Nos situamos, cronológicamente, en 2012 . Estamos ante un matrimonio en proceso de divorcio y de vender la casa en la que ambos han convivido en el pasado. La pareja tiene un hijo de 12 años, pero ninguno de ellos quiere hacerse cargo de él, envueltos ambos ya en una nueva relación y sin querer saber nada de su pasado. Tras ser éste testigo silencioso de innumerables discusiones entre sus progenitores, llega la gota que colma el vaso: Una nueva pelea entre ambos que el niño escucha escondido tras una pared, bañado en un mar de lágrimas, adelantando el drama que se avecina sobre todos ellos, siendo sólo consciente el espectador de que se ha enterado de todo, en la que se pone sobre la mesa la posibilidad de mandarle a un orfanato, al no quererle ninguno de los dos, descartando finalmente la idea sólo por las posibles represalias por parte de servicios sociales.
A raíz de esto, el niño decide desaparecer, no queriendo tener que soportar más peleas entre ambos, sabiendo que ninguno de los dos le quiere, convencido de que su marcha conseguirá acabar con todos los problemas de sus progenitores, siendo esto un alivio para ellos, suceso del que sus padres tardarán casi dos días en enterarse, en lo que supone una muestra más del nulo interés que mostraban por él.
Será tras ser conscientes del hecho cuando empiecen su búsqueda y se den de bruces con una burocracia que no deja de exigir condiciones antes de ponerse a realizar una búsqueda seria. La propia policía deja claro que hay más posibilidades de encontrar al niño si se ponen en contacto con una asociación voluntaria de búsqueda de personas desaparecidas, algo que harán (aumentando desde este momento la intensidad de la película), que si dependen de las instituciones rusas.
(ESTA CRÍTICA PODRÍA CONTENER SPOILERS)
Comienza entonces la búsqueda del menor, recorriendo los distintos escenarios por los que ésta se lleva a cabo. La misma termina con la aparición de un cadáver, que el director deja caer que es el de Alexey, pero sin confirmarlo en ningún momento, con los padres llorando de impotencia y de rabia, negándose a aceptar la realidad y diciendo que él no es su hijo.
El tiempo pasa, se produce un salto de tres años y vemos que ambos han seguido adelante. Él ha tenido un hijo con su nueva pareja, más joven, repitiendo los mismos errores que en el pasado, en un eterno círculo vicioso, prometiéndole ya desde el principio las mismas cosas que estamos seguros ya le prometió a su anterior mujer, mientras ella está con un hombre algo más mayor y en una buena posición económica, tratando de llenar su vacío emocional de forma material.
Premio del Jurado en el Festival de Cannes, llevándose la Palma de Oro de dicho festival la aquí ya comentada The Square, en esta película nos encontramos con un retrato de la Rusia actual. Impera una sociedad egoísta, que sólo tiene a los demás en cuenta si creen que pueden sacar algún tipo de beneficio de ellos. El retrato que se realiza del matrimonio al principio de la película no podría ser más descarnado, basado sólo en tratar de cubrir las carencias personales, y no en el amor. Gente frustrada que se refugia en la violencia, el odio y la codicia, esta última, en ocasiones, sólo por aparentar, algo que se puede extender de forma universal, trasladando la falta de amor que vemos en la película a toda la sociedad del siglo XXI.
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La película está ambientada en 2012, aprovechando con el paso del tiempo el tema del enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, a través de noticias que los protagonistas escuchan en distintos momentos, lo que es toda una metáfora de dos padres en enfrentamiento por un territorio en el que las víctimas serían los ciudadanos, de la misma forma que lo es el niño en el matrimonio.
El niño sale del colegio y vuelve a su casa con toda la tranquilidad del mundo, no queriendo enfrentarse a lo que allí le espera una vez más. Unos padres egoístas, que no dejan de pelear y sólo piensan en sí mismos, con él más preocupado por no perder su trabajo y ella por aparentar en redes sociales que se preocupa por su hijo. Buscan un bienestar a cualquier costa, sin querer que nada se entrometa en el camino, ni tan siquiera su propia descendencia. Él es consciente de que le usan como arma arrojadiza entre ellos, papel en el que ya ha estado, como indica el padre al decir que la madre de su mujer ya le usó para que ella estuviera en su contra en el pasado, siendo tratado en todo momento como un objeto al que hay que buscarle acomodo, y no como la persona que es.
El Estado no tiene ninguna intención de buscar al niño, algo que ya se dice claramente, al manifestar el policía que no tienen los recursos para llevar a cabo la búsqueda de alguien que se ha escapado y volverá a los pocos días o que posiblemente esté en la casa de algún amigo. Rusia deja desamparados a sus ciudadanos, a sus hijos, en lo que supone una dura crítica al país. Es la propia sociedad la que se tiene que encargar de unas tareas que no le conciernen ante el nulo esfuerzo de las autoridades.
El director nos muestra a una sociedad deshumanizada, donde las relaciones personales y el cariño han desaparecido completamente. Una de las mejores muestras de ello será la visita que hagan a la casa de la madre de Maryana durante el proceso de búsqueda, donde se nos presentará a una mujer que no siente absolutamente nada por su hija, algo que se ha terminado notando en la forma de ser de nuestra protagonista con su propio hijo, con un comportamiento bastante propio de alguien demente. Los propios padres del niño no mostrarán ninguna preocupación con respecto a él hasta que ya ha desaparecido, rompiendo finalmente ambos a llorar, saliendo en ese momento todo el dolor y la impotencia, al contemplar su cadáver desfigurado, negando que sea él, tratando de ignorar la realidad. A excepción de ese momento, se nota siempre en la cara de ambos progenitores la falta de amor que han estado experimentando a lo largo de toda su vida.
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Maryana no ama a nadie porque jamás ha aprendido a hacerlo, nadie le ha enseñado, con una madre que siente desprecio por ella, como hemos podido ver en la escena anteriormente comentada. Termina diciendo que ama a su nuevo novio, Anton, pero observamos que todo se basa, realmente, en el interés. Para su propia desgracia, ha terminado siendo tan insensible con los demás como su propia madre lo fue con ella.
La mejor muestra del desinterés que una pareja puede tener por su hijo es que ninguno de los dos progenitores se diera cuenta de que Alexey no estaba hasta que ya habían pasado casi dos días. Choca la actitud tremendamente pasiva del padre cuando recibe la llamada de su todavía mujer, restándole importancia al asunto, diciéndole que ya aparecerá y que será cosa de niños, al igual que posteriormente hará la policía. A esto se le suma una madre más preocupada de lo que comparte en redes sociales y de la imagen que tienen los demás de ella que de las personas que tiene a su alrededor. El director no nos muestra, en ningún momento, y en una decisión muy inteligente, a los tres en una misma habitación.
Cómo el niño hereda la forma de ser de los padres y los traumas de los mismos, siendo incapaz de relacionarse con la gente fuera de las redes sociales, teniendo sólo un amigo en persona. Ha sufrido tal maltrato psicológico que ya apenas habla o se relaciona con otros.
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Anton, el nuevo novio de Maryana, sólo está con ella para tratar de cubrir el vacío que ha dejado la marcha de su hija, muy sospechosamente parecida a su nueva pareja, y con quien ya sólo mantiene una relación a través del ordenador.
Estamos ante una película en la que, a excepción del niño, y éste apenas aparece en el metraje, no tenemos ningún personaje bueno con el que podamos identificarnos.
Vemos muy bien detallado el proceso que establece el servicio voluntario de búsqueda al tratar de encontrar a una persona y cómo éste se va desarrollando en función de la ausencia de resultados, con las distintas formas de proceder ante las diferentes situaciones con las que se vayan encontrando. Sorprende la frialdad y la veracidad con la que todo está mostrado en pantalla, siendo para ellos, aunque sea duro para el espectador, sólo un caso más, actuando en todo momento de forma comprometida, pero mecánica, siendo el mejor ejemplo de ello cuando le comentan al padre ante el río que, si el cadáver aparece ahí, ellos no harán nada, teniendo que esperar a la llegada de la policía.
El paso del tiempo no cambia nada. Ambos progenitores, ahora con sus nuevas parejas, ven la televisión sin ni tan siquiera hablar entre ellos, ignorando, en el caso del padre, a un hijo al que mete de muy malas maneras en su cuna por estar haciendo ruido mientras él ve las noticias.
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A lo largo de la película descubriremos que Alexey es producto de un embarazo no deseado, siendo tratado este asunto como tema, al igual que el aborto. La película gira en todo momento alrededor de los distintos tipos de conflicto familiar que experimentan sus protagonistas, siendo testigos de una horrenda planificación de la misma, con un hijo no querido que nunca recibe ningún tipo de apoyo por parte de sus padres.
Terminamos con una imagen de la mujer corriendo en una cinta, lógicamente, sin moverse en ningún momento del sitio, tratando de encontrar un futuro mejor, en una eterna huida hacia adelante, pero aferrada a su pasado y a los traumas que arrastra. La película, en lo que a los actores se refiere, se cierra con la mirada final de la madre en ese momento a cámara, rompiendo la cuarta pared, en lo que parece ser una petición de clemencia con respecto al espectador. Esta imagen final de la madre es con un chándal de Rusia y teniendo que dejar de correr de forma casi inmediata, referencia a que la grandeza del país se ha extinguido ya, quedando finalmente un gigante cansado ya hasta de sí mismo. El metraje terminará siendo un círculo perfecto, acabando justo como la iniciamos, con esas preciosas imágenes del bosque nevado, y la cinta de plástico que el niño deja enganchada en un árbol tras salir de clase, antes de haber desaparecido.
El final es abierto con respecto a la búsqueda, dejando a juicio del espectador si el cuerpo encontrado es de Alexey o no (un servidor está convencido de que sí), pero cerrado en cuanto a los progenitores, siendo obvio para los espectadores que les espera una vida llena de tristeza y vacío interior.
Vemos unas interpretaciones muy logradas, en especial la llevada a cabo por Zjenja, en el papel de Maryana. No se queda atrás Aleksey, representando a Boris. Ambos suponen una representación sombría y deprimente excelente de unos progenitores en todo momento pasivos con respecto a su hijo. Matvey, a pesar de ser su trabajo como Alexey muy breve, lo hace genial en todo momento, siendo la auténtica imagen de la desolación. Su cara es el perfecto reflejo de la tristeza en ese primer plano que vemos cuando está en su habitación mirando a través de la ventana. Su mirada lo dice todo. La expresión de grito silencioso que muestra tras escuchar la última discusión de sus padres pone los pelos de punta. Su figura, a través de su desaparición, estará presente para el espectador a lo largo de todo el metraje.
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Destaca la fotografía a lo largo de toda la película, jugando con los colores y buscando distintos tipos de contraste entre ellos. Un buen ejemplo seria la escena en la que, ante un paisaje nevado, vemos puntos naranjas de fondo. Será al acercarse la cámara cuando descubramos que se trata de voluntarios buscando al niño. Nos encontramos con unos escenarios apocalípticos, en los que reina el silencio; fríos, al igual que los personajes de la película. La dureza del clima que se fusiona con la dureza de sus protagonistas y de la sociedad rusa, haciendo que el carácter de los que allí viven sea tan pétreo como las propias condiciones en las que se encuentran, algo que hasta parece necesario para vivir en un sitio como ése, siendo más que evidente la falta de calor humano. Las imágenes son muy simbólicas y representan a las mil maravillas el aislamiento que sienten todos los personajes de la película. Predominan los tonos azules, reflejando frialdad, envueltos en una atmósfera en todo momento oscura. Los planos de deprimentes interiores serán también muy numerosos a lo largo de todo el metraje. Presenciaremos también espectaculares planos con una cámara aérea siguiendo la búsqueda del niño a través de paisajes desolados y enormes edificios abandonados. Visualmente, estamos ante una auténtica maravilla. Cada plano y movimiento de cámara es perfecto y responde a un motivo, siendo también excelente desde el punto de vista técnico, con los tiempos siendo tratados a la perfección.
Imágenes maravillosamente rodadas y que no podrían transmitir más se suceden a lo largo de todo el metraje, siendo un buen ejemplo de ello las desoladoras escenas en las que, tras confirmarse la muerte del niño y haber vendido ya sus padres la casa, los obreros desmantelan la que antaño fuera su habitación.
Escalofriante es también la escena en la que los padres han de responder a preguntas sobre su hijo y ni tan siquiera pueden asegurar con certeza lo que están diciendo, repitiéndose la palabra “creo” constantemente, ante el asombro de la persona que tienen delante, que no deja de recalcar este hecho, en una muestra más de que ambos no conocían ni a su propio hijo; al igual que el momento en el que están ante el cadáver del joven, también desgarrador.
La película juega en todo momento muy bien con los silencios, importantísimos a lo largo de toda la película, al igual que con los sonidos, algo que podemos ver reflejado en varios momentos del metraje, alternando el presenciar una escena desde fuera o desde dentro de un cristal, variando en función de eso la intensidad con la que escuchemos lo que está pasando. La música, escasa y en un segundo plano debido a lo comentado, funciona bien cuando hace su aparición.
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El propio Zviáguintsev diría que hay un paralelismo entre su película y Secretos de un matrimonio, de Bergman, adaptándolo todo a la actualidad. En relación al rodaje y a las dificultades por las que pasaron, llegando a tener que montar la película antes de tenerlo todo grabado, comentaría que “el tiempo en Moscú no nos favoreció. Todo el rodaje transcurre allí, supuestamente en otoño, justo antes de que se ponga a nevar en serio. Aún hay hierba en el suelo y hojas en los árboles. Empezamos a rodar en agosto convencidos de que acabaríamos en noviembre, pero empezó a nevar a mediados de octubre. No tuvimos más remedio que detener el rodaje y esperar para filmar lo poco que faltaba hasta abril. Esto, obviamente, nos ha planteado bastantes problemas. No tuve más remedio que empezar a montar la película antes de rodarla completamente, algo que no hago nunca.”
El director no muestra ninguna compasión con los personajes, mostrándoselos al espectador en su estado natural, sin disimular ni lo más mínimo ni sus imperfecciones ni sus pecados. Vemos a dos personas que nunca se han querido buscando a un hijo que nunca les ha llegado a importar. Unos padres que terminan descubriendo que su problema no era el lazo de unión todavía existente entre ellos, sino que lo son ellos mismos, repitiendo, en un círculo vicioso, los errores que cometieron en el pasado, condenando a otros a la infelicidad, tras pasar por un proceso de proyectar en sus nuevas parejas las ilusiones y los sueños del pasado, tratando, finalmente, de llenar sus carencias afectivas y emocionales con lo material en un caso y con una nueva vida, de nuevo insatisfactoria, en el otro. Nadie se hace cargo de sus responsabilidades, pero sí reprochan a los otros que no se encarguen de las suyas.
La película es tensa, dura. El desarrollo de la trama es muy lento, algo que le sienta de maravilla a lo que vemos en pantalla, dejando en todo momento al espectador pegado a ella. Supone una maravillosa y aterradora radiografía de las terribles consecuencias que puede sufrir una tercera persona que nada ha tenido que ver con las malas decisiones que otra gente ha tomado en el pasado. El director muestra una visión muy cruda y pesimista que, por desgracia, es real, siendo lo que vemos en la película algo que todavía sigue pasando a día de hoy. Un proyecto muy recomendable que, a pesar de ser The Square favorita a llevarse la estatuilla este 4 de marzo, presenta su candidatura de forma muy seria, mereciendo, aunque no se lleve el premio, ser vista y recibir el reconocimiento del público.
Título original: Nelyubov
Estreno en España: 26 de enero de 2018 (a nivel mundial, 18 de mayo en Cannes)
Año: 2017
Duración: 128 minutos
País: Rusia
Director: Andrey Zvyagintsev
Guion: Andrey Zvyagintsev y Oleg Negin
Música: Evgueni Galperine
Fotografía: Mikhail Krichman
Reparto: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs y Alexey Fateev
Género: Drama
Sinopsis: “Una pareja que atraviesa un divorcio debe aunar fuerzas para encontrar a su hijo, desaparecido tras una de sus peleas.”
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