Fue mucha la gente que, tras anunciarse a principios de 2016 la marcha del Derrame Rock de Ourense, se echó las manos a la cabeza. Y parecía lógico. En sus apenas cinco ediciones, no hay duda alguna de que el evento logró hacerse un hueco en el corazón de todos los ourensanos. Pero si hay algo que está claro en esta vida es que a la música no hay quien la pare, y ya ese mismo año surgió un candidato a hacerse importante en la escena festivalera gallega: el Ourenrock.
Ahora, en su tercera edición, el evento se presentaba con un cartel de lo más variado, del que ya os hablamos hace unos días. Y siendo conscientes todos los presentes de que, muy probablemente, iban a tener que enfrentarse a unas condiciones meteorológicas que se anunciaban como adversas, lo que vimos fue a unos asistentes entregados, a pesar de tampoco haberse conseguido el llenar el aforo del recinto.
La auténtica pena fue que el mayor problema del festival a lo largo de los dos días (a pesar de haber mejorado ya de forma notable la situación en el segundo), incluso por encima de estas condiciones meteorológicas, fue el del sonido, con un volumen tan atronador, en el mal sentido, que hacía, por momentos, prácticamente imposible distinguir qué era lo que estaba sonando.
Especialmente víctimas de esta situación fueron Gorilas a Pilas y Riot Propaganda. Los primeros, con la siempre difícil misión de abrir el festival, salieron al escenario Reboreda dispuestos a dejarse la piel con el objetivo de ganarse a un público que, poco a poco, iba llegando al recinto. El grupo estuvo muy bien, demostrando garra de principio a fin, ganándose la merecida aprobación de los ya allí presentes con un concierto breve, pero intenso.
En el caso de los segundos, la situación fue especialmente sangrante. Puede que las dos principales virtudes del grupo sean la potencia de sus directos y sus afiladas letras. Si esto lo combinas con un sonido como el que tuvieron los cabezas de cartel de la primera jornada, es difícil no quedarse con un sabor de boca algo agridulce. Lo cantado era prácticamente indistinguible, y la habitual fuerza del grupo ante el público se convertía en una casi continua bola de ruido con la que era incluso difícil el disfrutar, de no haber sido por el ambiente imperante. Riot Propaganda, ante una audiencia completamente entregada, salió a darlo todo. La lluvia respetó el concierto a lo largo de la mayor parte de su duración, y no hay duda de que los allí presentes lo agradecieron. Tras apenas hora y cuarto de espectáculo, el grupo se despedía de un público contento con lo que acababa de ver, recordándoles que estaban ante una banda con fecha de caducidad, agradeciendo al respetable su entrega durante el tiempo tocado.
Entre estos dos grupos pudimos disfrutar con Yo no las conozco, llegadas desde Madrid, y puede que la mejor banda sobre las tablas de las que se pasaron por el recinto en esa primera jornada; y de Xavi Sarria, encargado de traer su reivindicativa música desde Valencia, con una banda, encabezada por él mismo, enérgica a más no poder, que logró hacer entrar en calor a todos los allí presentes de forma previa a los cabezas de cartel de la jornada, gozando, muy posiblemente, del mejor sonido de todo el día.
En lo que respecta a la segunda jornada, generaba muchísimas expectativas, y no decepcionó para nada, la ourensana Pauliña. La artista no desaprovechó la poco más de una hora con la que contó en el escenario Reboreda del festival, dejando un muy buen sabor de boca a toda la gente que se acercó para ver su concierto, con muchas ganas la intérprete de principio a fin y una gran cercanía con respecto al público incluida.
La pena fue que con el concierto de Brinkadelia Troupe llegó, muy posiblemente, la lluvia más intensa de todo lo que iba de festival hasta ese momento (aunque en conciertos posteriores la cosa llegaría a empeorar). La situación hizo que el público optase por quedarse en la zona cubierta la mayor parte del espectáculo, lo que sin duda alguna rebajó, y mucho, el resultado final, a pesar de darlo todo el grupo, de principio a fin, tratando de subir los ánimos de una audiencia que, finalmente, sí se terminaría acercando al escenario, bailando con la música de estos gallegos que, literal y metafóricamente, no pararon hasta lograr un acercamiento total con el público.
Llegaba entonces el momento de El Drogas, y se notaba que estábamos ante un concierto grande. Ante lo que posiblemente fue la mayor congregación de público en la presente edición del festival, el veterano artista desplegó una fuerza inmensa, con hora y media de concierto apoteósico, bajo una lluvia que dio bastante tregua en sus compases iniciales, pero que llegó a caer con bastante fuerza una vez superada la primera cuarta parte de su duración, algo que no hizo arredrarse al principal protagonista de la noche a la hora de bajar del escenario y cantar con y entre el público, dejando más que claro que, a la música, no hay lluvia que la pare. Tras haber subido el artista a Facebook muy poquitas horas antes del concierto una foto con Yosi, el inmortal líder de Los Suaves, había muchísima expectación por ver si se producía a lo largo de su espectáculo el regreso del carismático cantante a los escenarios, pero nos quedamos finalmente con las ganas. Esto no fue ningún impedimento para que el público quedase encantado con lo visto (y con razón), siendo el concierto que mejor sonó de todo el festival, y puede que también el más destacado a nivel musical. La leyenda demostró, y más que de sobra, uno de los motivos por los que lleva tantos años siendo uno de los iconos de la escena musical nacional.
El diluvio bastante universal llegó, finalmente, con Talco. Los italianos estaban dispuestos a arrasar con todo, y el público fue fiel a ellos, quedándose la mayor parte del mismo frente al escenario. El grupo lo recompensó con una fuerza musical tremenda, discursos chapurreados en castellano entre canción y canción incluidos, y la fiesta logró vencer a la meteorología, en un concierto que también volvió a sonar bastante bien, logrando transmitirle a la audiencia la apabullante fuerza de su música.
Para los más “valientes” y con ganas de disfrutar de la noche del sábado hasta el final, todavía quedaban The Locos y Rebeliom do Inframundo, hasta en torno a las 5 de la madrugada, siendo los gallegos los encargados de cerrar un festival pasado por agua, pero en el que la música logró imponerse a la meteorología. A nivel organizativo, destacar lo muy bien llevado que estuvo todo, siempre sin agobios en lo que a colas se refiere, con los suficientes puestos tanto de comida, como de bebida o merchandising, con unos precios bastante asequibles, y en un entorno cuya visita resulta muy recomendable.
Tercera edición de un Ourenrock que, poco a poco, va consolidándose en la ciudad, ahora ya con todo un gran patrocinio como es el de Super Bock detrás, y que esperemos que siga en la próxima ocasión con su paulatino crecimiento. Sólo el tiempo lo dirá. Por nuestra parte, esperamos que así sea.
Hasta el año que viene, Ourenrock.