Cumple 75 años, pero hoy es un edificio fantasma en la primera ciudad de Galicia. Así permanece el otrora orgullo de la ciudad, el Teatro Fraga, condenado por sus actuales propietarios, Abanca, a permanecer en silencio, ausente y olvidado dejando atrás su obligado papel de promotor y epicentro cultural en Vigo. El Fraga celebra, de nuevo, un amargo aniversario inmerso en un largo letargo mientras espera por la eterna promesa de volver a abrir sus puertas para poder cumplir su función: dar cobijo a la cultura. Ser el coliseo cultural vigués.
El edificio, situado en la calle Uruguay, abrió por primera vez sus puertas el 27 de marzo de 1948. Lo hizo con una función de gala, donde se presentaron todas las autoridades y la pompa de la élite de la ciudad del momento. Allí se estrenó la película Botón de Ancla, una cinta militarista en torno a la Escuela Naval de Marín. En 53 años de historia, hasta su cierre devorado por el avance del tiempo, los multicines y el cambio de hábitos de una sociedad muy diferente, el recinto vivió una intensa historia, contando también en su sótano con la histórica sala Nova Olimpia.
Para entender su ostracismo actual debemos remontarnos primero a su pasado. En realidad, muchos desconocen por qué el Fraga se llama así. Nada tiene que ver con el expresidente gallego, aunque sí con la figura de un ilustre ourensano hoy olvidado por la historia. Su vida es rocambolesca y desconocida por muchos. Isaac Fraga (O Carballiño, 1888 - Vigo, 1982) fue el responsable de su construcción. Llegó a convertirse en uno de los empresarios más importantes de la exhibición y distribución de España. Tal y como recuerda el profesor Xosé Nogueira Otero, en el libro "O Cine en Galicia", Isaac Fraga “sin duda va a ser el gran pionero (por motivos no sólo cronológicos) de la industria cinematográfica gallega”. Lo hizo tras emigrar a Argentina, donde conoció el cinematógrafo y acabó exportándolo a Galicia. “Tras emigrar a Argentina y conocer el artilugio de los Lumière en Buenos Aires, volvió a Galicia en 1908, se compró un caballo y un cinematográfo, y comenzó su andadura como exhibidor ambulante”, recuerda Ana Gontad, especializada en Historia del Cine.
Con esta historia de película y un cúmulo de coincidencias, Fraga llegó a convertirse en el gran empresario del cine en el noroeste de España. En Vigo fue el propietario de Tamberlick, el cine Odeón, el García Barbón y el propio cine Fraga. Fue precisamente el responsable de traer el cine sonoro de forma pionera en la ciudad cuando el Tamberlick proyectó el primer film sonoro en Galicia el 14 de marzo de 1930.
Su buen olfato empresarial lo llevó a erigir un imperio que necesitaba un icono. La ciudad elegida fue, como no podía ser de otra forma, Vigo. En la urbe levantó su última gran obra. El Teatro Fraga fue bautizado por la prensa de la época como “una de las edificaciones urbanas de más señorial empaque de Vigo y uno de los locales de espectáculos de los mejores de Europa, obra que hemos de anotar en el libro de Oro de la ciudad viguesa”.
Sus 1.758 butacas lo convirtieron en el más grande e impresionante de Galicia (hoy el Auditorio Mar de Vigo tiene un aforo de una 1.400 butacas) y su diseño lo firmó el arquitecto Gutiérrez Soto. Este templo de la Cultura vivió el momento de oro de la industria, pero un incendio en 1988 y el estallido de los multicines acabaron por hacer mella en él, lo que unido a la muerte de su gran promotor -hoy enterrado en Pereiró-, acabó por desencadenar una lenta agonía que finalizó el 28 de junio de 2001. Ese día se proyectaba por última vez El regreso de la momia, Una noche con Sabrina Love y Lara Croft: Tomb Rider.
Pero no solo su gran teatro fue especial para varias generaciones de vigueses, que descubrieron por primera vez la magia del cine en su interior. En su interior se encontraba también Nova Olimpia, la mítica discoteca de Vigo que abrió en 1973 y se mantuvo fiel a la noche olívica hasta 2007. A su histórico escenario se subieron las grandes figuras de la música de la época, de Tom Jones a Miguel Bosé pasando por Massiel, Raphael o Georgie Dann, encargado ese último del concierto inaugural de la sala.
Al declive del Fraga llegó inicialmente el dinero fresco de la banca. Caixa Galicia se presentó como la salvadora del edificio. Animada por su rivalidad con Caixanova, el banco coruñés quería contar en Vigo con un edificio que rivalizara con el García Barbón, se hizo con el teatro y presentó un proyecto para modernizarlo. La caja de ahorros de A Coruña inició las obras con el cierre de Nova Olimpia y marcó para 2009 la inauguración. Pero llegó la crisis financiera de 2008 y todo saltó por los aires. Desde aquí la historia reciente es ya la conocida. Con la obra a punto de finalizar, nunca se llegó a acabar, Caixanova y CaixaGalicia se fusionaron y acabaron finalmente en manos de Juan Carlos Escotet, propietario del venezolano Banesco. Después del rescate con dinero público de 9.000 millones de euros, en 2013 el banquero se hizo con las cenizas de las cajas gallegas por 1.003 millones de euros. Al siguiente año el banco dio unos beneficios de 1.157 millones. Fruto de la compra, lo que hoy es Abanca se quedó con el importantísimo patrimonio cultural de las cajas y su obra social. Una descafeinada Afundación continúa parcialmente con ese legado, con decisiones controvertidas como rebautizar el Teatro García Barbón por Teatro Afundación -borrando el legado del filántropo vigués-, mientras que otros inmuebles, como el Teatro Fraga siguen abandonados, sin proyecto ni futuro a corto plazo.
En 1948, el periódico El Pueblo Gallego señalaba que la construcción del Fraga era una “inmensa prueba de cariño” a Vigo de un empresario que optaba por dar a la ciudad un monumental edificio más allá de ser un “industrial calculista que mide hasta el valor de la más tosca rejilla [...] Aquí ha sido el enamorado que sueña o el hijo que cumple un deber, sin preocuparse del valor material, sino de aquel otro que ni puede ser jamás medido”. Hoy, 75 años después, el Fraga espera a que sus actuales dueños cumplan con la ciudad -como hizo Isaac Fraga- y lo despojen del olvido.
Mientras Abanca capitalizó 35 millones de euros de préstamos en acciones para "salvar" al Deportivo, en el sur de Galicia la entidad bancaria mantiene cerrado durante más de una década el gran espacio cultural y de ocio que amenizó las vidas de nuestros padres y abuelos. Una generación de vigueses nunca ha entrado en su interior. El tiempo corre, el coliseo vigués espera mientras cada año su latido se paga más. La nueva generación de vigueses tiene ahora pendiente su particular Reconquista.
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