Antes de hablar de esta película, tendremos que ponernos en contexto.
6 de enero de 1994. Nancy Kerrigan llorando al grito de “¿por qué?”, de forma repetida. Tras un entrenamiento como otro cualquiera, la patinadora fue atacada por alguien para ella desconocido y posteriormente encontrada en el suelo, tocándose la rodilla, siendo atendida por unos médicos que no entendían nada.
Descartada completamente para los campeonatos nacionales, se pensó que la agresión podría poner también en riesgo su participación en los Juegos Olímpicos de Invierno de ese año en Noruega, pudiendo incluso ser el fin de su carrera deportiva. Por fortuna, la lesión finalmente no fue para tanto. Sí lo fue el caso que sacó a la luz el suceso una vez fue investigado.
Tonya Harding, que había sido la primera estadounidense en ejecutar un triple giro en el aire, hito con el que se alzó con el título nacional de mejor patinadora de Estados Unidos en 1991, ante la ausencia de Nancy, no tuvo problemas a la hora de ganar el campeonato nacional de ese año y de clasificarse para los Juegos Olímpicos. La situación para ella, sin embargo, no tardaría en empeorar.
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(ESTA CRÍTICA PODRÍA CONTENER SPOILERS)
La patinadora fue implicada en el caso tras descubrirse que habían sido su esposo, Jeff Gillooly, y su guardaespaldas, Shawn Eckhardt, los encargados de planificar, intelectualmente, el ataque llevado a cabo por Shane Stant con un bastón de metal.
Estos culpables son descubiertos casi de forma cómica e inmediata. Eckardt iba por ahí alardeando de haber agredido a Kerrigan, llamándose a sí mismo líder de una pandilla a la que denominaba como “The Hit Team”. Este “equipo” se había registrado en los hoteles con sus nombres reales y pagaron todo con tarjetas de crédito. La policía sólo tardó dos días en detenerles a todos, incluyendo al marido de Tonya, Jeff Gillooly. Todos ellos acusaron a Harding de ser el cerebro de la operación. A pesar de sus negativas constantes cuando era preguntada acerca de si tenía algo que ver con el ataque a su compañera, Tonya se convirtió en la principal sospechosa tras la agresión, algo que no le impidió acudir a los Juegos Olímpicos.
El equipo olímpico decidió darle la otra plaza a Nancy, dejando fuera a Michelle Kwan, que había quedado segunda tras la lesión de Kerrigan, dándole a esta última 6 semanas para recuperarse de su dolencia.
En el periodo de tiempo restante hasta la llegada de la competición, los periodistas pincharon el teléfono de Tonya, forzaron su salida de casa llamando a la grúa para que se llevase su coche, llamaban a su timbre mientras dormía… La CBS, con los derechos de emisión de los Juegos Olímpicos, aprovechó el masivo tirón mediático y siguió alimentando la rivalidad, asegurándose unas audiencias millonarias.
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El Comité Olímpico le sugirió a Tonya que se retirase por las crecientes sospechas de que ella había sido la responsable del ataque. Harding amenazó con demandarles por 10 millones de dólares. No había sido formalmente acusada y no existían pruebas de que ella estuviera relacionada con el suceso.
Estando en el mismo equipo, ambas tuvieron que compartir sesión de entrenamiento, siendo ésta una escena que levantó expectación a nivel mundial, a causa de los antecedentes mencionados. Más de 400 fotógrafos en Noruega esperaron el encuentro entre ambas. No se dirigieron la palabra en ningún momento, apareciendo Kerrigan con el mismo maillot que llevaba cuando fue agredida. La final de patinaje sobre hielo fue seguida por 48,5 millones de estadounidenses, siendo el tercer evento deportivo más visto en la historia del país.
El turno de Tonya llegó y no apareció en pista. La megafonía no dejó de repetir su nombre insistentemente, recordándole que sería descalificada si no aparecía en 30 segundos. La patinadora apareció en el último momento, pero tras empezar su ejercicio, se echó a llorar. Sofocada, se acercó a los jueces y les explicó que tenía una bota rota. Ante el abucheo del público, el jurado le permitió arreglar el imprevisto, terminando Harding haciendo su actuación, pero sin impresionar a nadie.
Kerrigan llegó a continuación, hizo un ejercicio casi perfecto y recibió una tremenda ovación. Era la favorita, pero quedó en medalla de plata, por detrás de la ucraniana Oksana Baiul, en lo que muchos estadounidenses defienden que fue un tongo por parte de los jueces, difundiendo el rumor de que estos quisieron castigar a la delegación americana por lo mal llevado que estuvo todo el espectáculo mediático de las semanas previas. Harding acabaría octava.
Pasados los Juegos Olímpicos, Tonya sí se declaró culpable de haber obstruido la justicia, reconociendo que supo quién estaba tras el ataque a su compañera tras ocurrir éste, no comunicándoselo a la policía.
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Declaró que fue amenazada de muerte por su marido para que no hablase con las autoridades. Que no supo nada antes, pero sí conoció detalles en los días posteriores que no comunicó en su momento. Los medios estadounidenses, sin embargo, sólo titularon que se había declarado culpable, quedando en el recuerdo público como la responsable de la agresión.
Fue despojada del título ganado en los Campeonatos Nacionales y suspendida de por vida por la Asociación de Patinaje Estadounidense, al considerar que sabía de la conspiración.
Tras tener que alejarse de forma definitiva del mundo del patinaje, aprovechó su fama para participar en programas televisivos e incluso comenzar una corta carrera en el mundo del boxeo.
A día de hoy, Harding se sigue declarando inocente y el caso está, actualmente, cerrado. Años más tarde, Shane Stan reconocería que mintió en la confesión y que nunca escuchó nada que incriminase a Tonya. Ella diría en 2014, acerca del motivo por el que le ocultó la verdad a la policía, que “mi marido me pegaba, pero también lo hacía mi madre y ella me quería”.
Lo que nunca se pudo establecer fue hasta qué punto estaba, exactamente, implicada en el plan de su marido. Muchos, a pesar de esto, consideran que fue una víctima de los medios y de la sociedad estadounidense, siempre ávida de carnaza. Tras sufrir abusos por parte de su madre cuando era una niña, se encontró con lo mismo por parte de su marido al crecer. Los jueces deportivos, por su parte, siempre la despreciaron por su manera de vestir y por no ser un modelo a seguir. La patinadora pasó toda su vida sufriendo ataques, por si fuera poco, en todos los ámbitos posibles.
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Tonya Harding, ¿víctima o villana? Todavía a día de hoy la gente no se pone de acuerdo sobre si considerar que es la maldad en estado puro en el deporte estadounidense o una simple víctima de una situación de maltrato continua que tuvo que soportar ya desde su infancia, algo que se ve reflejado en la película. Este proyecto supone una representación del caso, con Margot Robbie en el papel de Tonya, que incluso llegó a ser acusada de contratar, personalmente, a un matón. Como el personaje interpretado por la australiana dice en un momento de la película, mucha gente llegó a estar convencida de que ella había sido vista llevando a cabo el ataque por su propia cuenta.
La actriz, que también ha sido productora de la película, hace un trabajo, a lo largo de todo el metraje, espectacular, que le ha valido para ser nominada en la presente gala de los Oscar en la categoría de Mejor actriz principal, con una interpretación en la que pasa de la euforia a la desolación, de forma muy conseguida, en cuestión de segundos.
La propia Margot ha reconocido no saber de la historia hasta que el guion cayó en sus manos: “Al principio pensé que se trataba de una historia de ficción, pero cuando empecé a indagar en los hechos reales, lo que más me impresionó fue la bola de nieve en que acabó convertido el escándalo y cómo las mujeres son retratadas en los medios y se les suele imponer fácilmente una etiqueta.”
Kerrigan apenas aparece, algo de lo que también habla Robbie en su papel como productora: “Nunca quise dar esa visión de dos mujeres enfrentadas que tanto gusta en los medios y entre los guionistas. La historia no trata de la relación de Tonya con Nancy, que además no era próxima, sino con aquellos que como su madre y su marido afectaron más en su vida.”
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La actriz se mete en la piel del personaje de Tonya desde los 15 años en adelante, en un trabajo de adaptación a cada distinto momento cronológico espectacular. La película narra la vida de Tonya entre los 4 y los 44 años de edad, siendo todo el trabajo relativo al maquillaje, vestuario y demás sobresaliente, principalmente en el caso de Robbie, cuya apariencia es adaptada en función del momento en el que la veamos de forma maravillosa.
La australiana entrenó durante meses y estudió de forma obsesiva muchos de los vídeos de la deportista disponibles en la red para imitar lo máximo posible su carácter físico, llevando a cabo ella misma las escenas de patinaje, a excepción de las más complicadas, en las que fue sustituida por una doble, insertándose posteriormente su cara gracias al CGI. No cabe duda de que Robbie se ha dejado el alma en este proyecto, a pesar de ser su triunfo en la gala de los Oscar de este año harto complicado, a causa de la feroz competencia con la que tendrá que lidiar en la categoría en la que está nominada.
Al respecto de estas escenas, Tom Ackerley, productor de la película, declararía que “puedes ver las escenas de patinaje y entenderlas como si fueran las secuencias de acción de una película de tiros. La mecánica de cómo filmamos el patinaje es similar, con especialistas, efectos visuales y todos los demás elementos que hay que coordinar para poder sacar adelante escenas así. Conseguir hacer todo esto, a la escala y con el presupuesto del cine independiente, fue increíblemente complicado.”
Allison Janney (El ala oeste de la Casa Blanca), por otro lado, sobresale en el papel de madre de Tonya, siendo incluso nominada a Mejor actriz secundaria, partiendo como favoritísima para llevarse la estatuilla, tras haber levantado ya el Globo de Oro y el Bafta en esta misma categoría por su actuación en la película. Sebastian Stan, en el papel de Jeff, cumple con su trabajo, sin destacar en exceso, ni para bien ni para mal.
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La película comienza con un texto sobre un fondo negro en el que se puede leer “basada en entrevistas libres de ironía, salvajemente contradictorias y totalmente verdaderas con Tonya Harding y Jeff Gillooly”, algo que ya supone un adelanto del tono macarra que encontraremos a lo largo de todo el metraje. El proyecto alternará las vivencias de sus protagonistas con recreaciones de entrevistas hechas a los mismos. Será al final de la película, a lo largo de los créditos, cuando podamos ver algunas imágenes reales de archivo, actuaciones de la auténtica Tonya incluidas, que nos permitirán ver las similitudes entre los personajes de la película y las personas en las que ésta está basada.
Hija de un matrimonio infeliz, con su padre, que siente auténtica adoración por ella y pasa tiempo en su compañía. Y su madre, LaVona, interpretada por una gran Allison, responsable de que Tonya acuda a clases de patinaje.
Harding es un prodigio en este deporte, pero no termina de convencer a unos jueces que buscan princesas por encima de lo competitivo, siendo Tonya algo que supuestamente va en contra de sus intereses, hecho contra el que tendrá que combatir a lo largo de toda su carrera, teniendo más en cuenta estos supuestos expertos su imagen o la vida que lleva fuera de las pistas, siendo, eso sí, demasiado buena como para poder ser ignorada por esa gente, algo que hace todavía más irónico que esta película surja por un escándalo mediático que por sus méritos deportivos.
Tras años siendo maltratada por su madre, Tonya se marchará de casa tras contraer matrimonio con Jeff. Lo que en un principio será una liberación tras años de castigo, se terminará revelando como más de lo mismo, siendo su marido otro maltratador que no dejará de atacar de forma continua a Harding.
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De forma paralela a su vida personal, iremos viendo también cómo se desarrolla de forma exitosa la carrera de Tonya, a pesar de las trabas impuestas por los jueces, ejecución del impresionante triple axel por su parte incluida, siendo la segunda mujer en hacerlo en una competición y la primera estadounidense en lograrlo. Todo hasta llegar al punto en torno al que gira toda esta película, el ya comentado incidente con Nancy Kerrigan, que marcaría su vida para siempre.
Una representación del tan manido sueño americano, saliendo de la nada y consiguiéndolo todo, quedando finalmente como algo inexistente de lo que se cae prácticamente al momento, pues sólo serás válido para ello si formas parte de la impoluta imagen que éste quiere proyectar. Lectura de dos Américas muy distintas que conviven de forma paralela en tiempo y espacio, siendo Kerrigan la triunfadora elegante y de clase alta, representando Tonya el papel de la chica de clase obrera que llega a la cima a pesar de todo, con un estilo de patinaje alejado del clásico que disgustaba a los jueces, entre otras cosas por la música que empleaba sobre la pista, y que alejó de ella a cualquier patrocinador posible. La película lleva a la pantalla el tema de la lucha de clases, concretamente en el mundo del deporte.
Representa también una crítica a unos periodistas que sólo buscaron la carnaza del asunto, sin interesarse realmente por saber qué había ocurrido, siendo más que evidente la crítica a cómo muchas veces los medios de comunicación pueden terminar convirtiendo en oficial algo que ni siquiera llegó a pasar o que no sucedió como ellos lo cuentan, en un recordatorio de que nadie sabe, a excepción de los implicados, qué ocurrió aquí realmente. Reflexiona, además, sobre el éxito y la fama, centrándose en lo que algunos pueden llegar a estar dispuestos a hacer por lograrlo.
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Conocer el final de las películas basadas en hechos reales es algo que, muchas veces, le quita parte de la gracia a su visualización, pero esto es algo que no ocurre aquí, con un ritmo excelente a lo largo de todo el metraje que hará que no nos queramos perder nada de lo que ocurre en pantalla en ningún momento, destacando por su dinámico montaje, con Tatiana S. Riegel, su montadora, nominada en esta categoría a los Oscar. La historia te atrapa, con una narrativa que te hace formar parte de la misma y un guion muy bueno. A lo largo de la película podremos ver numerosos saltos en el tiempo. Serán también habituales los momentos en los que los personajes rompan la cuarta pared, hablándole directamente al espectador. Con un formato de falso documental, a lo largo de su metraje podremos disfrutar de una dirección realmente energética por parte de Gillespie.
La banda sonora resulta destacable a lo largo de todo el metraje y el trabajo de ambientación de los años 80 y 90 es notable, con precisamente la música como uno de los elementos que mas nos ayudan a ponernos en situación.
Veremos entrevistas simuladas a las personas que estuvieron envueltas en el caso, siendo lo más habitual el tener a Tonya y a su ahora ex marido en pantalla. Ambos ofrecen relatos que por momentos son contradictorios, pero que coinciden en los puntos claves del suceso que terminó con Nancy siendo atacada.
La película no pretende sentar cátedra acerca de lo que sucedió, algo que se agradece, dejando que sea el espectador el que decida por sí mismo. Esto lo podemos ver reflejado directamente en pantalla, con el personaje de Tonya diciendo que “no hay tal cosa como “la verdad”. Cada uno tiene la suya propia.” Los distintos personajes reclaman su derecho de palabra y buscan que el espectador crea su versión de la historia.
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Yo, Tonya, humaniza a un personaje que, por lo general, es odiado, aportándonos una nueva visión de la patinadora. Harding representa a la perfección el papel de antiheroína. A lo largo del metraje de la película podremos ver la caída del ídolo, perfectamente representada en una de esas escenas finales en las que, compitiendo en el cuadrilátero de boxeo, Tonya es derribada de un golpe en la mandíbula.
Se nos presenta a la patinadora como lo que realmente fue: Una chica de clase baja que durante toda su vida fue maltratada, primero por su madre y después por su marido, pero sin que esto convierta en ningún momento a su personaje en una santa, mostrándonos también sus defectos y sus aristas.
El proyecto surgió tras ver el guionista, Steven Rogers, un documental sobre Tonya, investigando posteriormente sobre el tema y poniéndose en contacto con la protagonista y con su ex marido, con los que mantuvo entrevistas para poder llevar a cabo su trabajo.
A día de hoy, tras todo esto, intento de suicidio incluido, Tonya es feliz. “Me he casado otra vez y tengo un hijo. Se suponía que no podía tenerlos, así que es un milagro. Me encanta ser mamá y me gusta salir a pasear por la naturaleza en verano. También hago hogueras donde caliento cera perfumada que uso para decorar piñas.”
Sobre el incidente, comenta “superadlo, han pasado 20 años. Estoy segura de que Nancy Kerrigan lo ha superado, y yo también”. Kerrigan, por su parte, dice que sigue sin recibir disculpa alguna por parte de Tonya, pero que ya le da igual. “Sólo la vi en un evento en 1998, pero no nos hablamos.”
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Harding vio cómo, gracias al escándalo que ella protagonizó, el patinaje sobre hielo se convertía en un deporte popular, haciéndose todas, incluida, por supuesto, Nancy Kerrigan, millonarias, a excepción de ella, que pasaría, de hecho, por graves problemas económicos. Ocasión perfecta para repetir, una vez más, el tan manido “la realidad, muchas veces, supera a la ficción.”
Para Tonya, tanto en la película como en la vida real, no hay redención con respecto al caso que acabaría marcando su vida. La mejor que puede encontrar es la de ser feliz, como ella misma dice, a pesar de que en su día le quitasen lo que más quiso, y esperar que el suceso caiga en el olvido y, en caso de que no, que la gente crea su versión de los hechos y confíe en su inocencia. Como su personaje en la película dice, “me convertisteis en una heroína durante un minuto. Después fui la mala y al final me quedé en un chiste.”
Lo único que he de criticarle a la película es que, a pesar de haberme gustado mucho, considero que hay momentos en los que al metraje le sobra algo de humor, llegando muchas veces a parecer que frivoliza el maltrato. Muy poco de la historia que estamos viendo en pantalla tiene algo de gracioso, siendo por momentos difícil de entender, a pesar de que sea evidente que se busca mostrarnos los elementos más absurdos de algo que realmente ocurrió, el que sus realizadores le hayan querido dar ese punto cómico, ni tan siquiera como supuesto alivio para el espectador, pareciendo muchas veces que la película pretende reírse a su costa, y no con ella.
Una película, pese a esto, más que recomendable, que recrea unos hechos que, si bien en España puede que a día de hoy ya no sean demasiado conocidos, en Estados Unidos todavía siguen resonando, siendo lo sucedido un acontecimiento que, en su día, dio la vuelta al mundo. Con unas interpretaciones femeninas espectaculares, una buena historia y el saber llevarla a su ejecución con notable buen ojo, “Yo, Tonya”, aunque sin estar nominada en los Oscar en la categoría de Mejor película, se planta en la gala con méritos más que suficientes para reivindicar un muy buen hacer.
Ficha técnica de Yo, Tonya
Título original: I, Tonya
Estreno en España: 23 de febrero de 2018. (Estreno mundial: 8 de diciembre)
Año: 2017
Duración: 121 minutos
País: Estados Unidos
Director: Craig Gillespie
Guion: Steve Rogers
Música: Peter Nashel
Fotografía: Nicolas Karakatsanis
Reparto: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Caitlin Carver, Julianne Nicholson, Bojana Novakovic, Mckenna Grace, Paul Walter Hauser, Bobby Cannavale, Renah Gallagher, Amy Fox, Ricky Russert, Jeffery Arseneau, Bobby Akers, Suehyla El-Attar, Kaleigh Brooke Clark, Catherine Dyer, Joshua Mikel y Jason Davis
Género: Drama. Comedia. Basado en hechos reales
Sinopsis: “Tonya Harding fue la primera patinadora estadounidense en completar, en 1991, un triple salto axel en competición. Pero el éxito sobre el hielo no siempre estuvo acompañado de felicidad en su vida personal.”