Apenas unas horas antes de que las lluvias regresen tras semanas de tiempo anticiclónico con cielos despejados, algunos vigueses aprovecharon para disfrutar del espectáculo que los jardines de Castrelos ofrecen en esta época del año, una escena bucólica que con estos días de sol nos dejó un escenario propio casi de la primavera.
Lo cierto es que Vigo cuenta con uno de los jardines más bellos e interesantes del área que permiten aprovechar los todavía débiles rayos de sol de final del invierno para disfrutar de la naturaleza en su plenitud, que combina todavía elementos del invierno con el anuncio de la primavera. Castrelos, y en particular los jardines del Pazo Quiñones de León, se erigen como un popular espacio donde disfrutar al aire libre y desconectar del ritmo imparable de la ciudad.
Adentrarse en la finca del pazo vigués siempre infunde una sensación de cierta melancolía, romanticismo y también privacidad, como si fuéramos los únicos invitados de la marquesa de Valladares y el marqués de Alcedo. Este impresionante espacio, que se engloba dentro del propio parque de Castrelos, el corazón verde de Vigo, ofrece en cada época del año una imagen diferente e igualmente bella gracias a la enorme variedad de especies vegetales que lo habitan.
Todavía en invierno, podemos disfrutar de una imagen espectacular y que anima a sobrellevar los días más fríos y oscuros. Si el tiempo lo permite y el sol brilla en el cielo, acercarse a los jardines del Pazo Quiñones de León se traduce en una experiencia única. Las magnolias caducas ya han florecido y, todavía sin hojas, ofrecen su colorida estampa que nos recuerda que el invierno está a punto de llegar a su fin. Además, el manto de flores caídas al suelo ofrece una bucólica imagen. En uno de los jardines más ocultos, que descubriremos en nuestro recorrido, podremos disfrutar de la paz y tranquilidad junto a un pequeño estanque casi oculto para los ojos poco entrenados.
Precisamente uno de los elementos distintivos de estos jardines es, en ocasiones, la escasa afluencia de público, que los convierten en un punto de paz y tranquilidad. Casi podremos soñar que son nuestros propios jardines privados.
El jardín francés es uno de los más icónicos, con su trazado geométrico con tres ejes que cruzan el jardín en sentido longitudinal -uno de ellos denominado Paseo de los Escudos-, y perpendicularmente a estos otros tres, dividiendo el conjunto en seis figuras simétricas. Destaca el recorrido que genera la plantación de Boj. Este jardín está principalmente constituido por árboles de hoja perenne y busca aportar calma y cierta sensación de control sobre el medio.
En nuestro recorrido también podremos disfrutar del roseiral, un paseo compuesto por rosales que, acompañados de camelias, mandarineira, jazmín, naranjo de México o celindo, ofrecen un sinfín de sensaciones gracias a los aromas que desprenden. La pradera de Concepción Arenal, el jardín inglés y el bosquete completan esta joya viguesa que muchos visitan como terapia en un mundo en el que el ritmo acelerado solo se puede parar en espacios idílicos como el de estos jardines.