Un lugar tranquilo, cuando el silencio es la única forma de sobrevivir

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El argumento de la película se podría resumir en unas pocas líneas (más o menos lo que ha hecho la propia Paramount con el objetivo de conservar el mayor factor sorpresa posible en el espectador): Una familia vive en el bosque, tratando de evitar cualquier tipo de ruido, pues de lo contrario serán asesinados por unos seres que se basan en el oído para atacar a sus víctimas.

Y, como este largometraje demuestra, poco más que esto se necesita para construir una gran película de terror.

Un lugar tranquilo supone un auténtico soplo de aire fresco con respecto al género y algo muy distinto a lo que todos estamos habituados en este tipo de cine, utilizando como base lo contrario al recurso de continuos sonidos estridentes y a un volumen lo suficientemente alto como para dejar a alguien sordo que las películas de miedo suelen usar: El silencio.

(ESTA CRÍTICA PODRÍA CONTENER SPOILERS)

Dirigida por un Krasinski que también produce, coguioniza y coprotagoniza, en lo que es su tercera película como director, este largometraje estuvo muy cerca de formar parte del Universo Cloverfield, algo que se agradece, y mucho, que finalmente no haya terminado pasando.

El estadounidense, que curiosamente saltó a la fama con un producto con el que pocos le relacionarían viendo esta película, como es The Office, ha dado todo un puñetazo encima de la mesa con este largometraje, logrando un éxito descomunal en todo el mundo: Contando con sólo 17 millones de dólares como presupuesto, Un lugar tranquilo pasó de los 130 únicamente en los Estados Unidos a los muy pocos días de ser estrenada y lleva ya más de 206 millones en todo el mundo.

Tal es el éxito del proyecto que ya se ha anunciado que la película tendrá una secuela, siendo esto algo que no tiene muy buena pinta, pues gran parte de su éxito radica en la novedad que resulta, algo que se perderá de forma absoluta en su continuación, de seguir con la misma estructura, que es lo que parece que se les ha pedido a los creadores, a pesar de sí ser cierto que aquí sólo hemos visto una historia aislada de una única familia, pudiendo ser interesante el ver cómo se lleva el tema más allá. Sólo el tiempo dirá.

En Un lugar tranquilo vemos un retrato familiar ubicado en una situación a nivel mundial llevada al extremo. La película supone una metáfora sobre el terror que la paternidad conlleva. En palabras del propio Krasinski, hablando sobre cómo surgió la idea de sacar adelante este proyecto, el director comentó que “este guion me llegó unas tres semanas después de que Emily Blunt diera a luz a nuestra segunda hija y, definitivamente, yo estaba pasando por esa situación de terror paternal. Estaba asustado por mantenerla a salvo, por mantenerla viva. ¿Era un hombre lo suficientemente bueno como para ser padre? Y todas esas ideas están en esta película. Me encanta que la gente la considere una película de miedo, pues lo es, pero también hay algo verdaderamente emocional en ella. Sé que parece una locura viendo el póster, pero es una carta de amor para mis hijas.”


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En el largometraje veremos cómo para unos padres lo más importante son sus hijos, siendo el objetivo principal de los protagonistas en edad adulta de la película el defenderles y ayudarles a que aprendan a cuidarse de sí mismos por si en algún momento ellos no están, sacrificio incluido por parte del padre en los minutos finales para salvarles la vida. También en palabras del propio director, “la unión familiar es lo esencial de la trama.”

También veremos la eterna voluntad del ser humano por sobrevivir, en un mundo en el que la mayor parte de la población ha desaparecido, dejando las personas de liderar un planeta que durante muchísimo tiempo han considerado que es sólo suyo, ya no siendo ahora los “jefes” de la cadena alimenticia.

Uno de los factores por los que más destaca esta película es por la impresionante labor de todo el reparto, que hace un trabajo espectacular. En él encontramos al propio Krasinski y a Emily Blunt (matrimonio en la vida real y que comparte ahora pantalla por primera vez, tras ser el doblaje de El viento se levanta lo único que habían hecho juntos hasta ahora), a Noah Jupe, a Cade Woodward (el más pequeño, con una aparición muy breve, pero bien llevada) y a la maravillosa Millicent Simmonds, que se pone en la piel de Regan.

Este último personaje, a través de su sordera, tendrá una importancia fundamental en la trama. Su problema auditivo hará que muchas veces no sea consciente ni de lo que ocurre a su alrededor ni del ruido que ella misma hace, poniéndonos el director muchas veces en su piel, haciendo que veamos las imágenes con el mismo efecto sonoro por el que ella está pasando.

Krasinski no buscó a una actriz que se limitase a fingir ser sorda, encontrando finalmente a Millicent, sordomuda en la vida real, sino que quería a alguien que le ayudase a entender al personaje y su situación. La actriz, que hace un trabajo maravilloso a lo largo de todo el metraje, iría enseñándole el lenguaje de signos al resto del reparto durante el rodaje, adquiriendo todo finalmente un realismo todavía mayor.

Siempre es difícil la tarea de sacar adelante con éxito las actuaciones de niños, pero esto es algo que se consigue aquí de forma sobrada. Todos los protagonistas hacen un trabajo espectacular a través de sus miradas y de sus gestos, principal vía de comunicación en su situación, logrando que el silencio se convierta también en un personaje más a lo largo de toda la película, adquiriendo elementos como los ruidos naturales del río o de la vegetación movida por el viento una importancia capital.

Blunt está sobresaliente en todo momento, y Krasinski resulta siempre muy creíble, siendo los “líderes” de esta familia Abbot. Noah, interpretando a Marcus, cumple también con nota a lo largo de todo el largometraje.

Entre lo más destacado de la película nos encontramos con el jugar con lo que el espectador sabe acerca de la “plaga” que ha invadido la tierra. El director sitúa la película en un año que prácticamente podría ser el presente, 2020, pero que está lo suficientemente alejado de la actualidad como para que todavía pueda pasar algo que desemboque en la situación post-apocalíptica que vemos en pantalla. Krasinski nunca nos explicará de forma directa qué es lo que ha ocurrido, pero sí nos dará pistas a lo largo del largometraje, siendo el mejor ejemplo de ello uno de los recortes de periódico que la familia tiene en el hogar, en el que se puede leer algo así como “los ángeles negros”, dándose cuenta el espectador en ese momento que es muy posible que, en caso de recibir ese nombre, los seres hayan caído del cielo, dejando sobre la mesa la posibilidad de que se trate de extraterrestres, siendo también muy coherente la denominación que se le da a las criaturas de “ángeles” por la anatomía prácticamente humana que presentan.

Esta teoría sería confirmada por el propio director de forma posterior: “Son aliens, absolutamente. Son de otro planeta. La mayoría de películas de extraterrestres van de invasores, de planes secretos, son criaturas reflexivas, pero a mí me interesó la idea de un depredador, de un parásito, de algo que es introducido en un sistema.

Una de mis películas favoritas es RocknRolla, y cuenta toda esa historia sobre los cangrejos en el Támesis, y a eso me refiero, la introducción de algo que no puede ser detenido… Sería como soltar lobos en una guardería.

Los aliens han evolucionado hasta convertirse en máquinas perfectas. Así que la idea es que si crecieron en un mundo sin humanos ni luz, entonces no necesitan ojos, pueden cazar sólo por el sonido. También han desarrollado una forma de protegerse de cualquier cosa, de ahí que sean a prueba de balas y todo eso. Debía tener sentido. Necesitaba crear unas reglas para el monstruo que se ajustasen lo máximo posible a la situación en la que se encuentra la familia.”


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La poca información que recibiremos será a partir de periódicos que podremos ir viendo de forma dispersa a lo largo de la película. Descubriremos a través de recortes de los mismos, por ejemplo, que estos seres son, aparentemente, indestructibles. El no saber exactamente qué es lo que está pasando aumenta todavía más la tensión, aprovechando el miedo a lo desconocido. Ayuda en este sentido el gran acierto de no mostrarnos a estas criaturas al completo ya desde el principio, siendo el proceso progresivo, manteniéndose el misterio el tiempo suficiente como para generarle al espectador un interés todavía mayor, siendo uno de sus principales aciertos el que se nos introduzca de golpe en la película sin explicarnos de forma previa nada.

Otro de sus mejores recursos es el de que la película comience ya de forma directa con la muerte del más pequeño de la familia, dejando más que claro el director desde el inicio que esas criaturas son 100% letales y no tienen ni el más mínimo miramiento por nada ni nadie.

Este acontecimiento marcará el devenir de toda la familia. La hija se siente culpable por haberle dado el cohete y cree que su padre ha pasado a odiarla por ello. La madre se echa la culpa por no haberle llevado en brazos. El padre se siente culpable por no haber protegido a su hijo y el nuevo retoño es el resultado de un intento por reemplazarle…

En cuanto a escenas, resulta muy necesario destacar esos momentos en la bañera, ya al comienzo del parto, que no podrían ser más intensos, yendo directamente a la propia mentalidad del ser humano como especie al ver que una nueva vida está en peligro.

Es también maravillosa esa escena en la que se encuentran con el anciano y cómo, sin mediar palabra alguna, para el espectador queda más que claro ya desde el principio que, tras la muerte de su mujer, no le queda ya nada y va a gritar de forma totalmente consciente para que una de esas criaturas acabe también con su vida, sin importarle nada que haya gente a su alrededor.

Sobrecogedores resultan las cruces que se pueden ver en ciertos momentos de la película, cada una de ellas por una persona fallecida.

La película pasa con nota en todo momento en lo que respecta al apartado visual, muy logrado, con unos seres que resultan en todo momento creíbles, con un diseño anatómico muy interesante. Tanto la estética como la fotografía están en todo momento cuidadas, y eso se nota a lo largo del largometraje.

La dirección es una auténtica pasada, y da muestras de una calidad absoluta de forma continua, pudiendo ser incluso el principio de la película ya un corto por sí mismo, manteniéndose sin necesidad de más acompañamiento de forma solvente.

El largometraje está muy bien estructurado a través de las indicaciones en distintos momentos de la cantidad de días que han pasado desde que empezó el exterminio humano. Los distintos momentos de tensión están muy bien repartidos a lo largo de toda la película, dotándola de un ritmo que te engancha desde el principio y que ya no te suelta en ningún momento. La película cuenta con pocas localizaciones y con pocos personajes, haciendo de esta austeridad una muy buena baza.

Gran parte de la película, a raíz de los silencios de los protagonistas, se sustenta sobre una maravillosa banda sonora a cargo de Marco Beltrami, que logra poner al espectador al borde de la butaca sin la necesidad de los tan habituales y molestos subidones de volumen que podemos escuchar en la mayoría de las películas que buscan jugar con el sobresalto. Puede que no sea una banda sonora que pase a la historia fuera del ámbito cinematográfico, pero en la película cumple su función a las mil maravillas.


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Muy a destacar lo bien trabajado que está el guion a lo largo de la mayor parte del metraje, dejándonos algunas perlas de gran calado. Un ejemplo de ello sería la relación padre – hija, hermosa en todo momento, con Regan convencida de que su padre considera que ella es la responsable de la muerte del menor de la familia, pues a sí misma se echa esa misma culpa, cuando esto para nada en realidad es así, y la situación, realmente, se limita al hecho de que él trata de comunicarse con su primogénita de forma constante, pero esta comunicación no llega en ningún momento a completarse, algo por lo que ambos están sufriendo.

Tras la muerte del padre, cuando ella descubre todos los esfuerzos que él había hecho a lo largo del tiempo intentando que ella pudiese escuchar, rara será la persona que no quede cerca de la lágrima, si es que no llega a ellas, en una de las escenas más emocionales en el cine en mucho tiempo. Pese a esta solidez a lo largo de la mayor parte del largometraje, sí es posible sacarle algunas pegas, contando con alguna que otra inconsistencia.

Por ejemplo, ¿por qué los seres no acuden al agua de la cascada, pero sí al ruido de la misma cuando se produce la fuga que inunda la sala subterránea en la que el personaje de Emily Blunt está con el bebé?

¿Por qué no instalan algún tipo de dispositivo en los alrededores de la casa que haga que, cuando uno de esos seres entra en el mismo, éste emita algún tipo de ruido en la distancia, logrando que se vayan? Sólo por citar alguna de las otras muchas formas que podría haber de saber que estas criaturas llegan y desviar su atención.

La conversación que mantienen padre e hijo junto al río no parece del todo creíble, desde el punto de vista de que resulta algo complicado que una persona de la edad del niño, por mucho que haya madurado a causa de todo lo que están viviendo, se exprese y diga lo que en ese momento hace.

La forma que tiene el clavo de terminar en esa posición es un tanto surrealista, pero bueno. Las criaturas, cuando es necesario, están un poco sordas. Y raro parece que a nadie se le ocurriese la forma ideada por Regan para acabar con los seres antes. Eso por no mencionar las numerosas casualidades que podemos ver, principalmente, en la parte final del metraje, a modo de Deus ex machina, permitiendo en numerosos momentos a nuestros protagonistas salvar la vida.

Muchos criticarán también que la pareja decida tener un hijo en semejante situación, pues, ¿quién querría traer una nueva vida, prácticamente condenada ya desde su inicio, a un mundo como ése? A lo que se le suma que nada puede haber más ruidoso, precisamente, que un bebé. Pero esta situación es algo que veo perfectamente justificada por la necesidad psicológica de sustituir al hijo perdido, la cual se hace bastante latente en más de un momento de la película.

El final del largometraje resulta magistral y, sin duda alguna, te deja queriendo más, quedándose el espectador con las ganas de que el largometraje durase unos minutos extra. Su apenas hora y media de duración se pasa en un suspiro, y supone ya todo un rara avis en el cine actual, en el que raro es ya encontrar una película que no ronde las dos horas.

La película pide ser vista en el cine, pero muy claramente. La situación, sin embargo, tiene que ser la propicia, y en mi caso lo fue. Toda la sala tiene que entrar en el juego que propone el largometraje. De lo contrario, la experiencia perderá muchísimo del encanto. Si el público se mantiene en silencio a lo largo de la película, casi de forma inconsciente, imbuidos por lo que están viendo en pantalla, la experiencia será de lo mejor con lo que te puedas encontrar. La tensión se puede cortar con un cuchillo. Nadie dice ni una palabra, nadie hace ni el más mínimo ruido en lo relativo a comer. Sólo en un par de ocasiones a lo largo de la película se pudo ver a alguien sacando su teléfono móvil, algo que resulta todo un auténtico milagro a día de hoy. No había visto nada semejante en toda mi vida en una sala de cine. Terminó la película y toda la sala abandonó el recinto en completo silencio. Lo prometo. Lo ocurrido en esa sala no lo había visto en mi vida, y es algo para enmarcar. Es muy recomendable el verla en pantalla grande, por todo lo que la película involucra.

Sufrimos a lo largo de todo el metraje y deseamos que nadie haga ni el más mínimo ruido. Logras empatizar al 100% con esos personajes y con su situación a lo largo de la película, estando en todo momento preocupado por ellos e importándote lo que les pueda pasar, lo que se transmite a la persona que está ante la pantalla, logrando que tú tampoco quieras hacer ningún ruido.

Un lugar tranquilo logra llegar al espectador (ya sea por la propia premisa de la película o por la presión social de ver a toda una sala en completo silencio), creando una atmósfera que resulta difícil ver en cualquier otra película.

Como detalles menores, comentar que me sorprendió un poco y no termino de entender que haya sido doblada, pues apenas hay un par de escenas en las que los personajes hablen a viva voz (pero que nadie se preocupe por esto; parece difícil que alguien llegue a aburrirse a lo largo del largometraje), estando el resto de la película subtitulada, al no escucharse lo que dicen lo suficiente como para poder ser entendidos, comunicándose a través del lenguaje de signos. No creo que el haber leído un par de frases más a mayores hubiese molestado a nadie, pero bueno.


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También da un poco de pena la traducción del título de la película al castellano, pues ese “quiet” del título original (que sí se puede traducir también como tranquilo), tiene como principal significado “silencioso”, estableciéndose un juego con el propio metraje que prácticamente desaparece con el nombre en castellano; aunque hay que reconocer que algo así como “Un lugar silencioso” como nombre de una película quedaría un tanto raro, siendo el resultado final algo que sí queda más o menos acertado, funcionando como recurso irónico.

Destacar, a título personal, que siempre se agradece muchísimo el poder escuchar una canción de Neil Young en una película, más todavía cuando es algo completamente inesperado por la situación en la que se encuentran los protagonistas, y con una calidad de audio que, si no ha sido la elegida por el propio canadiense, trabajador incansable desde hace años por tratar de asentar un sistema de reproducción que sea de la máxima calidad auditiva posible, poco le ha debido de faltar.

Todavía estamos en el mes de mayo, pero es muy posible que podamos hablar ya de la gran sorpresa del año. Un lugar tranquilo ha alcanzado una repercusión tremenda ya desde el momento mismo de su estreno, alcanzando al mismísimo Stephen King, que llegaría a decir en Twitter que la película es “una extraordinaria obra de arte. Las interpretaciones son impresionantes, pero el SILENCIO es lo principal.”

Krasinski tiene muy claro en todo momento lo que quiere contar y lo consigue sin ningún problema, en una película que parece beber, tanto en contenido como en forma, sobre todo al principio, de La carretera de McCarthy, tanto del libro como de su genial adaptación.

Un lugar tranquilo, con un manejo impresionante de la tensión a lo largo de toda la película (momentos como el de la mujer embarazada dirigiéndose hace el clavo o el de Marcus, escondido debajo del vehículo, agarrando el brazo de Regan cuando ésta se acerca al ver la linterna encendida, son de 10) y un retrato extraordinario de la carga psicológica de sus personajes, se ha convertido en el golpe de efecto que el cine de terror necesitaba, siendo ya un auténtico triunfo a todos los niveles. En un género en el que todo parecía estar ya inventado, este largometraje llega para negar la mayor, siendo una película 100% recomendable y que no creo que nadie se arrepienta de ver, sobre todo en caso de que lo haga en una sala de cine.

Ficha técnica de Un lugar tranquilo

Título original: A quiet place

Estreno: 20 de abril

Año: 2018

Duración: 95 minutos

País: Estados Unidos

Director: John Krasinski

Guion: Scott Beck, Bryan Woods y John Krasinski (Basado en una historia de Bryan Woods y Scott Beck)

Música: Marco Beltrami

Fotografía: Charlotte Bruus Christensen

Reparto: Emily Blunt, John Krasinski, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Cade Woodward, Leon Russom y Doris McCarthy

Género: Terror. Ciencia ficción. Thriller

Sinopsis: “Sigue la historia de una familia que vive en una casa en el bosque cuidándose de no emitir ningún sonido. Si no te escuchan, no pueden cazarte…”

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