noroeste” en un edificio que combinaría oficinas, dotaciones culturales y de ocio. Construido principalmente con fachadas de cristal, estaba previsto su iluminación con diferentes colores. Lo más llamativo fue su forma, creando una inmensa ola sobre la cual se alzan, suspendidas en pilares de acero, tres estructuras cuadradas que buscaban simular bateas. Se incluye también una vela, donde se instalaría la biblioteca, y cuatro faros.

Todo el complejo contemplaba desde una piscina olímpica a salas de cine, pasando por zonas de restauración, un planetario o un jardín botánico. La terraza se convertiría en un excepcional mirador a la Ría de Vigo. Con este edificio, que completaba la reforma iniciada con el auditorio Mar de Vigo, se incluían también 2.000 plazas de aparcamiento y su ejecución implicaría demoler las actuales naves industriales de Beiramar. También supondría peatonalizar la avenida con un túnel de 1,4 kilómetros que canalizaría el tráfico.

El gran problema, además del enorme coste, llegó con las concesiones que ocupaban esos terrenos. En total, 22 concesiones en manos de 16 empresas con las que el Puerto debería negociar su salida. El plazo de ejecución de las obras era de cuatro años, con lo que debería haberse construido completamente en 2010.

Peirao XXI, de Jean Nouvel

El fallido Plan Nouvel proponía una reordenación global del frente marítimo

El proyecto de Centro Beiramar pasó rápido al olvido. En su lugar, Abel Caballero presentó aún como presidente del Puerto, a unos meses de las elecciones municipales que le darían la Alcaldía de Vigo, una nueva propuesta, esta vez firmada por el renombrado arquitecto Jean Nouvel. Bautizado como Peirao XXI, la ambiciosa reforma incluía un centro de talasoterapia, un museo oceanográfico y, lo más llamativo, una torre menhir ubicada al final del muelle para dar espacio a un hotel, restaurante, oficinas y centro de conferencias.

La reforma se centraba principalmente en el muelle e incluía un espacio junto a la terminal de pasajeros del Puerto para albergar restaurantes, bares y áreas de trabajo. Se contemplaba también una piscina elevada por encima del nivel del muelle “para dar la impresión de estar nadando en el mar” mientras que un “jardín de las mareas” compuesto por plataformas de granito en diferentes alturas haría que sus límites varíen según las mareas. Incluía una playa mineral en el centro de la ciudad.

Otra de las claves se basaba en extender la calle Colón hasta el propio puerto “reconfigurando todo el frente marítimo convirtiéndola en un bulevar de la ciudad que ingresaba al mar". Pero sin duda, el enorme edificio en forma de menhir que se alzaba con 90 metros de altura acaparó todas las miradas. Ubicado en el borde norte de la extensión del muelle, se revestía con una fachada perforada cubierta de vegetación que buscaba sugerir erosión y sedimentación realizada en la roca. Albergaba un hotel y un restaurante panorámico en los pisos superiores. Una vez más, la iluminación jugaba un papel fundamental. En las mareas bajas se iluminaría de color turquesa y en las altas de tonalidades azules. El presupuesto total era de 268 millones y su inauguración estaba prevista para finales de 2010. La salida de Caballero del Puerto de Vigo llevó al proyecto al olvido. Ni su sucesor Jesús Paz ni Corina Porro se mostraron dispuestos a ejecutar el plan. Más tarde, Enrique López Veiga emprendió un camino opuesto para apostar por más rellenos y menos acceso ciudadano al borde marítimo.

Peatonalización de Beiramar

Más allá de grandes proyectos de transformación radical de la ciudad, una de las promesas que más permitiría humanizar la franja marítima, ganar espacios verdes y zonas peatonales es la prometidísima y siempre postergada peatonalización de Beiramar en el entorno del puerto pesquero. La primera versión conocida surgió durante el breve Gobierno de la Xunta del PSdeG y BNG. Por entonces, en 2007, la conselleira de Política Territorial, María José Caride, hoy teniente de alcalde y concelleira de Urbanismo en el Concello de Vigo, anunció que el Gobierno autonómico daba el primer paso para realizar el proyecto que permitiría construir el túnel.  El proyecto era también demandado por la entonces regidora local, la popular Corina Porro.

La salida del bipartito y la llegada de Feijóo a San Caetano no parecía suponer un problema para la construcción del túnel. Aunque la nueva Xunta del PP descartó el anteproyecto socialista, licitó en 2010 la redacción de un nuevo proyecto constructivo por 1,3 millones de euros. Entonces el coste del túnel se estimó en 70 millones de euros y su longitud sería de 1,3 kilómetros.  Al contrario que el plan bipartito, ahora se mantenía un carril en superficie para tráfico de transporte especial y portuario, pero la mayor parte transcurriría bajo tierra. La Xunta llegó a anunciar que la humanización y el túnel estarían terminados en 2014. Las malas noticias llegaron en 2015 cuando la conselleira de Infraestructuras, Ethel Vázquez, daba un giro para pedir que tanto el Puerto como el Concello debían colaborar en la financiación de la construcción. Desde entonces, el proyecto fue quedando en el olvido y, siete años más tarde de la fecha fijada para su inauguración, el tráfico pesado sigue circulando por Beiramar. El eterno, prometido y ansiado túnel sigue ausente en la agenda de la Xunta de Galicia.

Funicular de O Berbés al Concello

Olvidado por muchos, el actual proyecto de Vigo Vertical tiene un antecedente en 2008, cuando el BNG dirigía la consellería de Vivenda e Solo. Tras convocar un concurso de ideas a través del Consorcio Casco Vello, la firma B01 Arquitectes se llevó el primer premio con su propuesta de "ascensor inclinado" de tipo funicular. El estudio de arquitectura explicaba entonces que "la tecnología funicular ha mejorado mucho y ahora la infraestructura es más ligera e integrable que los antiguos armatostes".

El funicular sobre railes tenía una cabina con una capacidad para 30 personas, salvaba una pendiente de 67 metros y contemplaba una frecuencia de diez minutos para conectar O Berbés y Praza do Rei con dos paradas intermedias, una en la calle de los Poboadores y otra en el Paseo de Alfonso XII. La última estación, en el castillo de San Sebastián, se integraba con la actual zona verde.La Consellería de Vivenda e Solo, entonces dirigida por Teresa Táboas, se comprometió a poner en marcha el proyecto en el 2010. Una vez más, el cambio en la Xunta implicó el cerrojazo al proyecto, aunque se recuperaría la idea original con el actual Vigo Vertical que partiendo de la misma idea de facilitar la accesibilidad en la compleja orografía de Vigo, se ha traducido ya en la construcción de diversos ascensores, rampas y escaleras mecánicas en diferentes punto de la ciudad. Donde se planteaba este funicular se construirá un ascensor que permitirá conectar O Berbés con el Paseo de Alfonso XII dentro del proyecto de reforma de Barrio do Cura, ya en marcha.

Demolición del actual edificio del Concello

En mayo de 2008 el arquitecto Rafael Moneo recibió el encargo para reformular la actual plaza del Concello y estudiar la posible demolición del edificio consistorial, una mole fuera de lugar odiada por la mayor parte de los vigueses. El arquitecto presentó en 2009 su propuesta. Se demolía la torre del Concello y el edificio de la Xerencia de Urbanismo. El objetivo era crear una enorme plaza pública que conectaría con las laderas de O Castro, mientras que para las dependencias municipales se proponía construir un nuevo edificio, principalmente acristalado y de poca altura -cuatro plantas- con unos 19.000 metros cuadrados en un lateral de la plaza. Con todo, el proyecto era especialmente negativo para la Panificadora, que se quedaría encajonada y arrinconada.

Los planes contemplaban sufragar parte del enorme coste de su construcción creando zonas comerciales que permitieran cofinanciar los gastos. Solamente la parte administrativa rondaría los 50 millones de euros. Además de la plaza, convertida en mirador, la actuación crearía un enorme parking subterráneo de más de 1.300 plazas.

Segundo puente sobre la Ría de Vigo

Cuando también corrían los locos años de la nueva década de los 2000, el presidente de la Confederación de Empresarios de Pontevedra, José Manuel Fernández Alvariño, proponía la construcción de un segundo puente sobre la ría de Vigo. La idea comenzó a gestarse en 2005 y la propuesta consistía en levantar un puente entre Alcabre, en Vigo, y Punta Balea, en Cangas.  La infraestructura uniría los dos extremos de la ría que se encuentran a una distancia de 3.175 metros, frente a los 670 de Rande. La estructura volaría 1.852 metros entre apoyos  y su plataforma se elevaría 75 metros sobre el agua, con miradores a 200 metros de altura sobre los soportes. La propuesta incluía, además de tres carriles por sentido de circulación, vías bajo el tablón para un futuro metro ligero y, una pasarela central peatonal acristalada.

Su construcción, que posiblemente hubiera causado un impacto medioambiental irreparable al ecosistema de la Ría de Vigo, además del visual, estaba presupuestada en 400 millones, que se financiarían a través de un peaje. La Xunta, en cambio, llegó a calcular el coste en 1.200 millones de euros.

 

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