El antiguo monasterio de San Fins de Fiestras está situado a poco más de 10 kilómetros de Valença do Minho, inmerso en un paraje natural donde el gris de la piedra, con su romántico encanto, se funde con el verde paisaje de la montaña. A menos de una hora de Vigo, es una visita imprescindible en cualquier escapada al Norte de Portugal.
Escondida entre árboles y a media ladera, su hermosa iglesia románica y la extensa muralla que cierra el recinto muestran lo que queda del esplendor del que gozó el convento en tiempos pasados. Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente lo encontraremos al traspasar los antiguos y altos muros de piedra, donde silenciosos guardianes de la historia custodiarán nuestros pasos: edificaciones que permanecen en pie luchando contra el paso de los siglos, ruinas tapizadas de verdes musgos, jardines y zonas boscosas con árboles centenarios…
Las primeras referencias históricas de este cenobio datan del siglo XII, si bien se estima que su fundación, como monasterio benedictino masculino, se remonta al siglo VII. Sabemos que durante la Edad Media este convento contó con un extenso dominio y gozó de numerosos privilegios reales. De hecho, el primer cuarto del siglo XIV era la institución monástica más rica que el Obispado de Tui tenía en territorio portugués.
Sin embargo, a partir del siglo XV verá tiempos de decadencia y finalmente acabará anexionada a los Jesuítas de Coimbra en el siglo XVI. No será este el último cambio a lo largo de su historia pues, en 1759 con la extinción de la Compañía de Jesús en el país vecino, los bienes monásticos pasaron a la Universidad de Coimbra. Declarado Monumento Nacional en las primeras décadas del siglo pasado, ha sido objeto de diversas actuaciones de reparación y restauración.
Esta larga historia ha quedado sellada en la piedra del lugar, en edificios religiosos como su iglesia románica, las ruinas del claustro renacentista y la capilla jesuita; pero también en otras construcciones como el acueducto, el molino y varias fuentes.
Destacado ejemplo del románico portugués
La iglesia, construida en el siglo XII, y con remodelaciones posteriores en los siglos XVI y XVIII, es una de las muestras más notables del románico portugués, en cuyo estilo encontramos influencia tudense. Aunque a día de hoy el templo se encuentra vacío en su interior, el edificio es de gran interés por su interesante conjunto de figuras escultóricas: animales, humanos y motivos vegetales componen esta excepcional colección, situada fundamentalmente en capiteles y canecillos muy bien conservados.
Además de estos motivos, que podemos ver en cabecero y laterales del templo, destacan la gran figura en zigzag que adorna el tímpano de la fachada principal y que se identifica con una serpiente, la cual tendría un valor simbólico protector. Lo mismo ocurre con las figuras de leones situadas en las puertas laterales, con sus cabezas vigilantes a modo de guardianes.
Las dependencias monásticas que se conservan en el recinto son posteriores a la iglesia, construidas a partir del siglo XV. Llaman poderosamente la atención, por su vistosidad y su encanto, las ruinas del claustro renacentista, con sus arcos, columnas y algunos motivos esculpidos en la piedra.
En un pequeño paseo por el entorno podremos ir descubriendo otro tipo de edificaciones, desde el acueducto que llevaba el agua de la montaña hasta el monasterio hasta varias fuentes y canalizaciones antiguas, así como un molino construido el pasado siglo. También se conserva perfectamente el terreno aterrazado que sirvió en su día como zona de cultivo. Convertido hoy en área de esparcimiento, podremos encontrar en él varios ejemplares de árboles centenarios y hasta un parque infantil.
Además, siguiendo un pequeño camino que va hacia lo alto de la colina, encontraremos la ermita de Nuestra Señora de Loreto (siglo XVII), cuya ubicación nos regala una impresionante panorámica de las márgenes del Miño. Antes de llegar a la cima donde está la capilla, veremos una pequeña edificación que nos recuerda los antiguos usos agrícolas en la zona, pues cuenta con una hermosa eira de piedra en su frontal.
El mágico entorno se completa con una zona boscosa con riachuelos, frondosas que regalan abundantes sombras y bancos para descansar. Merece la pena completar todo el recorrido para perderse entre la vegetación, espesa en algunas zonas, y poder así empaparse de la paz y tranquilidad que emana de este lugar: un enclave donde arte y naturaleza entran en perfecta comunión.
¿Cómo llegar al Monasterio de Sanfins?
Para ir al Monasterio de San Fins debemos llegar hasta la localidad portuguesa de Valença do Minho y tomar la N101. Siguiendo las indicaciones que llevan al monasterio, iremos a parar a una zona de mirador con aparcamiento y a un camino empedrado.
Allí podemos dejar el vehículo y hacer a pie el resto del camino. Después de admirar las vistas al monumento, su muralla perimetral y la zona de valle, caminaremos por el suelo empedrado y pasaremos cerca del antiguo cementerio de Sanfins, que queda en un alto a mano izquierda. Si continuamos nuestra marcha llegaremos a la entrada del recinto amurallado, donde el acueducto de piedra y una gran fuente nos darán la bienvenida.