La ría de Vigo muere entre los concellos de Vilaboa y Soutomaior y sus aguas mermadas dan lugar a salinas, islotes y playas recogidas. Este enclave de gran belleza está conectado por una senda peatonal, que también se puede recorrer con gran facilidad en bicicleta. Son 10 kilómetros (ida y vuelta) sin pendientes que incluyen una parada en la playa fluvial de Ponte Sampaio, donde el río Verdugo se diluye en el mar, y un islote de cuento.
Desde el mirador de las Salinas de Ulló, en Vilaboa, un camino de tierra recorta el mar bordeando la llamada Punta Ulló, pues al otro lado desemboca el río del mismo nombre. Las isla de San Simón y el puente de Rande son el horizonte por la derecha de esta primera etapa, que tiene algo más de kilómetro y medio. A la izquierda, la arboleda de Punta Ulló da paso a algunas casitas ya hacia el final, marcado por el encuentro de la carretera PO-550.
Este segundo tramo es poco agraciado, pues es preciso cruzar esta vía para subir el puente peatonal que adentra al caminante en Ponte Sampaio. Se trata de pocos metros en los que hay que extremar la precaución por el intenso tráfico. Antes de dejar atrás la carretera, no pasa desapercibida la enorme fábrica de loza de Pontesa, abandonada tras el cierre de la empresa hace dos décadas.
A continuación se descubre una de las paradas más bonitas de la ruta: la isla Medal o también conocida como Insuíña. Se trata de un pequeño islote de 3.000 metros cuadrados comprado por el Ministerio de Medio Ambiente en 2008 y, por tanto, público. Se accede a él a través de un puente de piedra y un soportal en el que se lee “Pequeniña, pero miña”, frase del artista Antonio Medal, último dueño particular del islote. En el terreno, un cenador, un hórreo y un palomar de piedra se esparcen entre hierba y árboles. La mesa del cenador incluye un curioso mantel pétreo creado por Medal, dedicado a la cerámica y a la pintura especialmente. El mejor momento para visitar la isla es con la marea alta, pues es cuando los alrededores, con sus bancadas de vid y el puente de Ponte Sampaio, se reflejan en el agua y lucen más su belleza.
Dejando la isla y continuando ruta junto al mar, el camino asciende hacia el apretado núcleo de Ponte Sampaio. Al toparse con el Cruceiro da Ballota (indicado con un cartel de madera) hay que torcer a la derecha para zigzaguear entre las casitas, que aprovechan cualquier espacio para construir una terraza con vistas al río Verdugo. Buscando este torrente, se encuentra el puente de Ponte Sampaio, que aunque se denomina romano porque en efecto existió uno de esa época, no conserva elementos de entonces.
Esta estructura, por la que pasa el Camino de Santiago, data en realidad de la Edad Media. Tiene 10 arcadas testigos de la batalla entre los vecinos de la zona y las tropas francesas que ocupaban el lugar en 1809. Los gallegos vencieron gracias a la denominada División del Miño.
Antes de cruzar el puente, a escasos metros se encuentra la playa fluvial de A Xunqueira. El río Verdugo busca el mar con sosiego y aguas limpias. Una zona de hierba con baños y un parque infantil completan el conjunto.
Retornando al puente y cruzándolo hacia Arcade, parroquia de Soutomaior, hay que perseguir el río hacia la ría de Vigo. El camino está adaptado con pasarelas de madera de tal manera que bordea toda el área sin perder el agua de vista. En esta ocasión se atraviesa otro puente, pero esta vez por debajo. Es la pasarela que sostiene tanto la carretera PO-550 como las vías del tren que une Pontevedra y Vigo.
Nada más torcer hacia Arcade, aparece el primer arenal de este Concello, con el nombre de Matilde, y si se continúa caminando se llega hasta la segunda playa y el puerto. Desde aquí se pueden observar las Alvedosas, dos islotes deshabitados y de propiedad privada que aportan singularidad a la zona. Solo queda desandar el camino para regresar al inicio.