Miles de personas se arremolinan en la calle Príncipe en torno al antiguo edificio del Círculo Mercantil. Algo pasa. Expectación. El Celta va a presentar a toda la ciudad su nueva sede social en medio de una gran fiesta. Salen los jugadores, actúan los “triunfitos”, canta Miguel Costas... Pero en ese momento nadie mira hacia arriba, donde está plantada la cúpula celeste y a su alrededor discurre un carril rígido de la empresa viguesa Anclajes Marcelino.
Meses después de la inauguración los viandantes que pasean por Príncipe junto a la sede del Celta sí que miran hacia arriba. Desde lo más alto del edificio penden los trabajadores de limpieza, que se descuelgan con sus cuerdas por la cúpula como si fuesen el “Hombre Araña”. El sistema de limpieza permite al operario desplazarse horizontalmente por la fachada sin la necesidad de volver arriba para cambiar el punto de anclaje del que se suspende la cuerda.
El caso concreto de la instalación de la sede céltica fue complejo debido a que la curvatura de la cúpula no es circular. Se necesitó ensamblar hasta ocho tramos de diferente curvatura para que los trabajadores pudiesen completar la limpieza de la cristalera sin que el carro al que se enganchan sus cuerdas se atascase en ninguna de las uniones.