A Pedra Furada, un bosque de “catedrales” de esquisto escondido en Tomiño

Publicidad

En los montes de Figueiró (Tomiño), entre pinos y carballos, se encuentran unas singulares formaciones pétreas entre las que destaca la popularmente conocida como “Pedra Furada”. Una pequeña ruta nos lleva caminando hasta allí para disfrutar de agradables vistas, el entorno natural y de las impresionantes “catedrales” esculpidas en la roca más abundante de esta zona: el esquisto.

Antes de ponernos en ruta para sorprendernos con estas rocas con formas torneadas por los procesos geológicos y la erosión, lo ideal es que cojamos un mapa (a poder ser geológico) para hacernos una idea de qué es lo que vamos a ver. Nuestro itinerario se encuentra dentro de lo que se denomina “banda esquistosa Monteferro- O Rosal”, un espacio donde predominan los suelos de esquisto. Esta roca metamórfica, que suele presentar colores ocres a nuestra vista, forma un entorno muy diferente al paisaje granítico que acostumbramos a observar en otros lugares.

Detalle de una de las formaciones rocosas en A Pedra Furada.

Este predominio del esquisto será la principal seña de identidad de nuestro sendero, una pequeña ruta de algo menos de 4 kilómetros (ida y vuelta) donde tendremos que subir bastantes pendientes. Pero bien merece la pena, pues nuestro esfuerzo se verá recompensado con el descubrimiento de un entorno que se escapa a lo común.

Como referencia, podemos iniciar nuestra ruta en el entorno del Santuario de San Campio de Lonxe, en la parroquia tomiñesa de Figueiró. En sus inmediaciones encontraremos un primer panel que nos da la principal información sobre lo que encontraremos en nuestro agradable paseo. En primer tramo de la ruta transcurrirá por carretera en el núcleo de Muíños, donde encontraremos viviendas unifamiliares, la casa rectoral, un lavadero y diversos establecimientos de hostelería.

Finalmente llegaremos hasta un área recreativa construida por la comunidad de montes de Figueiró, dotada con zona de merenderos, arbolado y varias fuentes. A pocos metros comienza la pista de tierra y veremos el primer poste indicativo que nos señala qué dirección tomar para llegar hasta A Pedra Furada.

Aquí comenzarán las subidas más pronunciadas, según nos vayamos internando por esta pista de monte. Entre los pinos y coloridos brezos que dominan nuestro entorno iremos distinguiendo algunas “crestas” de esquisto y, a lo lejos, un paisaje salpicado de montañas, viñedos, aldeas y zonas de cultivo.

Un mirador y algunas sorpresas

Las singulares formas de estas rocas esquistosas parecen monumentos medievales.

Poco a poco, siempre subiendo, llegaremos hasta la zona de la “Pedra Furada”, donde podemos seguir la flecha que nos señala el área del mirador, situado a unos 200 metros de altura. Si escogemos esta opción, recorriendo un pequeño sendero flanqueado por nuevas formaciones de esquisto, llegaremos a un panel que nos desvela los principales hitos del paisaje ante nuestros ojos: en el fondo la portuguesa Serra da Arga y, en primer plano, el Miño.

Fijándonos en las dos orillas del río, en la parte gallega tenemos las aldeas tomiñesas de Figueiró y Goián, además de la rosaleira de Tabagón; mientras que en la ribera del país vecino están las freguesías de Vilanova de Cerveira, Cimadevila y Gondarém (Vilanova de Cerveira) así como Lanhelas, Vilar de Mouros y Seixas (Caminha).

El Miño, escondido entre los pinos.

También desde este punto localizaremos las antenas del cercano Niño do Corvo, un impresionante mirador 360 grados que nos regala una estupenda panorámica del estuario del Miño y su desembocadura. De hecho, si tenemos buena orientación o algún dispositivo que nos ayude, podríamos continuar la marcha y llegaríamos hasta allí tras caminar unos 4km por pistas no señalizadas.

Una vez dejamos el área del mirador de A Pedra Furada y volvemos al camino principal por el que llegamos, nos quedará pendiente de contemplar un panel cercano a un banco, donde se nos informa sobre las singulares formaciones esquistosas que vamos viendo en nuestro camino. Curioseando por esta zona encontramos las rocas más impresionantes, tanto por su tamaño como por sus peculiares siluetas.

Sin duda, sus recortados perfiles nos servirán para afilar nuestra imaginación, hasta el punto de entretenernos intentando reconocer algunas formas… Si somos de esas personas que disfrutan soñando despiertas, nos será fácil distinguir impresionantes catedrales y fortalezas medievales: contrafuertes, pórticos, pináculos, bóvedas y garitas construidas sin la intervención de manos humanas. Obras de arte esculpidas hace millones de años, en las entrañas de la tierra… y que posteriormente, ya en superficie, volvieron a ser cinceladas por la erosión y el paso del tiempo.

Otra de las singulares formaciones geológicas que encontramos en la ruta.

Este conjunto geológico llama la atención por su singularidad, pero también por la paz que se respira en la zona, un espacio donde reinan los pinos junto a una vistosa cubierta de brezos, tojos y otros pequeños arbustos. En primavera, los alegres colores del monte bajo rivalizan con el brillo de las abundantes micas que, sin duda, iremos encontrando al caminar por toda esta área esquistosa.

Llegados a este punto, si no queremos alargar nuestra ruta para continuar aventurándonos un poco más entre este “bosque de esquisto”, podemos deshacer el camino andado para retornar a nuestro punto de partida. De vuelta en los alrededores del templo de San Campio, centro religioso conocido por su multitudinaria romería, encontraremos diversos espacios vinculados al santuario como varias fuentes, zona de merendero y otros equipamientos.

Santuario de San Campio de Lonxe, en la parroquia de Figueiró (Tomiño).
Salir de la versión móvil