Juan Gómez-Jurado no es un escritor al uso. Con tan sólo 39 años, el madrileño ha vendido más de 6 millones de libros, publicados en más de cuarenta países y traducidos a cuarenta idiomas distintos. Pese a eso, la fama no se le sube a la cabeza. Usuario activo en Twitter, no duda ni un segundo en contestar a todos y cada uno de los que le escriben a través de la red social, profesando siempre una relación cercana con el lector y fan, de tú a tú. Ha defendido siempre que un nuevo modelo de negocio editorial es posible y no ha dudado en promover campañas como “un libro, un euro”, enfrentándose, si es necesario, a vacas sagradas como Alejandro Sanz (éste último salió muy mal parado de ese choque, por cierto) tras escribir el propio Juan el fenomenal artículo “La piratería no existe”.
Tras debutar en 2006 con Espía de Dios, en 2007 publica Contrato con Dios y en 2008 El emblema del traidor. La locura llega en 2012, con La leyenda del ladrón, que logra más de 100.000 lectores sólo en España. Dos años después publicará el libro que vamos a tratar hoy, El paciente, su quinta novela, precedida por la gran acogida que tuvo su anterior trabajo y que se convirtió en un éxito, a nivel crítica y a nivel público, instantáneo, llegando al punto de que se habla de ciertos movimientos en Hollywood para llevar la historia a la gran pantalla.
(Esta crítica podría contener spoilers)
Su posible adaptación al séptimo arte no extraña, pues el planteamiento, en este libro, no podría ser más atrapante ya desde su sinopsis: Uno de los mejores neurocirujanos recibe un encargo de vital importancia: Operar al presidente de los Estados Unidos de un tumor cerebral. La operación, sin embargo, tendrá una dificultad añadida e inesperada: La aparición de un siniestro personaje que ha secuestrado a su hija y que le asegura que sólo podrá volver a estar con ella en caso de que dicho paciente muera en la mesa de operaciones.
El dilema, que en un primer momento podría parecer fácil de resolver, encierra de fondo una pregunta mucho más difícil de responder que hará a más de uno reflexionar: ¿Qué es lo que elegimos a diario? ¿A la familia o al trabajo? Parece evidente que en la tesitura del protagonista todo el mundo elegiría a su hija, pero… ¿y cuándo este planteamiento se hace día a día? ¿Pasa la gente todo el tiempo que a priori se querría con los seres queridos o ciertas decisiones obligan a diario a tirar más por el ámbito laboral? Puede que sean estas preguntas, inconscientemente o no, las que hayan hecho que tantas personas se hayan decidido por leer este libro.
El escritor nos interpela con una pregunta muy directa: ¿Tú qué harías? La novela empieza con el propio médico, el Dr. Evans, en el corredor de la muerte. El protagonista nos cuenta su historia en primera persona, a través de sus diarios. Sabemos ya desde el principio, por tanto, dónde está, pero no el motivo por el que ha terminado ahí. ¿Ha matado finalmente al presidente? ¿Ha logrado salvar a su hija? El inicio de El paciente no podría ser, por tanto, más directo. En un juego de espejos, el protagonista, figuradamente, llega a estar en la mesa de operaciones ante su propia mujer, que falleció por el mismo tipo de cáncer que el que tiene el presidente, algo que Evans no supo ver en su momento, hecho que le sigue haciendo sentir culpable, siendo para él esa persona realmente importante a la que no pudo salvar la que, de forma indirecta, vuelve a tener en sus manos, encontrándose de nuevo con la oportunidad de reparar lo que anteriormente no pudo, aunque sea en una persona distinta, algo que aumenta todavía más el deber que, ya de por sí, siente con respecto a lograr que la operación salga bien.
Al ser preguntado en su día acerca de cómo surgió la idea para este libro, Juan Gómez-Jurado contaba que “en diciembre de 2008, cuando estaba escribiendo La leyenda del ladrón, me hicieron una entrevista en Qué Leer y me preguntaron qué es lo que iba a escribir después. Y no recuerdo cómo se me ocurrió, pero en ese momento improvisé que podría ser algo así como un médico que tiene que operar a Obama y lo amenazan, etc. Y eso se publicó. Se me ocurrió sin más, sin darle importancia, pero después empecé a darle vueltas y me dije: ¡Pero si es una buena historia!”
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A pesar de la nacionalidad del autor, la novela está ambientada en Estados Unidos y no en España. Dejando a un lado las bromas del propio autor, con las que aseguraba que el motivo se debía a que aquí, con la elección ante la que se estaría, el libro no dudaría ni dos capítulos, el motivo radica en que el escritor quería ganar distancia y, al mismo tiempo dársela al lector, con respecto a lo que estaba contando.
Que la novela haya sido ambientada en ese país no nos distancia para nada de ella. A estas alturas nuestras culturas están tan próximas que, salvando las diferencias, como en el caso de lo referido al modelo de Sanidad que allí tienen, se podría pensar que la historia transcurre aquí perfectamente. Ayuda también el hecho de que el libro nos plantea un dilema moral que resulta universal. ¿Matarías por salvar a tu hijo a una persona que no tiene nada que ver de forma directa con su situación? Esto se hace todavía más peliagudo para alguien que tiene presente el juramento hipocrático: No dañar nunca a la persona a la que estás tratando.
Que en la mesa de operaciones se encuentre el presidente de los Estados Unidos puede que aumente la dificultad de llevar el encargo a buen puerto sin que nadie se entere, pero no supone ningún cambio con respecto a la dificultad moral. Recordemos que la profesión de Evans le obliga a cumplir con una serie de principios que van unidos al cargo. El juramento hipocrático es el mismo siempre, tanto si se está ante alguien reconocido como si el paciente es anónimo, lo mismo que el cargo de conciencia que ha de conllevar el saber que has matado a alguien de forma intencionada.
Juan, que se define a sí mismo como un escritor de mapa, de esos a los que les gusta planificar antes de escribir y tener un esquema claro de lo que se va a hacer, usa aquí un recurso nuevo para él: La narración en primera persona (esto sólo se verá modificado para los personajes de Kate y de White). Este tipo de narrador hace que nos sea más fácil conocer a Evans (sus miedos, dudas, lo que piensa o lo que siente).
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El autor dice también ser un escritor lento, lo que hace que sus obras se tomen su tiempo para hacer publicadas; más aún cuando durante el proceso surgen sorpresas: Trabajando en este libro, Juan descubrió que, al igual que el doctor Evans de su novela, él es adoptado.
En este libro, ya de categoría bestseller, nos encontramos con todos los elementos habituales en esta clase de novelas: Un ritmo de infarto, giros en la trama, con sus sorpresas incluidas y diálogos afilados como cuchillas, que van directos al grano. A pesar de las dificultades con la que para conocer al protagonista nos podríamos encontrar por el ritmo acelerado de la historia y el que todo transcurra en tan sólo 63 horas, llegamos a empatizar con el médico. Juan consigue sortear estos obstáculos y tendrá tiempo para hablarnos de la vida pasada de Evans, de la tragedia que ha tenido que vivir, de cómo es la relación con su hija y con su, en ocasiones, problemática familia política, de cómo piensa, siente o entiende la vida y de cómo es su relación con su gran pasión: la cirugía.
La voz cantante es asumida, sólo en ocasiones, por Kate y por el propio secuestrador, en un recurso que nos permitirá conocer algo más sobre la historia de ambos y acerca de las motivaciones que se esconden detrás de sus comportamientos.
Todos los personajes están bien desarrollados (a pesar de que el de Kate pueda caer de vez en cuando en algún tópico), empatizamos con ellos y entendemos sus motivaciones. Juan Gómez-Jurado, que se define a sí mismo como “un gran contador de historias”, ha buscado en esta novela, en sus propias palabras, “contar una historia de amor y devoción absolutas de un padre por su hija, que chocan con el dilema imposible de tener que matar a un paciente en la mesa de operaciones si quiere que ella sobreviva. De fondo queda una crítica al modelo de Sanidad privada estadounidense. Sobre todo, quiero que os lo paséis bien luchando y sufriendo con los dilemas de David y de Kate Robson”.
Esta última frase tiene una gran importancia y nos dirá mucho de las motivaciones del autor al escribir esta obra: Quiere que nos divirtamos. Aquí no hay grandes pretensiones. No esperemos un estilo cercano al de la gravedad de Dostoievski, por poner un ejemplo. Gómez-Jurado busca atraparnos, que nos pongamos en la situación del protagonista y que pensemos en qué haríamos en caso de encontrarnos en esa tesitura. “Yo defiendo, y llevo a gala, que se puede hacer literatura de entretenimiento, de evasión, pero con muchísima calidad”.
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Como el propio autor dice, “a Cervantes, el mayor escritor de todos los tiempos, le acusaban los críticos de lo mismo de lo que acusan hoy a los autores comerciales: ligero, pensado para hacer disfrutar a las masas, zafio. Todos esos adjetivos le dedicaron al mejor que ha existido jamás. Las críticas son irrelevantes, tanto las buenas como las malas, porque no son la medida real de nada y, lo que es más importante, al lector le dan igual. Lo que el lector quiere es sentir emociones, ahondar en los rincones oscuros de la naturaleza humana, pasar páginas como si al día siguiente no tuviese que levantarse para ir a trabajar, pasarse de parada de metro porque va absorto en la lectura. Un solo tuit de alguien que me dice que se ha quedado en vela toda la noche porque no podía dejar de leer vale más que mil reseñas en "The New York Times". Mi principal propósito es entretener. No busco que mi novela sea juzgada con los mismos baremos que una que está destinada a expandir los límites del lenguaje y de la literatura, como puede ser el caso de una obra de Enrique Vila-Matas”.
Juan Gómez-Jurado, insistimos, busca entretener, y lo consigue. Estamos ante esa clase de libros que, una vez empiezas a leerlos, resulta ya muy difícil parar, resultado de un trabajo titánico (la novela llegó a ser reescrita hasta en cuatro ocasiones) que llegó a costarle al autor su propia salud, enfermando en el tramo final del proyecto.
Por momentos parece que lo que tenemos delante es un guion, y no una novela. No queda ni un cabo suelto, está todo perfectamente atado, teniendo este trabajo todos los elementos necesarios para dar el salto a la gran pantalla, siendo su único defecto que el final, como en muchas ocasiones ocurre con esta clase de tramas, puede llegar a ser un poco engañoso, algo que, sin embargo, no desmerece lo leído anteriormente ni te deja la clase de mal sabor de boca que hace que algo pase a no ser recomendable.
Título: El paciente
Autor: Juan Gómez-Jurado
Editorial: Planeta
Fecha de publicación: 16 de enero de 2014
Número de páginas: 474
Sinopsis: “El prestigioso neurocirujano David Evans se enfrenta a una terrible encrucijada: si su próximo paciente sale vivo de la mesa de operaciones, su pequeña hija Julia morirá en manos de un psicópata.
Para el Dr. Evans se inicia una desesperada cuenta atrás cuando descubre que el paciente que debe morir para que su hija viva no es otro que el presidente de los Estados Unidos.
Con su habitual maestría en la literatura de intriga, Juan Gómez-Jurado atrapa irremediablemente al lector. Una novela apasionante y emotiva que se desarrolla en 63 frenéticas horas, que no da respiro en su lectura y que plantea un dilema moral imposible que puede cambiar el curso de la historia”.
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