El aplauso sanitario en un bloque de edificios de la calle Pablo Iglesias aguardaba una sorpresa para Ana. Era un día especial para ella. Cumplía 18 años. Alcanzaba la mayoría de edad. Las estrictas medidas del estado de alarma impedían realizar una celebración normal. Sin embargo, su madre quería que viviera un día especial. Bastó con una simple nota en el garaje para realizar una fiesta sorpresa de cumpleaños. El objetivo era claro. Un plan muy sencillo. "El viernes, a las ocho de la tarde, después del merecido aplauso, ¿podemos cantarle todos juntos el cumpleaños feliz?".
Llegaban las 20:00 horas. El aplauso se convertía de nuevo en ovación. Vítores y algún claxon volvían a convertirse en una inyección de apoyo, fuerza y ánimo a los sanitarios que luchan en cada minuto por vencer al coronavirus que ha acabado con la vida de miles de personas y que nos ha sesgado la libertad. Después del reconocimiento, se entonaba el "cumpleaños feliz". Ana disfrutaba de su momento. De su día. Posiblemente no era la fiesta que imaginó, pero tuvo un "cumpleaños feliz" multitudinario.
Los balcones y terrazas se han convertido en el espacio de ocio analógico de esta cuarentena. En Valencia organizaron un festival de música el 19 de marzo. En Vigo, además del aplauso diario de las 20:00 horas, hemos vivido dos movilizaciones. La sociedad ha demostrado que puede manifestarse desde su propia casa sin hacer uso de la tecnología. Solo basta con una cacerola para expresar el rechazo a causas que consideran injustas como era la producción en PSA Vigo en pleno estado de alarma o la condena a la opaca fortuna del rey Juan Carlos I.