Con más de un kilómetro de longitud, Playa América se ha convertido en uno de los reclamos turísticos más reconocibles de Galicia. Pero antes de llamarse así, este arenal del concello de Nigrán era conocido como playa de Lourido. Fue precisamente para atraer el turismo por lo que en 1927 el empresario Manuel Lemos, emigrante en Argentina, apostó por rebautizar el arenal. Ahora, casi 100 años después, un proyecto científico tratará de recuperar una pequeña parte de la que Playa América fue en el pasado.
Al frente de esta iniciativa está la empresa Hydrosphere, spin-off de la Universidade de Vigo, surgida del grupo de investigación en ecología costera, EcoCost. Su propuesta, en colaboración con el grupo de investigación XM1 del Centro de Investigación Marina de la Universidade de Vigo, el Concello de Nigrán, el Instituto de Investigaciones Marina y la delegación del CSIC en Galicia, fue una de las seleccionadas por la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología en una convocatoria de ayudas para fomentar el conocimiento científico entre la sociedad e incentivar las actividades de ciencia ciudadana.
El proyecto, denominado Microrreservas de playa: la concienciación social como elemento clave en la recuperación de arenales, tiene como finalidad crear una pequeña reserva natural en Playa América para, a través de este espacio, “cambiar el concepto que se tiene de las playas y de los sistemas dunares como espacios puramente de ocio cara una mirada más sostenible, centrada en el valor ecológico y en el uso compartido de estos importantísimos ecosistemas litorales”. De este modo, además de recuperar y proteger la riqueza del ecosistema de esta zona, también se convierte en un aula de educación ambiental in situ en la que los centros educativos del entorno están desarrollando actividades científicas y de concienciación. Ya de cara a los meses de verano los talleres estarán abiertos a toda la ciudadanía.
El objetivo de esta iniciativa es poner en valor el patrimonio natural de una playa que actualmente está orientada al ocio, acercando el conocimiento científico a la ciudadanía y haciéndola partícipe de su conservación y renaturalización. Para conseguirlo, se creará una microrreserva de cerca de 2.000 metros cuadrados que permitirá restringir la intervención humana en esta zona y evitar el impacto causado por actividades como las pisadas continuas o las labores de limpieza. De este modo se mantendrá esta zona libre de alteraciones y se favorecerá una renaturalización progresiva, al tiempo que se emplea como aula viva de educación ambiental, donde impartir talleres didácticos. En las próximas semanas está previsto comenzar con la instalación del vallado que delimitará la zona y también se están diseñando una serie de paneles informativos sobre los ecosistemas dunares. Estos puntos informativos, explican desde Hydrosphere, también incluirán imágenes de las dunas de Lourido en la década de 1.940, “para que podamos reflexionar sobre lo enorme cambio que sufrieron desde aquella época”.
El proyecto está estructurado en dos períodos. Desde febrero y hasta mayo los protagonistas están siendo los colegios e institutos del entorno, mientras que en los meses de verano las actividades serán abiertas a toda la ciudadanía y gratuita. Estas se desarrollarán en los fines de semana en horario de mañana.
Los talleres se centran tanto en la zona dunar como en la de arribazón. En el primero caso comprenderán observación e identificación de flora y fauna, plantación de especies autóctonas o eliminación de invasoras. En el segundo caso consistirán en la recogida de algas para identificar, muestreo científico para observar macrofauna, identificación taxonómica, observación de microplásticos y evaluación de su impacto en medio ambiente. Además, el personal investigador también trabajará a lo largo del arenal para estudiar el tipo de sedimento y su origen y para realizar perfiles topográficos que acerquen información sobre la morfología de la playa y su dinámica.
Tras un primero taller con el alumnado de 4º de la ESO del IES Val Miñor, esta semana fue el alumnado del Centro Ocupacional Juan María el que se acercó a este aula abierto de naturaleza. Pudieron recorrer la línea de arribazón de la playa, observando los restos que allí aparecían dejados por las mareas. Además de muchas algas, encontraron también restos de plantas marinas, lo que dio pie a explicar las diferencias entre plantas y algas, y aprendieron a distinguir los siempre sorprendentes huevos de rayas y tiburones que también llegan a la playa. Encontraron tarugos o bolillos de batea y restos de cabos y redes, planteándose así la gran problemática de la basura marina. También recogieron algas de la zona de arribazón para luego hidratarlas en bandejas, y, con la ayuda de lupas, guías y libros, observarlas con más detalle e identificar algunas de las especies más comunes. Además, aprovecharon estas algas para aprender a hacer un algario.
Desde Hydrosphere explican que, a diferencia de las dunas próximas a la desembocadura del río Muíños, en las que hace años se llevaron a cabo acciones de recuperación, la zona de Lourido está “muy deteriorada y tiene muy poca diversidad”. El objetivo del proyecto es que las especies de plantas que ya casi desaparecieron puedan recolonizar este espacio de forma natural, igual que sucedió en la zona próxima al río.
En este tipo de dunas, explican, la vegetación está muy especializada y adaptada para soportar fuertes vientos, una gran inestabilidad del sustrato, grandes cantidades de sal, escasez de nutrientes, muy poca retención de humedad y la abrasión mecánica que se produce al limpiar los arenales. Para sobrevivir desarrollaron una serie de adaptaciones, como raíces muy profundas y potentes para llegar hasta el agua y fijarse con fuerza al suelo; formas redondeadas y acostadas para resistir fuertes vientos o hojas carnosas para almacenar agua. “Todas estas características hacen de estas plantas litorales especies únicas que solamente pueden sobrevivir en condiciones muy concretas. Por lo tanto, si estos hábitats dunares desaparecen, también desaparecerán las especies que viven en ellos”. Entre ellas está la Azucena de mar, incluida en el catálogo de especies amenazadas o catalogadas como “en peligro de extinción” en algunas regiones o la Paxariños, endemismo de la costa atlántica de la península ibérica y de Francia.
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