El pasado sábado O Porriño vivió una noche mágica e inolvidable con la celebración de una nueva edición del Louro Valley Festival, enmarcado dentro de las Festas do Cristo. Este evento gratuito, que ya se ha consolidado como uno de los festivales más esperados en Galicia, logró congregar a miles de personas en el aparcamiento de la Rúa Progreso para disfrutar de una velada cargada de música, luces y pura energía.
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A las 22:30 horas, los primeros temazos comenzaron a sonar y el público, que ya abarrotaba la zona desde mucho antes, no tardó en entregarse por completo al espectáculo. La apertura del festival estuvo marcada por el talento local, con DJs como Groove Amigos y Traffic House calentando motores con sus mezclas. Estos artistas, fieles al espíritu original del evento, pusieron en alto el nombre de O Porriño, demostrando por qué la escena DJ gallega está en auge.
Uno de los momentos más esperados de la noche fue show entre Samu Pexe y Pitty, una actuación que desató la euforia del público. Las vibraciones de su set resonaban en el aire, y gracias a las mochilas vibratorias, las personas sordas también pudieron disfrutar de la experiencia musical de manera inclusiva, en una iniciativa que fue muy aplaudida por su innovación y compromiso con la accesibilidad.
Pero sin duda, el clímax de la noche llegó cuando Kiko Rivera, el gran cabeza de cartel, subió al escenario. Con una puesta propia de su personalidad, Rivera logró mover al público desde el primer minuto. Los asistentes lo dieron todo con sus éxitos y bailaron sin parar. Las luces, el sonido y la energía desbordante de la multitud convirtieron el aparcamiento en una auténtica pista de baile al aire libre.
Así concluyó una noche de música, inclusividad y celebración en la que O Porriño volvió a demostrar que el Louro Valley Festival es mucho más que un evento: es un encuentro que reúne a miles de personas para disfrutar y vibrar al ritmo de los mejores DJs, locales y nacionales, en un ambiente inigualable.
Las mejores imágenes
Las imágenes de la noche muestran a un público entregado, con los brazos en alto, sonrisas en los rostros y una energía que difícilmente se apagó con el final de la música. El Louro Valley ha dejado huella, y ya se espera con ansias su próxima edición.