Ageinco, la Asociación Gallega Clúster de Empresas de Ingeniería, Consultoría y Servicios Tecnológico, trabaja desde Vigo para potenciar la labor de ingenieros e ingenieras, su visibilidad en la sociedad y su relación con otros actores sociales. Representa el sector de la ingeniería en Galicia, y agrupa a más de una treintena de empresas de alto valor añadido con más de 1.200 profesionales. Daniel Prieto es su presidente.
Pregunta. El clúster se puso en marcha hace unos años. ¿Ahora cuántos socios sois?
Respuesta. Ageinco -Asociación Gallega Clúster de Empresas de Ingeniería, Consultoría y Servicios Tecnológicos- nace como asociación en 2004 y estos años hemos ido sumando diferentes áreas de la ingeniería. Nació muy en el ámbito de la ingeniería civil, pero ahora cubrimos muchos más ámbitos, como la industrial, la topografía o los servicios tecnológicos. Estamos en torno a 35 empresas y, además, tenemos muchas empresas colaboradoras. Por último, lo que hemos hecho es integrar la cadena de valor, desde que se forma el ingeniero hasta que entrega un trabajo. Esto incluye a las tres universidades de Galicia, a los colegios profesionales regulados por ley, que son ocho, y la parte más nueva, como los ingenieros informáticos, y los centros tecnológicos agrupados en Atiga. Todo para que la ingeniería tenga voz, es transversal a muchos sectores, pero no existía uno que diga: somos ingeniería.
P. ¿Cuál es el principal objetivo y, más allá de eso, por qué es importante para una comarca como Vigo y su área?
R. Para escuchar y hablar. La ingeniería no siendo una entidad de gran facturación es una actividad con gran decisión, con gran influencia sobre grandes presupuestos. Al convertirnos en clúster hemos logrado dinamizar esto, llegar a más elementos de mezcla, las relaciones con otras áreas son fundamentales: Asime, Atiga… construyen país a nuestro lado todos los días.
P. ¿Cómo ha repercutido la pandemia para el sector?
R. Al principio hemos sido incluso partes esenciales, porque hubo obras y actividades de ingeniería que no se pararon. Tuvimos que reaccionar muy rápidamente y para eso los ingenieros sí estamos preparados. Solucionar problemas se nos da bastante bien. Pero nos dimos cuenta que era un cambio drástico y casi todos tenemos ya todo preparado para trabajar online. Luego llegó la crisis energética, la crisis tecnológica, una guerra que cambia el Mundo… vivimos en el cisne negro permanentemente.
P. Todos estos desafíos, afectan en el crecimiento del sector…
R. Sí, somos mano de obra muy cualificada. Es muy difícil conseguirla, retenerla, formarla y que se quede. Tenemos que reinventarnos todos los días y hay que entender como viene el mundo. Estamos en la adaptación permanente. Cuesta mantener plantillas porque no somos una fábrica con pedidos. Nuestra materia prima es gris, el cerebro de la gente y eso no es tan fácil equilibrarlo. Y la subida de sueldos y no poder repercutir a mercado está costando. Somos equipos de muy alto rendimiento que tardas mucho en formar.
P. Han llegado los fondos europeos con grandes proyectos donde los ingenieros son fundamentales y estamos en una casi nueva revolución industrial ¿no?
R. Le llamaría una revolución económico-social. En un entorno económico tan caótico es difícil prever cosas y casi todos los días hay que tomar decisiones que no siempre gustan. Está la supervivencia de las empresas, que generan riqueza con la ayuda de los trabajadores y de los clientes. Pero si no hay alguien que arriesga estas dos cosas no se juntan. Eso es complicado. Necesitamos además tener interrelación con las administraciones públicas. Muchas empresas de ingeniería trabajan en la licitación pública. Esta ha mejorado, pero tiene que mejorar más. Tenemos un precio de referencia muy bajo y un formato de licitación antediluviano. No es normal que en una licitación se presenten a un concurso 20 empresas y las 20 desarrollen lo mismo con un nivel de esfuerzo tremendo para que salga una elegida. Quizá hay otras fórmulas para que no todo el mundo trabaje tanto en vacío. Y los precios de contratación son muy bajos, necesitamos subir esos precios. La ingeniería es una inversión, no un gasto. Lo que está bien pensado está bien ejecutado, pero si no dedicas dinero para pensarlo bien y escatimas… Hoy, todavía no se está pagando bien.
P. ¿Cuál es el mayor desafío de Ageinco?
R. Empresas fuertes, clúster fuerte. Es que nuestras empresas crezcan, que consoliden beneficio. Estamos integrados en CÍES -Federación de Asociaciones de Empresas de Ingeniería y Conocimiento de España- donde se agrupan casi 400 empresas, y cuando nos reunimos una de las cosas que se dice es que las empresas de ingeniería necesitan ganar dinero para poder invertir en innovación, en personal y en hacer su trabajo mejor. Como cualquier otro sector. No se puede lastrar tanto apretando precios como suele pasar en la ingeniería.
P. ¿Eres optimista?
R. Sí, pero tenemos un problema de talento y relevo generacional. La ingeniería no solo se mide por horas, se mide por resultados y es complicado darle continuidad a gente que está en otra etapa vital. Nos gustaría dar las mayores comodidades a nuestros trabajadores y no siempre es posible. Pero todo irá mejor, venimos de una dictadura, de una transición, de entrar en Europa… venimos de ver Cuéntame y hoy estamos en algo que no se parece a esa España de hace 30 años.
P. Vigo es una tierra de ingenieros. ¿Sigue teniendo una salida laboral alta?
R. Una ingeniería siempre es una garantía. Si piensas y resuelves casi vales para cualquier trabajo, entre comillas. Hoy se busca más la actitud que la aptitud. Dame tíos que quieran y si son ingenieros mejor. ¿Hay talento? Creo que menos que antes, el nivel de exigencia es menor. No quiere decir que haya peores ingenieros, pero sí hay otro tipo de valores que se ponen de manifiesto. El esfuerzo, sacrificio-recompensa de los 70 no es el mismo que la necesidad de experiencia vital de los 90-2000. No es que sea bueno o malo, pero necesitamos gente con ganas y nos cuesta más encontrarla.
P. ¿pero hay trabajo?
R. Sí, aquí y fuera.
P. ¿El talento está obligado a irse fuera?
R. Ni está obligado ni tiene por qué quedarse. Puede escoger lo que quiera. Tenemos necesidad de talento que no hay. La necesidad es tan alta que es difícil encontrar relevo para dar oportunidades a la gente que empieza a trabajar. Pero hay que entender que muchas veces la perspectiva de los más jóvenes es otra. Hay una ambición diferente y se buscan otro tipo de cosas. También es verdad que a lo mejor hay un esfuerzo realizado que después económicamente no se ve correspondido con el nivel salarial. Es verdad. Los ingenieros deberían estar mejor pagados, necesitamos más actitud, más ganas.
P. ¿Fuera hay mejores condiciones laborales?
R. La ingeniería española está reconocida en el mundo como una gran ingeniería. Pero pagamos la formación de la gente y luego se lo regalamos a los demás.
P. Es un problema como país…
R. Es un fracaso como país y como sociedad. Casi todos los que estamos en Ageinco hemos estado fuera y hemos decidido volver para crear nuestro país… Pero nuestro país nos dice muchas veces que no hay hueco para nosotros. En mercados como Brasil el ingeniero es mucho más caro.
P. A nivel formativo le dirías a un ingeniero que una experiencia fuera es positiva?
R. El inglés es fundamental. En esta empresa hacemos cada día conferencias con tres husos diarios del mundo.
P. En este estado de cambio permanente, ¿Vigo está perdiendo el tren de esa revolución industrial o revolución económico-social como la has llamado?
R. El Vigo de hoy es un Vigo mejor que del de hace 20 años. Como casi todas las ciudades de España. Ha crecido mucho y mejorado mucho como ciudad. Está equilibrando como puede la demanda industrial con la social. No siempre es fácil, pero creo que le falta más demanda industrial. Aquí el suelo industrial es complicado de obtener, está más limitado, y tenemos Portugal al lado. Muchas grandes corporaciones miran a Portugal. Creo que Vigo y alrededores -O Porriño, Mos, etc.- podrían ocupar una posición diferente. Hay que pensarlo como una gran urbe y hacerlo en conjunto y articulado y coordinado. Escuchar y hablar.
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