“No nos sentimos un grupo tributo, tan sólo interpretamos Pink Floyd”. Ese “tan sólo” se queda corto hablando del grupo británico… y de Pink Tones. Los madrileños prometían ayer tres horas de concierto en el Auditorio Mar de Vigo. Y no defraudaron.
Ante un público reducido pero incondicional a la vieja usanza –apenas se vieron móviles alzados en las butacas-, la banda inauguró puntual su show, “Return of the son of nothing”, un homenaje a la obra musical de Pink Floyd, con especial hincapié en las composiciones de los años 70. Los asistentes prefirieron sumergirse en esa atmósfera ‘pinkfloydiana’ creada desde la primera nota que se escuchó en el auditorio.
El viaje musical comenzaba con cinco minutos de oscuridad y sonidos envolventes a los que siguió la impecable interpretación de “Time”, acompañada de proyecciones en un gran círculo que presidía el escenario y juegos de luces y láser, que obedecían a ese periplo a través de uno de los mejores grupos de la historia del rock. Ya no había vuelta atrás y este despegue hacía presagiar un concierto de los que a la retina y al oído les costaría olvidar.
Ni Álvaro Espinosa (guitarra y voz), ni Toni Fernández (batería), ni Nacho Aparicio (teclados), ni Edu Pérez (bajo y voz), ni Pipo Rodríguez (saxo, guitarra y voz) guardan parecido con los componentes de Pink Floyd. No; después de 13 años de “arqueología musical” buscan aproximarse a la técnica y paisajes sonoros de la extensa obra de los Floyd. Y no solo se aproximan, sino que recrean su excelencia sonora.
El público salía de su letargo onírico con “Money”, lo que provocaba un sonoro “¡Uouuuu!”. Eran las 22:21 horas y todavía quedaban dos horas de travesía psicodélica. Minutos antes, “The Great Gig In The Sky” erizaba los pelos de los allí presentes, conectándolos por unos instantes con la Tierra. “Mother” provocó una oleada de aplausos y la precisión de “Shine On You Crazy Diamond” volvía a remover el cuerpo de los oyentes.
La harmonía del viaje se rompía de nuevo a las 23:23 con la esperada “Wish You Were Here”, en la que cobrarían protagonismo –como en otros temas- las indispensables voces de las coristas Cristina López y Suilma Aali. En este clásico, Álvaro, el piloto de la nave, se dirigía a los viajeros con un escueto mensaje que empezaba con un “Hola Vigo” y culminaba con un “Gracias por venir a vernos”. La discreción personificada. El protagonismo era para la música.
Entonces llegó “Echoes”, esa composición que sirvió como apertura y cierre de la película documental “Live at Pompeii” (1971) y que Pink Tones recreó en el anfiteatro romano de Segóbriga (Cuenca) en 2014, haciendo realidad un sueño para ellos y los 300 afortunados que pudieron presenciar el concierto.
“Thin Ice” pondría el punto y seguido al recorrido. Faltaban diez minutos para la medianoche y el grupo abandonaba el escenario. No se harían de rogar mucho pero el viaje llegaba a su fin. Tres minutos más tarde, el público se levantaba para acompañar con sus palmas “Another Brick In The Wall”.
De nuevo otro bis. El aterrizaje era inminente. “Run Like Hell” y “Comfortable Numb” calmaban las ansias de los viajeros, que no dejaban de aplaudir y volvían a ponerse en pie cuando las luces del auditorio anunciaban el final del trayecto. A pesar de las tres horas de recorrido, querían más. El viaje por la discografía de Pink Floyd se les había hecho corto.
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Totalmente de acuerdo. Una noche para recordar.
Increible el concierto, pero impresentable el comportamiento de parte del público que aún pagando el precio de una entrada (no precisamente barata) se dedicasen a hablar entre ellos y a reír a grito pelado, ya no en las partes de música altas o entre tema y tema (ahí no me meto) si no en las partes musicales más suaves (inicio de Pigs, Echoes, etc etc), perdiendo toda magia posible en estas situaciones.
Mucho postureo por subir la foto o el vídeo con los dos temas que se conocen de las tres horas, pero nula educación por parte del público el resto del tiempo.
La cultura no es sólo pagar por ir al concierto, si no saber comportarse como merece en cada situación: si el concierto hubiera sido en una sala, de pie, con cubatas, correcto. Si te sientas en una butaca de un auditorio, compórtate como se presupone. O acaso si en vez de estar sonando PInk Floyd, estuviera sonando una ópera de Verdi o un ballet de Tchaikovsky en las partes suaves de violín o de sólo de voz os pondríais a gritar, a hablar o a reir a grito tendido?? O a comentar lo "bien que tocan" los músicos a todo volumen??
Tienes toda la razón, pero resulta "casi" imposible, aunque he de reconocer que, en la mayoría de los conciertos a los que he asistido en teatros, que han sido muchos, la actitud en general, siempre ha sido modélica. No obstante, me parece muy acertado que denuncies estos comportamientos, aunque sean minoría. SEGUIREMOS VIENDO Y "OYENDO" LO MEJOR DE PINK FLOYD EN MANOS DE LOS PINK TONES.