Expuesto a los embates del bravo océano, el Monasterio de Santa María de Oia resiste el paso de los siglos y nos regala una de las estampas más bellas de la costa pontevedresa. Fundado en el siglo XII, a su alrededor fue creciendo el Arrabal, un barrio que invita a perderse entre sus callejuelas y plazas llenas de encanto.
La gran torre barroca del conjunto monacal llama poderosamente la atención desde la carretera que une los municipios de Baiona y A Guarda, llamando a hacer un alto en el camino para descubrir historias de monjes artilleros y piratas, leyendas fundacionales, tiempos de esplendor, momentos de decadencia y trágicos episodios de la historia contemporánea. Pero no todos los atractivos de este lugar hacen referencia a tiempos pasados: cada día, al atardecer, nos invita a disfrutar con unas puestas de sol llenas de luz y color.
Tomando como punto de partida el Monasterio de Santa María de Oia, un paseo por el Arrabal nos llevará a descubrir fuentes, cruceiros y edificios con varios siglos de antigüedad, muchos de ellos reconvertidos en viviendas familiares, alojamientos o establecimientos hosteleros. En cada uno de ellos se conservan, más o menos visibles, diferentes huellas del pasado de este núcleo poblacional fuertemente ligado a la historia del Monasterio.
En la zona del puerto, parada obligatoria es la pequeña fuente de San Cosme y San Damián. Sus mágicas aguas son mucho más que un refresco para calmar la sed: la tradición popular les atribuye propiedades curativas, especialmente para los problemas de piel.
Este lugar también es un excepcional punto desde el que disfrutar de bellas vistas y empaparse de algunos de los secretos del Atlántico. En días de oleaje es posible ver cómo el mar llega con fuerza a la muralla monacal y, si tenemos la suerte de encontrarnos con la marea baja, descubriremos sin dificultad los restos pétreos de la camboa, una especie de pesquera utilizada en tiempos de los monjes.
Tras nuestra parada en la fuente, retomaremos el camino para subir la cuesta que va a dar a la plaza Centinela. Allí, además de su balaustrada de piedra a modo de mirador, lo primero que llamará nuestra atención es el cruceiro del siglo XVIII que ocupa el lugar central de este espacio.
El Arrabal y sus rincones llenos de encanto
En su libro As cruces de pedra na Galiza, Castelao decía que “onde hai un cruceiro cáseque sempre houbo un pecado, e cada cruceiro é unha oración de pedra que fixo descer un perdón do ceo, polo arrepentimento de quen o pagou e polo sentimento de quen o fixo”. Sea cual sea la causa que propició la construcción del que encontramos en la Centinela, lo que sí podremos comprobar con certeza, si nos paramos a leer sus inscripciones, es el nombre del donante, Pedro Domínguez. Si nos fijamos bien en los distintos elementos que lo decoran, distinguiremos las figuras de tres ánimas ardiendo en el Purgatorio y, justo debajo de ellas, los restos de lo que fue una hucha para limosna.
A continuación dejaremos atrás el cruceiro de la Centinela para adentrarnos en el Arrabal, donde descubriremos estrechas calles, pequeñas plazas y rinconcitos llenos de encanto donde sentimos que no pasa el tiempo. Edificios con solana, cruces decorativas y tradicionales casas de patín saldrán a nuestro encuentro. Al llegar a la Plazuela encontraremos señalizados los edificios de las antiguas cárceles y, subiendo una pequeña cuesta, otro indicativo nos informará de que hemos llegado al lugar de A Picota.
Desde A Picota, lo ideal es continuar nuestro paseo hasta llegar a la ermita de San Sebastián para disfrutar de una nueva panorámica de la costa atlántica. Esta pequeña capilla y sus impresionantes vistas al mar dan la bienvenida a los peregrinos que, haciendo el Camino Portugués de la Costa, llegan a Oia procedentes de A Guarda y O Rosal.
El conjunto monacal
La historia del Monasterio de Oia comienza a escribirse en el siglo XII y llega hasta nuestros días. A lo largo de sus casi 900 años de vida, el edificio ha acogido a una comunidad de monjes del Císter, pero posteriormente albergó durante algunos años un centro de enseñanza de los jesuítas. En tiempos de la guerra civil fue campo de concentración y, en algunos momentos funcionó como residencia familiar.
Estos distintos usos y etapas históricas han ido dejando sus huellas en los muros, paredes y estancias del monasterio. Sin mucho esfuerzo, contemplando con atención sus piedras llenas de líquenes y musgos, podremos descifrar distintos estilos arquitectónicos fruto de los sucesivos momentos constructivos que ha tenido el edificio.
De la etapa de los monjes, que permanecieron en el cenobio oiense hasta la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, destacan elementos y espacios como la muralla defensiva y la plaza de armas, su claustro con elementos renacentistas y el Patio de los Naranjos.
Además de su valor histórico-artístico, el cenobio también es un lugar de memoria hitórica. Uno de sus refectorios acoge la exposición de grafitos realizados por los presos republicanos que, durante la guerra civil, permanecieron prisioneros en el interior del cenobio. La muestra y los espacios interiores de este interesante monumento pueden contemplarse en la temporada de visitas que cada año organiza el propio Monasterio de Oia.
Otra de las visitas imprescindibles es la de la iglesia parroquial de Santa María de Oia. Actualmente cerrada por obras de restauración, su interior esconde un ejemplo excepcional de la sencillez y armonía que caracterizan la arquitectura cisterciense.
Rutas y caminos
La historia de la abadía oiense y del barrio del Arrabal está íntimamente ligada al Camino Portugués de la Costa, llamado también Camino Monacal por la hospitalidad ejercida por los monjes.
El de Santiago no es el único itinerario a pie que, tomando como referencia este monasterio cisterciense, podemos realizar en el municipio. Para las personas amantes del senderismo, el patrimonio arqueológico y el contacto con la naturaleza también existen propuestas a descubrir sin salir del propio Arrabal y alrededores del cenobio.
Una de las opciones de senderismo es la ruta circular llamada Ruta do Mosteiro, nos llevará por núcleos rurales, pistas de monte, miradores con vistas al mar y petroglifos. Además, este itinerario señalizado conecta con otra de las opciones de ocio al aire libre más conocidas de la localidad: la Ruta Máxica de Oia.