Zona Franca estrena su nueva sede en Areal y se descubre un misterioso pozo oculto

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Zona Franca regresa al centro de Vigo. Este martes, el delegado territorial del Consorcio, David Regades, así como el alcalde de Vigo y también presidente de Zona Franca de Vigo, Abel Caballero, y la presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva, visitaron la nueva sede de Areal, donde durante años se ubicó el Rectorado, para dar por finalizado el traslado de la institución desde Bouzas.

El edificio completa la “vuelta a los orígenes de Zona Franca, donde empezó hace 75 años, con una nave en el muelle de Areal”, expresó el delegado de Zona Franca, David Regades, para asegurar que “estará abierto a la ciudadanía”. Además de realizar un recorrido por las instalaciones, Regades, Caballero y Silva descubrieron esta mañana la escultura El Abrazo, de Andrés Conde, situada en el exterior del edificio y que busca representar el reencuentro de la institución con la ciudad.

El edificio fue adquirido al Concello por 5,6 millones, y su reforma supuso una inversión de 3,1 millones de euros, que el Consorcio dice que recuperará en “menos de diez años” con lo que ingrese por los alquileres de su anterior sede en Bouzas. El nuevo edificio ubicado en un enclave estratégico busca ser la casa de emprendedores, empresas y startups.

El edificio que ahora acogerá al Consorcio tuvo como primer propietario a Fernando Carreras, un empresario que había retornado de Cuba. La obra se terminó de construir en 1865 y fue un hito en su momento al constituirse como el primer gran palacete residencial moderno de la época. Años después el edificio fue adquirido por el Banco de España, que encargó su reforma y modificó la cubierta con un lucernario acristalado, según el proyecto de Eduardo de Adaro, en 1895. Fue en esa etapa cuando se incorporan una serie de buhardillas en el bajo cubierta.

Tras la guerra civil, el edificio pasa a ser sede del Gobierno Militar, que encargó otro proyecto de reforma que modificó de nuevo la cubierta e instaló un frontón como remate superior de la fachada norte. También se hizo una ampliación. En 1989 pasa a la titularidad del Concello de Vigo, que lo cede a la Universidad de Vigo para su primer Rectorado. De esa época son las vidrieras de Laxeiro, instaladas en el hall principal.

En 2006 pasaría de nuevo a manos del Concello y en él se instalarían dependencias municipales y el despacho de Alcaldía, de la mano de Corina Porro. Ahora, el edificio vuelve a cambiar de manos. Regades defendió que la práctica totalidad de la planta baja se destinará a “uso ciudadano” con un salón de actos y dos aulas. También se podrán reservar varias salas de reuniones de la primera planta.

“Las oficinas del Consorcio ocupan en Areal menos espacio, pasamos de 2.700 metros cuadrados en Bouzas a menos de 2.000 en Areal y añadimos nuevos ingresos con los alquileres de Bouzas, donde en enero la ocupación será del 80%, para seguir invirtiendo en la economía del área de Vigo”, expresó el delegado del Consorcio.

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, defendió que el traslado es un “paso muy importante en la transformación de la ciudad de Vigo” que refleja que “Vigo va como un cañón”. El regidor vigués se congratuló de que a pesar de la ola de contagios o los problemas de suministros, “el corazón de la economía de Vigo funciona”. La presidenta de la Diputación, Carmela Silva, mostró su deseo por que “la ciudad se apropie de un edificio cerrado a la gente” y pronosticó que “tener a Zona Franca en el centro de Vigo va a ser un revulsivo para la ciudad”.

Un pozo subterráneo oculto durante décadas

En el acto de puesta en servicio se descubrieron los secretos del edificio, que se han puesto en valor tras la reforma, el más llamativo un pozo subterráneo, con una escalera de piedra de acceso, que ahora se puede ver al instalar un cristal e iluminación.

Los técnicos de la reforma estiman, tras el análisis de los planos, que el pozo se construyó a la vez que la casa particular inicial y que, en la ampliación que se realizó para el Gobierno Militar, quedó oculto. No descartan que luego pudiera utilizarse como almacén de objetos que sus moradores no querían que vieran la luz.

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