Ruta del río Frade de Bueu, un recorrido por los molinos del curioso maíz de color negro

Final del recorrido

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El municipio de Bueu es conocido por sus hermosas playas, pero también en su interior guarda lugares de los que disfrutar y sin tener que esperar al buen tiempo. Este mes de abril es un momento perfecto para recorrer la ruta de los molinos del río Frade. De dificultad media, parte desde el centro del pueblo y cuenta con unos 5 kilómetros (ida y vuelta) que pasan por hasta 16 molinos. Los días 1, 2, y 3 de abril, gracias a la celebración de la fiesta del Millo Corvo, se puede ver uno de ellos en activo. Esta es solo una de las actividades organizadas dentro del evento, catalogado de Interés Turístico de Galicia.

La ruta comienza en el lavadero que hay junto al Centro Privado de Enseñanza Virgen Milagrosa. Es fácil aparcar por la zona y para localizarlo en el GPS también se puede encontrar como Recinto Multiusos Da Estacada. Dando la espalda al mar y con el pequeño regato de agua a la izquierda, se empieza la caminata.

A lo largo de este primer tramo los caminos se alternarán con un par de cruces de carretera. Así, al finalizar este primer sendero se llega a la calle Ramón Bares. En el cruce con la calle Valado, a mano derecha, se alza la iglesia de San Martiño. Se reconstruyó a mediados del siglo XIX, suprimiendo su carácter románico, pero empleando para la remodelación la piedra original del siglo XII.

Hay que volver al cruce para encarar el camino que asciende hacia el campo de fútbol de A Graña. El conjunto de esta senda no está muy bien señalizada, pero es difícil perderse. Tras 200 metros la carretera desemboca en un estrecho camino entre casas y al pasar este núcleo comienza la pista de tierra. Los molinos ya están muy cerca.

Una señal bien visible advierte de un cambio de sentido hacia A Graña. Una alfombra de Tradescantia fluminensis Vell. estará presente todo el recorrido. Esta planta, conocida también como oreja de gato es perenne y reptante, con un gran poder de expansión, así que su verde brillante cubre suelo y paredes de roca todo el año. No obstante, y a pesar de su belleza, impide que otras especies crezcan.

Nada más tomar este desvío aparecen los primeros molinos. Debido a su cercanía con el pueblo, lamentablemente es habitual encontrar algo de basura en ellos. No hay que despistarse pues, antes de llegar al último, el camino sube entre esta alfombra vegetal a un segundo sendero. Siguiéndolo y tras pasar algunas casas, se desemboca en la carretera general PO-551 la cuál hay que atravesar. A la derecha, a la altura del puente, aparece la entrada al segundo tramo de molinos. Los que quieran acortar la ruta, pueden comenzar directamente en este punto, pues lo más interesante está a continuación. Es un sendero de nivel de dificultad media porque no está adaptado y cuenta con escaleras de piedra en pendiente, pero no entraña complejidad en sí mismo y es bastante corto.

Iglesia de San Martiño, en Bueu

Aquí comienza una subida un poco empinada, salpicada de molinos camuflados con musgo y hiedra. En solo unos 15 minutos de caminata se aglutinan una docena de ellos. Un cartel advertirá de que se ha llegado a los últimos, estos sí restaurados.

En este espacio se celebra parte de la Fiesta del Millo Corvo. Este maíz de color negro se usaba, por lo menos desde el siglo XVII, en la zona de O Morrazo para proteger el maíz común. Se circundaban las plantaciones con él, de manera que resultaba el primer afectado si había alguna plaga o si animales como el jabalí hacían de las suyas.

Vista que se contempla a la mitad del recorrido

Con la merma de cultivos de maíz y la aparición de otros métodos de control y también de variantes, el millo corvo casi se extingue. Fue en 1998 cuando se emprendió un trabajo de recuperación. Se lograron algunos granos y, siguiendo las técnicas tradicionales, se logró recuperar. Esta labor ha sido canalizada por la Asociación Cultural Meiro (parroquia de Bueu). Para poner en valor este trabajo y mantener vivo el millo corvo, la agrupación celebra todos los años una fiesta con un programa que ensalza el producto y la tradición. Uno de los momentos más especiales es la molienda, pero también hay degustación gastronómica, conferencias, talleres y, por supuesto, música.

Llegado a este último y al no tratarse de una ruta circular ya solo queda dar la vuelta para desandar el recorrido. Los más senderistas pueden continuar ascendiendo hasta la Cruz de Ermelo, donde nace el río Frade que da nombre a este sendero. Pero esa es ya otra ruta.

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