Lo que esconden las escaleras de II República: “la mina y los viajes del agua”

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Vigo cuenta desde este jueves, 22 de marzo, con cuatro tramos de escaleras mecánicas que conectan dos zonas de importante desnivel desde Porta do Sol hasta el Paseo de Granada. Una obra que, en palabras del alcalde, Abel Caballero, refleja “la modernidad” de la ciudad. Lo hace, además, en pleno corazón histórico de Vigo, en una fusión entre historia viva de la ciudad y su presente y futuro como urbe gallega.

Precisamente bajo uno de los tramos mecanizados, el Concello de Vigo se encontró con parte de esa historia de Vigo, oculta bajo las piedras y los años de olvido. En el corazón de la ciudad, una vieja galería dónde el agua potable brotaba y viajaba a través de las calles para calmar la sed de los antiguos habitantes olívicos. Se trata de la Mina de Neptuno.

Ahora, con la actuación que se engloba dentro del Vigo Vertical, vigueses y viguesas también pueden recuperar parte de su memoria para viajar al pasado e imaginarse a sus antepasados calmando la sed en la Fuente de Neptuno, hoy desaparecida y situada en lo que hoy es Porta do Sol.

El manantial en las faldas del Castillo de San Sebastián alimentaba esta y otras fuentes que formaban parte de una gran obra de ingeniería en lo que se conoce como “viaje del agua”. Parte de ese viaje lo podemos comprobar gracias a la “ventana al pasado” dispuesta por el Concello de Vigo y que nos permite ver un tramo de galerías. Una obra que forma parte de todo un sistema de pozos, ramales de distribución, depósitos y fuentes, como la que también se ha recuperado en la propia subida de II República.

La galería que ahora podemos ver, además de alimentar con su agua a la Fuente de Neptuno, también vertía su agua al llamado “Depósito da Pulguiña”, situado en el mismo punto y que alimentaba numerosas fuentes a lo largo del Casco Vello vigués en el siglo XIX.

Toda esta canalización se remonta, al menos, a 1601 cuando Felipe III se dirige al por entonces “alcalde mayor de la villa de Vigo” explicando que “de no haber fuente de agua dulce en ella, se padecía una grandísima necesidad por lo cual sus partes habían acordado sacar una fuente de un cuarto de legua de esa villa y traerlo un buen pedazo por canales de piedra”. Estos canales fueron construidos, reparados y usados entre el XVII y el XIX. Ahora, el agua vuelve a brotar por el Casco Vello mientras la ciudad enfila su futuro.


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