Vigo es una ciudad que se construyó a sí misma y, en ocasiones, lo hizo olvidándose de su pasado. Las obras de Elduayen, que han dejado a la luz restos de antiguas edificaciones nos hacen recordar que, en el subsuelo, la historia sobrevive a pesar de todo. Un ejemplo claro es el esperpento traducido en el actual edificio del Concello, construido parcialmente sobre el antiguo Castillo de San Sebastián. En casos como este, poco ya se puede hacer, pero en otros, sí podemos volver al pasado para entender capítulos claves de nuestra historia. Lo cierto es que, en el pasado reciente, el subsuelo de Vigo esconde un amplio patrimonio urbanístico e industrial, tal y como demostraron desde Montañeiros Celtas de Vigo.
Si viajamos todavía más al pasado, la fortaleza de O Castro es el recinto defensivo más importante de la ciudad. Fue construida entre los siglos XVII y XVIII sobre las ruinas de un antiguo castillo medieval, derruido entre 1480 y 1482, y sirvió de protección para la ciudad ante los constantes ataques que recibía. Sin embargo, las pobres murallas de la ciudad, de escasa calidad, y la lejanía de la fortaleza, a 147 metros sobre el mar, impedían repeler con efectividad los ataques desde los barcos, por lo que los proyectos de mejora se sucedieron a lo largo de los años sin que nunca acabara por convertirse en un fuerte inexpugnable.
Con todo, la fortaleza ha llegado mejor o peor conservada a nuestros días. Y lo hace, además, rodeada de leyendas. Sus túneles que discurren parcialmente bajo la fortificación han servido como referencia para multitud de historias que suelen tratar sobre huidas de película y recorridos bajo la ciudad. Tras las obras de recuperación de la muralla, que permitieron limpiar los muros y dotarlos de iluminación, el Concello de Vigo busca ahora poner en valor estos túneles, con un proceso de musealización que está pendiente del visto bueno de Patrimonio de la Xunta, pero que ya cuenta con dotación presupuestaria del Gobierno de España. El proyecto los dotará de iluminación y podrán ser visitados.
La parte del proyecto que más ha llamado la atención, además de crear un espacio de interpretación del ataque de los ingleses en 1719 en el que la fortaleza de O Castro intentó resistir el envite hasta que acabó derrotada, es la recuperación de los túneles. Aunque no parece que sirvieran para crear recorridos bajo tierra en forma de calles subterráneas de huida, como algunas leyendas sostienen, estos túneles si parecían servir para guardar alimentos, material de guerra y dar cobijo a soldados heridos lejos del ataque de las bombas.
A falta del estudio que permita seguir redescubriendo el tamaño exacto de las galerías que todavía se conservan, un plano del ingeniero Antonio Doffus Vélez Dávila de 1705 muestra el esquema de la fortaleza y, lo que es más reseñable, incluye además de las puertas de acceso al interior, a través de senderos dibujados, las minas bajo tierra, así como los ramales de los diferentes túneles usados no solo como almacén sino como espacio de enfermería y protección. A la espera de que podamos recorrer los túneles como se hacía en el siglo XVIII, nos queda seguir imaginando leyendas y, sobre todo, no olvidar nuestro valioso patrimonio.