Un paseo por la playa siempre tiene efectos reparadores y relajantes. El sonido de las olas, la brisa marina, la luz del sol… Pensamos en arenas blancas y finas o en playas doradas por la luz del sol. Pero en Viana do Castelo, las playas esconden joyas milenarias de gran interés: rocas de curiosas formas geológicas, antiquísimas dunas fósiles y vestigios pétreos moldeados por la acción humana.
Además de aprovechar para relajarnos por los espacios del Geoparque Litoral de Viana do Castelo, conviene que vayamos con los ojos bien abiertos para no perder ningún detalle. No hacen falta gafas 3D, ni dispositivos de realidad virtual o aumentada: nuestros propios ojos identificarán sin dudas cada huella del pasado.
Podremos hacer volar nuestra imaginación hasta visualizar lo distinto que era este paradisíaco entorno natural en el pasado y cómo vivían en él sus habitantes. Viajaremos en el tiempo para comprobar que hubo tierra donde ahora hay mar y que el actual cementerio de playas fósiles de Montedor albergó una amplia extensión de dunas.
Este geoparque incluye un total de 13 monumentos naturales y 8 sitios de geodiversidad situados en diversos puntos del municipio, a través de los cuales podemos conocer la evolución de este lugar durante los últimos 570 millones de años. A continuación te compartimos una selección de maravillas pétreas, algunas de ellas fruto de la evolución geológica y otras producto de la acción humana. Un pequeño aperitivo de lo que este gran espacio nos ofrece:
Nuestro paseo comienza en la playa de Fornelos, a algo menos de una y media de coche desde Vigo, y transcurre a la orilla del mar hasta las inmediaciones de los molinos de Montedor: una pequeña distancia repleta de incontables puntos de interés geológico, histórico, etnográfico y paisajístico. Este será nuestro punto de partida espacial, porque el temporal nos llevará varios millones de años atrás. Y nos mostrará cosas como estas:
Uno de los elementos más sorprendentes es el espacio donde podemos encontrar los restos de dunas milenarias que han quedado fosilizadas. Para entender lo que ha ocurrido tenemos que remontarnos 71 millones de años atrás, cuando esta zona era un amplio campo dunar, formado por el depósito y acumulación de arenas transportadas sobre todo por el viento. En aquel momento, el nivel del mar estaba unos 40 kilómetros más bajo y la línea de costa más de 10 kilómetros más lejos que en la actualidad.
Con los cambios geológicos que se han ido produciendo en la tierra, estas dunas quedaron fosilizadas (arenito) y podemos observarlas en una zona señalizada del recorrido que es fácil de identificar por su color tirando a ocre. La formación está compuesta por arenito rojizo consolidado en óxido de hierro (hematite).
Otra curiosidad que encontraremos en el recorrido son algunas marcas fósiles de los “hogares” que han ido construyendo algunos animales marinos. Algunas de las formas tipo alvéolo que podemos encontrar en las rocas son el resultado de la antigua presencia de erizos de mar (paracentrotus lividus), que con sus púas y sus movimientos de rotación fueron amoldando las rocas. Del mismo modo que nosotros hacemos hueco en nuestro sofá para descansar tras un largo paseo, los erizos que vivieron mucho tiempo atrás fueron dejando su registro en el lugar que habitan. Estas cavidades deshabitadas que podrían parecer formas naturales a nuestros ojos, son consideradas icnofósiles (rastros fósiles).
Este impresionante conjunto de petroglifos sorprende por lo inesperado de su ubicación y por la buena conservación de los grabados, que en su mayoría representan figuras de cérvidos y caballos. Los encontraremos en una gran pared vertical a cierta altura sobre el mar y de complicada accesibilidad.
Parece extraño que, las personas que los realizaron hace miles de años (entre 4.000 y 2.000) escogiesen tan inusual localización. Lo cierto es que en aquel momento la línea de costa era bastante diferente a lo que tenemos hoy y, por lo tanto, la situación de este conjunto de rocas era totalmente diferente y mucho más accesible.
Desde el comienzo del recorrido, y a lo largo de toda nuestra ruta, encontraremos una multitud de pequeñas piletas excavadas en las rocas más próximas al mar. Se trata de salinas rupestres utilizadas hace miles de años por las personas que poblaban esta zona del litoral portugués.
Aprovechando las rocas graníticas expuestas, las sociedades prehistóricas preparaban estas superficies para acumular en ellas una pequeña película de agua. Así, una vez el agua se evaporase por acción del sol y el viento, podía recogerse la sal, fundamental para conservar y sazonar alimentos, además de otros muchos usos. Las pías salineiras de Fornelos datan aproximadamente de la Edad del Hierro, es decir, el momento de la cultura castrexa.
Además de maravillas geológicas, en el territorio que abarca el Geoparque Litoral de Viana do Castelo podemos encontrar algunos elementos destacables del patrimonio etnográfico vinculado al mar, como es el caso de las decenas de camboas que aún se conservan. Se trata de estructuras pétreas construidas por el ser humano en zonas rocosas a la orilla del mar y expuestas a la acción de las mareas y que, básicamente, consistían en grandes cierres de piedra con una puerta a la que se colocaba una red destinada a las capturas.
En Portugal, estas camboas tienen origen medieval y permanecieron en uso durante siglos. Quedaron prohibidas en 1940, por lo que hasta la actualidad tan solo han llegado los vestigios de algunas de ellas. En nuestro recorrido encontraremos la conocida como Camboa do Morgado, con sus muros pétreos construidos aprovechando el propio afloramiento rocoso de la zona.
Muy cerca de la orilla del mar, y próxima a la zona en la que se encuentran los molinos de viento de Montedor, encontraremos una gran torre de construcción moderna que llamará nuestra atención, y que se corresponde con una sirena, señal acústica proyectada para complementar la señal luminosa del faro, que también es visible en el alto de la colina.
Desde esta zona merece la pena subir al monte para disfrutar de las vistas, conocer los tres molinos restaurados, construidos en el siglo XIX para la molienda del maíz, y el faro.
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