En el pronunciado cañón del río Broi, en Viladesuso (Oia), al abrigo de la brisa oceánica, crece el alcornocal de las Sobreiras do Faro, un bosque mediterráneo nacido en plena costa atlántica. Esta no es la única magia que alberga este espacio natural donde podemos encontrar ejemplares centenarios y de gran envergadura junto otros más jóvenes, de menor porte.
En los montes do Pousiño y Faro, a pocos kilómetros de la carretera que bordea la costa del municipio de Oia, podemos encontrar este interesante bosque de alcornoques (sobreiras, en gallego). Situado en terrenos de la comunidad de montes vecinales en mancomún de Viladesuso, se trata del primer Espazo Privado de Interese Natural (EPIN) declarado en Galicia y, desde 2017, también forma parte del Catálogo de Árbores Senlleiras de Galicia.
Su principal singularidad quizá sea su estratégica localización, pues se trata del bosque de alcornoques más occidental de Europa. Además, estas sobreiras crecen muy cerca del núcleo de Viladesuso, al que ofrecen un refrescante y protector abrazo.
Siendo un bosque tan cercano a una aldea (donde encontramos barrios con topónimos como O Sobral, relativo a las sobreiras) lo que más nos sorprenderá es la tranquilidad que se respira al pasear entre las sinuosas siluetas de los árboles, el verde tapiz del musgo, el canto de los pájaros y el sonido del agua que lleva el río Broi. Además, el entramado que conforman las ramas de los alcornoques hace que, según el momento del día en el que estemos, podamos disfrutar de una luz única que genera un ambiente mágico.
Si nos fijamos en el corcho de las cortezas de los alcornoques, en algunas de ellas todavía podemos comprobar el paso de la devastadora ola de incendios de 2006. Si bien en otras masas forestales el fuego provocó valiosas pérdidas, en el caso de los resistentes alcornoques los daños fueron de menor envergadura: el fuego chamuscó el corcho pero, siendo este un mecanismo de defensa natural propio de este árbol, en las ramas seguimos viendo hoy un conjunto de hojas verdes llenas de vida.
Si repasamos un poco la historia y los usos tradicionales de este espacio situado a ambas orillas del río Broi, encontraremos que este lugar fue tradicionalmente utilizado para la recolección de leña, pasto y material para elaboración del estrume que se usaba en las cuadras. Siempre hubo alcornoques (algunas personas mayores del lugar recuerdan algunos de gran porte cuando, en su niñez, llevaban a pastar al ganado), si bien su expansión se ha visto favorecida debido al proceso de abandono de los usos tradicionales, la escasa intervención humana y el simple paso del tiempo.
En ese sentido, no debemos olvidar el gran valor que ha tenido el corcho para la sociedad, tanto en el pasado como en el presente, debido a sus buenas cualidades (aislante, ligereza, flotabilidad) y múltiples usos. Más allá de los conocidos tapones para las botellas, este material se utiliza como aislante en la construcción, en la elaboración de calzado y complementos y, tradicionalmente, servía también para hacer colmenas. Antes de que el plástico llegase a nuestras vidas, era habitual recurrir al corcho a la hora de elaborar determinados materiales de trabajo: relleno de chalecos salvavidas, flotadores, bollas y otros componentes de aparejos de pesca.
El alcornoque (Quercus suber) está emparentado con otros árboles que producen bellotas, como robles y encinas. El nombre de su género es Quercus, palabra latina de origen celta que significa “árbol hermoso”. Pero además de belleza, en el alcornoque también encontramos ciencia. Fue precisamente observando al microscopio un trozo de corcho cuando el científico Robert Hooke descubrió los pequeños compartimentos, a modo de “celdas”, en los que se estructuraba la corteza: acaba de descubrir la célula.
Mientras nos empapamos de magia, relax, historia y conocimiento, en las Sobreiras do Faro podemos disfrutar de la sombra de centenares de alcornoques, distribuidos a lo largo y ancho de una extensión cercana a las 7 hectáreas. Algunos más jóvenes, con troncos más delgados, y otros de mayor edad, más gordos y con frondosas copas entre las que se cuela la luz del sol.
Y, junto a ellos, descubriremos a otros “vecinos”: el rusco, el sanguino y el peral bravo son algunos de los compañeros del entorno inmediato. Y, según nos vayamos acercando más al río y el ambiente sea más húmedo, también podremos distinguir algún ejemplar de sauce y aliso. Todos ellos, árboles de gran porte, bosque bajo y vegetación de ribera; ofrecen cobijo a un sinfín de anfibios, reptiles, aves, murciélagos, insectos y otros pequeños habitantes del bosque.
Podemos llegar a las Sobreiras do Faro de múltiples formas, pues varias pistas y senderos comunican este singular y mágico bosque desde distintos puntos. Además, forma parte de varios itinerarios señalizados como son la Ruta Máxica de Oia o el sendero circular señalizado que parte del centro de la aldea de Viladesuso. Así, para llegar y empaparnos de conocimiento no tenemos más que seguir las señales y leer con atención los distintos paneles informativos.
Si realizamos la Ruta Máxica de Oia, muy cerca de las Sobreiras do Faro encontraremos el castro y mirador de Cano dos Mouros, un hito en el paisaje con impresionantes vistas al mar y la montaña. Una opción es tomar este lugar como punto de partida y, siguiendo las señales, caminar aproximadamente 1,5km de distancia hasta el alcornocal. También desde el Cano dos Mouros, pero siguiendo ahora hacia el norte, la Ruta Máxica nos conecta con otros puntos de interés de la zona. Entre ellos destacan las pozas de Mougás y, al final del recorrido, el castro y petroglifos de A Cabeciña.
Si optamos por la ruta que parte de la aldea de Viladesuso, realizaremos un itinerario circular de algo menos de 5km (unos 90 minutos) que sale de la Casa do Pobo (un panel nos lo indica), pasa por la iglesia de San Miguel de Viladesuso y se acerca al barrio de O Sobral antes de encaminarse hacia el monte, donde encontraremos masas de pino y eucalipto hasta que poco a poco estas especies empezarán a escasear según nos acerquemos al alcornocal. Desde las sobreiras, la ruta vuelve a la aldea siguiendo el Camiño do Faro y atravesando el Broi a la altura del molino hidráulico de Sucamiño.
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