Con sus algo más de 1,5 kilómetros, el Puente de Rande marcó un hito constructivo en la ingeniería civil del mundo. Cuando se levantó, en 1981, se convirtió en el mayor puente atirantado del planeta. Desde ese momento, el Puente de Rande se fue transformando en un icono de la ría de Vigo soportando más de 200 millones de vehículos a lo largo de 37 años.
Sin embargo, la infraestructura, de dos carriles por sentido y que une Vigo con O Morrazo y todo el Eje Atlántico hasta A Coruña, pronto se quedó pequeña para las necesidades de transporte de la mayor ciudad de Galicia. Ni tan siquiera uno de los peajes más altos de España por kilómetro recorrido sirvió para impedir que decenas de miles de coches circulen por él a diario.
En 2015 el Gobierno de España comenzó las obras de ampliación de la estructura para evitar su habitual congestión en horas punta. La polémica surgió en cuanto a la solución empleada. Se decidió ampliar el puente con dos carriles exteriores anexos al eje central, pero sin permitir la comunicación interna. Movimientos ciudadanos, políticos e institucionales advirtieron del error. Hoy, con la estructura ya inaugurada –aunque todavía con obras menores– se confirman los peores presagios.
Así es la larga lista de despropósitos, errores y polémicas que acompañan al “nuevo” Puente de Rande.
Las condiciones laborales que soportaban los trabajadores fueron puestas en entredicho casi desde el inicio. La CIG acabó por denunciar en junio de 2017 que la UTE (Unión Temporal de Empresas) formada por Dragados y el Grupo Puentes, a quien Audasa contrató las obras, establecía “condiciones de explotación” a los operarios, con jornadas de 10 a 12 horas a 60 metros de altura con sueldos que no superaban los siete euros la hora.
Apenas dos semanas después, un trabajador perdía la vida al caerse de la obra al vacío. Un suceso que el secretario nacional de la CIG-Construcción, Xoán X. Melón, definió como “crónica de un accidente anunciado”. Cinco meses después otro trabajador resultaba herido en unas obras que Audasa quería acabar antes de finalizar 2017.
El punto anterior, la premura con la que la concesionaria quería acabar las obras nos lleva a la siguiente polémica: inaugurar el puente cuánto antes para poder subir los peajes. Si las obras se daban por concluidas antes de 2018, Audasa podría subir los peajes casi un 4%, un 3% más el 1% ligado a la ampliación, ya en 2018. De lo contrario, el 1% extra no entraría en vigor hasta 2019.
Con prisas y las obras sin concluir, Mariano Rajoy, por entonces presidente del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, y Abel Caballero, alcalde de Vigo, inauguraron oficialmente la nueva infraestructura. Lo hicieron 36 horas antes de que finalizara el año. Un sábado. 30 de diciembre. En la inauguración se ausentaron los alcaldes de O Morrazo y Redondela como protesta formal ante el “tarifazo”.
Esta misma mañana, el alcalde de Vigo volvió exigir que en caso de obras se elimine o "abarate" el peaje. "No podemos estar pagando un peaje de autopista para circular a velocidad de carretera del siglo XIX", espetó.
La falsa inauguración solo sirvió para calentar más el ánimo de los vecinos. Las continuas obras se sucedían con un puente supuestamente inaugurado y los cortes de carriles derivaban en una yincana nocturna. En mayo, la alcaldesa de Moaña, Leticia Santos, convocaba una manifestación para acabar con “la burla de Rande”.
Por entonces se pedía que se cancelaran los trabajos en horas punta, que cerraban carriles cuando mayor afluencia de tráfico soportaba el puente, y se exigía mantener los dos carriles de salida desde O Morrazo hacia Vigo. Estaban construidos, asfaltados y señalizados, pero solamente se abría uno.
La gran obra de la década, la ampliación del puente de Rande, que conecta Vigo con O Morrazo y es la vía de salida y entrada hacia Pontevedra y el norte de Galicia, se convirtió en breve en una ratonera. Los nuevos carriles, muy ajustados, impiden que en caso de accidente o avería la circulación pueda continuar. Lo más problemático es que no permite –por sus dimensiones– más de un coche circulando en paralelo, lo que provocaría retenciones kilométricas.
Para solucionar la estrechez de los nuevos carriles, la estructura cuenta con pasarelas de evacuación para, en caso de accidente, permitir la conexión con el tablero central. Sin embargo, más de 200 días después de ser inaugurado, las zonas de evacuación están completamente bloqueadas y ocupadas por maquinaria de obra. “¿Qué es lo que inauguraron?", llegó a preguntarse el alcalde de Vigo, Abel Caballero. Desde O Morrazo avisan que en caso de accidente la situación podría convertirse en dramática. “Se está jugando con la vida de muchas personas”, alerta la alcaldesa de Moaña, Leticia Santos.
El pasado miércoles, 22 de agosto, los conductores que circulaban por Rande se encontraron con una nueva sorpresa. Un badén, similar a los reductores de velocidad en ciudad, en una autopista limitada a 80 kilómetros por hora. Tras las quejas de los conductores, que bien frenaban de golpe al encontrárselo o bien sufrían los saltos al pasar por él, Audasa lo retiró. Estuvo 48 horas instalado y ni la concesionaria ni el Ministerio de Fomento explicaron el motivo de su instalación. Tampoco el de su retirada.
Antes de las obras, el puente, que forma parte de la arteria atlántica que supone la autopista AP-9, estaba totalmente vetado a peatones y ciclistas. Por ello, hace hoy dos años, Pepe Fernández, inició una campaña en Change que pedía incluir en el proyecto soluciones alternativas al tráfico rodado.
“¿Por qué no acercar aún más ambas orillas de la ría y comunicar por vía peatonal ambos márgenes, posibilitando un trayecto a pie y en bicicleta y dotando a la ría de Vigo de un mirador privilegiado?”, se preguntaban en el texto de la campaña.
Sin embargo, la reclamación no fue escuchada y el “nuevo” Rande no permite la circulación en bicicleta o a pie, como si es posible en otras infraestructuras similares. Para poder realizar una ruta en bicicleta entre Vigo y Moaña, por ejemplo, sigue siendo necesario “cruzar” por el interior hacia Redondela. Una ruta, en la práctica, solo apta para profesionales.
Como icono de la ría de Vigo, el Puente de Rande ha empeorado su estética con su nueva imagen. La ampliación de la estructura ha dejado un puente a tres colores, con el gris del hormigón, el negro de los viejos tirantes y el blanco de los instalados recientemente para soportar los nuevos carriles. Eso sí, al menos se han substituido, por fin, las viejas farolas totalmente oxidadas tras décadas sin mantenimiento.
Rande es la oportunidad perdida para contar con una referencia turística. El puente apenas se ilumina de noche, como si se hace en otras partes del mundo en infraestructuras similares.
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